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Música

Niño de Elche: "Me llevaría bien con el flamenco ortodoxo si existiera"

"Quiero adentrarme en territorios de las voces que no he podido desarrollar y la música contemporánea es uno de mis grandes retos", afirma

Niño de Elche, en el interior del Molino de Martos de Córdoba, donde ofrecerá su propuesta. Francisco González

El Niño de Elche será uno de los protagonistas de un evento en Córdoba que pretende mostrar que el arte puede ser una herramienta de transformación social para restaurar los vínculos entre clima y creatividad y llamar la atención sobre el futuro del planeta. Esta propuesta de este flamenco experimental, que ofrecerá una interpretación espiritual del simbolismo ligado a la sangre y al agua, evocando conceptos como la pureza y la vida, la muerte y el sacrificio, la salvación y la redención.

‘Pasaje del agua’ es un programa de actividades que ilustrarán el modo en el que el arte se convierte en una herramienta de transformación social. ¿Cree en ese poder?

Sí, pero tendríamos que repensar qué entendemos por transformación social, qué límites le damos a esa idea. Que una persona transforme su vida cotidiana, que cambie cualquier tipo de lógica en según qué aspectos, es parte de esa transformación social. Si la entendemos de una manera más épica o popular, se convierte en algo más complejo. Pero yo soy creyente de las pequeñas revoluciones y transformaciones que desde el individuo y las pequeñas comunidades se pueden hacer. El arte, las prácticas artísticas, tienen un cometido muy directo en las emociones y conductas de las personas, y ahí tenemos una gran herramienta.

El río Guadalquivir tiene una especial importancia en este ciclo. ¿Con qué propuesta musical se acercará usted a la vida acuática?

Me interesó mucho la propuesta, pero no tanto por el Guadalquivir. Yo me enfoco en el agua en el sentido espiritual y lleva por título una palabra que se deriva de las lenguas árabe y griega, que tienen una significación importante dentro de la cultura, de la que parte de ella ha bañado el Guadalquivir. Y también me interesó mucho el agua como símbolo vital, del sacrificio en el sentido universal, la vida y la muerte. Ahí es donde centro el trabajo. Esta actuación está englobada dentro de una gran exposición y proyecto, y entendí que mi posición podía ser más sonora trabajando con el agua y su sonido, con la voz y las personas como fuentes acuáticas.

Usted conoce bien Córdoba y su gran legado histórico, que gracias a TBA21 se fusiona ya fuertemente con el arte contemporáneo. ¿En qué cree que esto puede cambiar la ciudad?

Cambiar la ciudad es cambiar la lógica de sus gentes y sus intereses culturales, y creo que eso se puede conseguir, pero la cuestión es cuándo entendemos que ese cambio es justificable para el proyecto económico y el esfuerzo administrativo que esto supone. Y eso es algo para lo que aún no tenemos herramientas para discernir hasta que pasen unos cuantos años. Creo que Córdoba, con el C3A y este tipo de proyectos, será en el futuro uno de los focos donde el arte contemporáneo puede encontrar uno de sus mejores hogares.

"En Córdoba el arte contemporáneo puede encontrar uno de sus mejores hogares"

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Su marca es justamente no tener marca y la versatilidad que eso conlleva. ¿Hay alguna faceta artística que aún no haya desarrollado?

Tengo muchísimas inquietudes. Por ejemplo, me gustaría meterme en el mundo de las bandas sonoras de películas. También quiero adentrarme en territorios de las voces que no he podido desarrollar y la música contemporánea es uno de mis grandes retos.

Llegó a la música por los caminos del flamenco experimental. ¿Qué significa para usted ese concepto?

Llegué con el flamenco más clásico, pero después entendí que para poder contar más cosas de las que el flamenco clásico me proponía tenía que buscar líneas de ampliación o de deserción. Y sigo descubriendo que el flamenco es una fuente de experimentación y creo que si yo soy un artista experimental es porque vengo del flamenco, porque es un arte nuclearmente experimental, que es lo contrario a lo que se piensa, que es hermético y ortodoxo. Creo que su germen más radical es el de la experimentación, y su historia así nos lo cuenta.

¿Qué tiene el flamenco para que admita esa radicalidad?

A mí me cuesta mucho hablar del flamenco porque está muy desdibujado, pero creo que desde el flamenco se pueden abordar muchas cuestiones muy elementales del ser. Y también es importante su poder estético, que viene de su sentido bastardo, es una música que tiene su origen en la mezcla de sonidos, clases sociales e ideologías. Es muy paradójica y contradictoria, y por eso sigue dando que hablar, porque es muy difícil de abordar desde un posicionamiento estático.

Ha dicho que hay que sacar el flamenco de las peñas y festivales flamencos porque es negativo para su desarrollo. ¿A qué se refiere?

Es negativo para el desarrollo que yo creo que el flamenco puede tener. Las peñas creen que son un gran elemento de conservación de este arte, pero eso no tiene nada que ver con su desarrollo. Son asociaciones privadas que montan sus eventos privados, y desde ahí yo los respeto, pero tienen que pedir dinero público para su manutención porque son los que conservan el legado y bla bla... Y ahí está mi conflicto, no creo que las instituciones deban mantener colectivos privados.

¿Cómo se lleva con el flamenco ortodoxo?

Imagino que bien, si existiera. A mí me gustan los posicionamientos ortodoxos, pero es que en el flamenco la ortodoxia no se puede dar, es una idea utópica que, como toda utopía, es una imposibilidad que genera malestar. Por otro lado, la ortodoxia no hay que entenderla como lo contrario a la heterodoxia. Yo entiendo la ortodoxia de forma radical.

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