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El pintor Gaspar Riera da voz al paisaje en su centenario

Una decena de exposiciones conmemorarán el nacimiento del artista de Estellencs que innovó con su interpretación de los campos del Pla

Miquel Àngel Riera muestra varias obras de la etapa innovadora de su padre y un autorretrato del pintor B. Ramon

Tras los inicios en el paisajismo clasicista, Gaspar Riera sintió la necesidad de aportar algo más a sus lienzos de postal. «Comenzó a darse cuenta de que el paisaje reclamaba ser interpretado y su silencio requería una voz dentro de la oscuridad cultural que había en el franquismo», explica su hijo, Miquel Àngel Riera. Por ello, los cuadros que creó a partir de 1966 introducen elementos abstractos y convierten al artista en pionero de «una nueva concepción del paisaje mallorquín», en palabras del vástago.

El día 9 se cumple el centenario del nacimiento del pintor de Estellencs (1922-1993) y se celebrará durante un año con exposiciones en los pueblos cuyos campos le inspiraron. La primera será en Porreres en junio, a la que seguirá otra y un homenaje en el lugar donde nació, en agosto; y después del verano habrá nuevas retrospectivas en Inca, Sa Pobla, Marratxí, Ariany, Valldemossa, Petra y otras localidades, todas «personalizadas pensando en los paisajes de cada zona».

El mismo paisaje en un boceto y la obra en pequeño y gran formato B. Ramon

Su etapa de innovación y las demás conforman un legado de más de un millar de obras, las del «último artista que trató la tierra como un ser vivo, indomable, buscando la libertad que no tenía para poder mostrarla como era, huyendo del cromatismo meloso que se llevaba y aportándole una voz propia como pintor», según describe el dosier de presentación de las exposiciones. No obstante, lo más importante para Riera hijo es que este trabajo forma parte de «una época muy poco estudiada pictóricamente en Mallorca, el paisajismo de la segunda mitad del siglo XX, pese a que muchos artistas abrieron camino hacia la libertad y la vanguardia». Por ello cree que los historiadores del arte analizarán en el futuro toda esta producción, entre la que destaca «la simplificación, el equilibrio y el silencio del paisaje que logró Gaspar Riera».

Una foto de Gaspar Riera y dos de sus cuadros B. Ramon

Empezó de forma autodidacta en los años 40 y «aunque sabía que no viviría de la pintura, era su manera de sacar sus inquietudes y su amor por las montañas y las puestas de sol de su infancia». A la Serra de Tramuntana partía los fines de semana para hacer notas de campo que después convertía en pequeñas obras y algunas en gran formato. Estellencs fue en este periodo el gran protagonista, hasta que llegó la fecha clave de 1963. Tal como cuenta su hijo, la trayectoria de Riera comenzó a cambiar tras su veraneo ese año en s’Arenal de Llucmajor. «Le hizo descubrir un paisaje que no era montañoso, los campos segados del entorno de s’Aranjassa, y se fue interesando por el Pla. Acudía en tren a Petra y desde allí visitaba Ariany, Manacor y otros pueblos para pintar sus paisajes».

Las exposiciones de 1966 en la casa Grifé&Escoda y 1967 en el Círculo de Bellas Artes mostraron su ruptura con el clasicismo y su nueva concepción artística, una etapa que duró casi una década. Pero luego un marchante le llevó hacia una obra más comercial, que Riera hijo tilda de «clasicismo naíf» y «la pintura de las familias porque le gusta al abuelo, al padre y al hijo». De este modo «se alejó de las vanguardias a las que había estado ligado a finales de los 60» y no se produjo una evolución en su trabajo. La última etapa es la más conocida debido a que muchos mallorquines lucen «un Gaspar Riera» en sus viviendas. Quienes quieran ver toda su trayectoria, tendrán el año de su centenario para acercarse a él.

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