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Bernardo Atxaga: «Creo que el fascismo, según lo que yo he leído, está muy cerca»

El Premio Nacional de las Letras firmará ejemplares de su obra este jueves en Llibres Ramon Llull

Bernardo Atxaga, en Llibres Ramon Llull, donde ha hablado de su última obra. | Manu Mielniezuk

Bernardo Atxaga (Guipúzcoa, 1951) no escatima explicaciones sobre los cuatro relatos que componen Desde el otro lado (Alfaguara), pese a que su objetivo, al escribir estos cuentos, era ahorrarse detalles, asegura. La muerte está presente en el libro, habla sobre ella a través de diferentes narradores, insólitos, como un búho, una serpiente o espectros, con humor y como si danzara el baile euskera del vaso de vino, rozándola, pasando por encima, tocándola solo por instantes. El escritor, referente de la literatura vasca, firmará este jueves, a partir de las 18.30 horas, su libro en Llibres Ramon Llull de Palma. Este miércoles, en este mismo espacio, ha dicho que la actualidad política le preocupa mucho, que condiciona su vida, pero que para escribir le basta y sobra con lo que él tiene en su interior.

Atxaga, Premio Nacional de las Letras Españolas 2019 y Premio Liber 2021, con más de 50 años publicando, defiende la libertad de crear narradores no convencionales. Él lo ha hecho en los relatos que componen Desde el otro lado, en el que vuelve al mundo de Obaba y en el que reúne cuatro historias inéditas en castellano (dos fueron publicadas en euskera en 1985 y 1995). «La gran facultad de la ficción es que puede otorgar lenguaje a todas las cosas, a todos los seres y dependerá del lenguaje que utilice para recordarnos a un tipo de persona u otro», ha explicado. El escritor defiende que «el salto imaginativo es fácil, es humano, está en la base de nuestra forma de entender el mundo y es la única garantía de que pueda haber ficción, si no, no habría ficción, ni poesía ni nada, es la base de los lenguajes simbólicos». En esa línea, se ha visto sorprendido: « Los lectores han visto cosas que yo no había previsto, y es porque nada tiene la fuerza que tiene la imaginación del lector.»

Pero a la hora de escribir, Bernardo Atxaga se inspira en historias que le han tocado de cerca, que ha vivido o que le han contado. La actualidad política le preocupa: «Creo que hay una avalancha y el fascismo, según lo que yo he leído, a lo mejor está muy cerca, o al menos se están dando las condiciones para que esté cerca», reflexiona. Afirma que también le inquieta «muchísimo la utilización del léxico» y pone como ejemplo que mediante el lenguaje se ofrezca una imagen de «pillos» de los comisionistas de las mascarillas. «¿Quién ha introducido ese elemento? ¿El que cobra una comisión en esas circunstancias, esa inmoralidad, es como un niño que roba manzanas? ¿Es eso? Esa palabra está introducida ahí por las máquinas y luego entra en el lenguaje, y cuando uno piense en ellos, piensa como pillos, cuando son otra cosa muy diferente. Son gente monstruosamente horrible, no son pillos, no son niños robando caramelos», critica. A esas cuestiones, «les doy muchas vueltas, pero como ficción, como poesía, estoy mirando otro paisaje que está aquí para dentro y me basta y me sobra», añade.

Evolución como escritor

«No veo ninguna diferencia interior entre aquel que escribió Dos hermanos, el que luego escribió La muerte de Andoni a la luz del LSD, La Conferencia sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte y Un crimen de película. No hay diferencia poética, de mirada o de forma de ver el mundo. Lo que sí hay, naturalmente, es una diferencia en cuanto a la técnica, creo que hay un cierto progreso en la técnica, en mi caso y en el de muchos, a medida que vas escribiendo. En ese sentido, creo que las cuatro piezas son diferentes, que tienen sin embargo un fondo común poético», ha analizado el escritor. En ese punto, Atxaga menciona que siempre se habla del mismo tipo «de personaje, de los adolescentes que sufren, siempre se habla de la muerte, pero en clave de humor, con distancia». Y hasta tal punto que el autor cree que «en el más negro de los textos el lector se reirá muchas veces».

Y para abordar esa cuestión tan seria, dura, lo hace a través de animales, de un hombre que ha tomado LSD, de espectros... «Mi gran objetivo es ahorrarme los detalles, de modo que si el narrador es un pájaro, una serpiente o un búho cabe esperar que no vea lo mismo que un personaje que se supone que es trasunto de algo real, por ejemplo, un policía que pasa por allá o una mujer que trabaja en un bar. Un pájaro, en este caso se preocupa de las pocas cosas del paisaje que le importan, por ejemplo el aserradero. Sin embargo, el Ayuntamiento no le interesa nada, de forma que no lo ve y yo no lo cuento. Le interesa el taller de costura donde las chicas y los chicos tienen su contacto y, sin embargo, no hay rastro de lo que llamaríamos política en ninguna de las narraciones, porque a estos narradores no les afecta», apunta. «El reto siempre fue que cuando hablaran, hablaran como lo haría una serpiente, un espectro, que cada uno tuviera su lenguaje», ha comentado sobre sus narradores.

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