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CINE CRÍTICA | X

La matanza (porno) de Texas

Las mejores películas de terror de Ti West destacan por avanzar con ritmo paciente hacia su sangriento destino, por su énfasis en la caracterización y las atmósferas sobre los golpes de efecto, y por su interés en referenciar algunas estéticas adoptadas por el género en el pasado; y todas esas cualidades se detectan en X, en abundantes dosis. Ambientada en Texas en 1979, y centrada en un grupo de cineastas y estríperes que se instalan en una cabaña para rodar una película porno antes de ser sucesivamente despedazados, la cinta se muestra tan interesada en construir a los personajes primero como en hacerlos picadillo después, y entretanto logra sumirnos en una permanente inquietud. Y, cuando llega, el baño de sangre derrocha una ferocidad que West, fiel a su estilo, captura a través de composiciones elegantes y fluidos movimientos de cámara, y complementa con mucho y muy buen sentido del humor.

En el proceso, X encuentra espacio para acumular cierta carga metatextual, a través no solo de sus joviales referencias a dos clásicos del género dirigidos por Tobe Hopper —La matanza de Texas (1974) y Trampa mortal (1976)—, sino también de su voluntad de funcionar a modo de comentario sobre el moralismo, la mojigatería y la negatividad sexual tradicionalmente consustanciales a las convenciones del slasher. Aunque al mismo tiempo West parece reivindicar la simplicidad de ese subgénero frente a los excesos de pretenciosidad y esnobismo que la etiqueta terror elevado ha aportado a la ficción en los últimos años. Dicho de otro modo, X consigue ser mucho más que una vulgar exhibición de tetas y crímenes y, al mismo tiempo, lo suficientemente vulgar para resultar francamente divertida.

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