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Juan Montalvo: «No entiendo por qué los artistas rusos tienen que pagar las barbaridades de su gobierno»

«Será difícil volver a la antigua normalidad en lo que a festivales musicales se refiere, y si llega será en un tiempo considerable»

Juan Montalvo: «No entiendo por qué los artistas rusos tienen que pagar las barbaridades de su gobierno»

Desde hace 25 años este promotor vive en Mallorca, donde tiene la sede de su empresa de organización de conciertos, Euromúsica producciones, que celebra sus bodas de plata con un concierto en el Xesc Forteza con la pianista cubana Ivón Frontela 

Muchas cosas pueden hacerse en veinticinco años de música.

Cierto, y ustedes, desde el Diario de Mallorca, han sido testigos de muchas noches de primer nivel internacional que hemos podido organizar aquí, en escenarios como el Auditorium de Palma, el festival de Cala Rajada, el auditorio del Conservatorio, la Sala de Cultura de Felanitx, el Teatre Principal de Palma, la Catedral y otros muchos espacios que, a través de Euromúsica producciones han acogido programas interpretados por grupos como la Capella Savaria, el American Spiritual Ensemble, el New Yourk City ballet o la Capella de San Petesburgo.

Pero no solamente en Mallorca, sino que usted trabaja desde aquí para toda Europa.

En efecto. Me instalé en la isla porque me pareció un lugar maravilloso cuando vine aquí por primera vez, hace más de veinticinco años. Pensé que viviendo aquí era fácil poder montar giras para los grandes festivales españoles y algunos de los europeos. Por tanto, podemos decir que una empresa mallorquina, de hecho tengo un hijo nacido aquí, ha hecho posible que en los Festivales de San Sebastián, Santander, Peralada, los Veranos de la Villa en Madrid, Caproig, Torroella o Portaferrada, entre muchos otros, se escucharan voces grandes e intérpretes importantes del panorama musical internacional.

Y Mallorca le sedujo.

Pues antes de instalarme aquí, a finales de los ochenta y cuando formaba parte de la agencia musical Musicamérica y coincidiendo con el nacimiento de la Simfònica, me puse en contacto con algunos promotores mallorquines como Agustín Pinillos, Rafel Ferragut del Auditòrium de Palma, la propia orquesta, etcétera, que creyeron en mí. Así que de esta manera empezó todo. Poco a poco vi cómo salían cosas en la isla, al mismo tiempo que desde aquí podía gestionar lo de fuera, que no era necesario vivir en la península. Y así que opté por instalar mi oficina aquí y ya con una marca más personal, la de Euromúsica.

¿Algún concierto que recuerde con especial interés de los organizados en la isla?

Pues sí, uno que ofreció el Coro Leo de la Habana en Palma y en el que participó la pianista Ivón Frontela, a la que conocí por primera vez y que será ahora la que dé el recital de los veinticinco años.

¿Con qué programa?

Con un programa muy atractivo a la vez que ecléctico, pues nos encontraremos con una versión de un fragmento de la ópera Orfeo y Euridice de Gluck, después vendrán el Sueño de amor de Liszt, un estudio de Scriabin, La maja y el ruiseñor de Granados, las Danzas de Ignacio Cervantes y para terminar el Zapateado cubano de Gisela Hernández. Aunque puede que haya alguna sorpresa fuera de programa.

En esos años, pienso que no todo ha sido fácil.

Pues no, aunque pesan más los momentos positivos que los negativos. Y es que las instituciones, cuando hay algo de crisis, siempre empiezan a recortar por la cultura. Basta remitirse a lo que ha pasado con la época de pandemia, de la que todavía, el sector cultural, no se ha recuperado. De hecho, por lo que a festivales de música se refiere, está costando, y mucho, volver a la normalidad prepandémica. Pero soy optimista, tengo esa enfermedad. Y por tanto me pesa más el éxito que lo menos bueno.

¿Volveremos a la antigua normalidad?

Por lo que a festivales musicales será difícil y, si se llega, será en un tiempo considerable. Por lo que constato, los ciclos y por tanto las inversiones en música, se mueven hoy más en el campo del pop y del rock; por un tema económico. Y es que, al reducir el espacio dedicado a la música clásica en la educación española, el público joven tira hacia lo que escucha en las radios y redes sociales. Así de cierto, así de crudo. Los pequeños festivales de música clásica están desapareciendo en nuestro país, solamente quedan los pocos grandes. Y de esa media docena es muy difícil que un gestor o empresario pueda subsistir. También ha afectado y mucho, la desaparición de las cajas de ahorros, que tenían su obra social y cultural que, por estatutos, debía apoyar a la cultura. Al desmantelarse y reconvertirse en bancos privados, esa obligación ha dejado de ser tal y los recursos no van a la cultura sino al bolsillo de los accionistas.

Usted ha trabajado mucho con grandes formaciones musicales del Este de Europa, ¿cómo llegó a ellas?

Curiosamente fue a través del director de Estado Unido, Eliot Ritter de New York. Él fue quien me puso en contacto con la Capella de San Petersburgo. Paradojas de la vida, lo que demuestra que una cosa es la geopolítica y la otra el arte. En aquella época había un nuevo orden mundial por lo que a cultura se refiere y donde podías ver, sin problema, Música Viva de Moscú colaborando con empresas americanas y europeas. Eran otros tiempos. A partir de ese primer contacto vinieron otros de Budapest, Moscú, Szeged y de muchas otras ciudades.

¿Cómo ve el boicot que algunos teatros han hecho a los músicos rusos?

En el planeta interesa más la economía de guerra que la del conocimiento. Es triste, pero es así. Y no entiendo por qué los artistas rusos tienen que pagar las barbaridades de su gobierno formado por una especia de nueva KGB belicista. En Madrid tenía cinco sesiones con la orquesta del Bolshoi de Moscú, que se han cancelado. Pero es que, a su vez, tenía algunos grupos españoles y mallorquines, como la Capella Mallorquina, programados en Rusia, conciertos que han caído de la programación. Todo muy triste y muy absurdo.

Usted se ha movido entre el sector público y el privado ¿cómo ha sido esta relación?

Ha funcionado muy bien cuando ha habido entendimiento entre los dos sectores. Montar un festival de música clásica, aunque parta de una iniciativa privada, necesita del apoyo público. Y por experiencia puedo decir que cuando esa colaboración es fluida, entonces la cosa funciona.

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