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Escritor
Entrevista

Theodor Kallifatides: «No me importa qué piensa Putin, pero veo lo que hace y no me gusta»

El novelista de origen griego dice que fue «consciente muy pronto de la misoginia y las mentiras públicas»

MARÍA PEDRAZ

Theodor Kallifatides (Grecia, 1938) está recorriendo el país presentando su última novela, Timandra (Galaxia Gutenberg), pero sobre todo habla de las mujeres, inteligentes, capaces, fuertes y bellas, como describe a la protagonista de su libro y como recuerda a su propia madre, a la que menciona a menudo, al igual que a su padre. De muy niño vivió una guerra y de joven emigró de su tierra natal a Suecia, donde se convirtió en escritor. Intercala sus reflexiones más profundas con ironías y humor. Ve lo positivo donde otros solo ven problemas y prefiere un lenguaje sencillo, porque «lo complicado evita la verdad».

‘Timandra’, pese a transcurrir en la antigua Grecia, habla de cuestiones muy actuales, de la mujer, de la guerra...

Sí, es absolutamente cierto, no tenía la intención de crear esa conexión, pero está ahí todo el tiempo, aunque no pensemos en ello. Cuando era niño, en la segunda Guerra Mundial, el pueblo donde vivía se vino abajo, no había nada para comer, y con nada quiero decir que nada. Las mujeres nos mantuvieron vivos. Ellas se iban muy temprano a las montañas a recoger raíces y volvían al pueblo, las masticaban para hacerlas comestibles. Los hombres estaban en la guerra, en prisión o en campos de concentración y sobrevivimos gracias a las mujeres. Así que al mismo tiempo que yo vivía la guerra, veía que ellas eran las verdaderas heroínas y las verdaderas víctimas a la vez. Esta idea ha estado en mi cabeza durante años hasta que encontré a las personas adecuadas para describirlo.

También habla de la guerra del Peloponeso y ahora en Europa vivimos la de Rusia contra Ucrania.

Sí, sé más de la guerra del Peloponeso que de lo que está pasando en Ucrania. Es más que una tragedia. La guerra en Ucrania podría ser fácilmente evitada, es cuestión de sentarse y hablar.

¿Quizás necesitamos sabios como en la antigua Grecia para solucionarlo?

Sí, siempre es posible encontrar una solución si te sientas a hablar con el otro. Sentarse, hablar significa escuchar lo que tiene que decir el otro... Esto no ha pasado. En Grecia somos ortodoxos, pero ocurre lo mismo en el catolicismo, se odia a las mujeres, hay misoginia, está presente en la Europa tradicional, en la que se considera que las mujeres son la tentación, mentirosas, débiles... Y cuando yo era un niño no lo veía así, porque mi madre no era nada de eso, era una persona maravillosa. Esto me hizo sensible a la misoginia y siempre quise escribir un libro por mi madre. Lo mismo pasa con la guerra. Nosotros tuvimos una guerra civil en Grecia, y los ganadores siempre escriben la historia. Cuando leo que se habla de traidores, de gente que quería vender el país a Bulgaria... ¿Mi padre quería vender Grecia a los búlgaros? Él era un maestro, creó bosques en mi pueblo 20 años después de la guerra... Así que fui consciente muy pronto de la misoginia y las mentiras públicas. Eso es Timandra, pero me llevó más de 50 años escribir el libro.

Afirma que hombres y mujeres no son tan distintos. Pero ¿no cree que el mundo sería muy diferente si gobernaran más mujeres?

Hay diferencias, pero no en el sentido de lo que decía el famoso libro Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus. Ha habido grandes mujeres guerreras, grandes hombres amantes... A menos que seas ciego, puedes ver que en cualquier clase las chicas son mejores en todas las asignaturas, más amables, más civilizadas y más bonitas. Cuando tenía 18 años mis mejores amigos eran chicas. Siempre he estado en contra de la idea de la inferioridad de la mujer, porque no he vivido eso. Mi madre era una mujer extremadamente tierna aunque sin educación, pero su mente era la más clara que pudieras ver.

En ‘Timandra’, Alcibíades es un hombre que no se conforma con lo que tiene. Usted dice de él que hoy sería una especie de Putin o Trump.

Sí, excepto que ni Putin ni Trump son tan guapos [bromea]. Alcibíades tiene todo pero nada es suficiente. ¿Por qué quiere más? Para mí es un misterio.

Usted que es amante de las palabras ¿cómo describiría el momento que vivimos?

Creo que vivimos en un periodo de antiintelectualismo. ¿Qué hacemos? Nuevos coches, nuevas armas, estamos viviendo los últimos días del capitalismo occidental. La pobreza general crece más rápido que nunca y al mismo tiempo tenemos una concentración de capital nunca vista en la historia del mundo. Hablamos de los oligarcas rusos, pero también hay en India, en España, en Ucrania... La única manera posible de reaccionar es coger los problemas (contaminación, guerras) y llevarlos al nivel personal. No me importa si Trump está loco, si es homosexual, o lo que sea. Lo que me preocupa es lo que hace. Igual con Putin, no me importa quién es o qué piensa, pero veo lo que hace a los ucranianos y no me gusta.

Usted emigró de joven a Suecia. ¿Qué siente cuando hoy ve a tanta gente obligada a dejar su país y a su familia?

Mis sentimientos no importan, la tragedia está ahí. Lo que puedo hacer es ayudar. En la historia que conocemos, los países que han recibido inmigración al final han salido beneficiados. Y aquí tiene ejemplos [señala al exterior, a la ciudad], hay edificios preciosos de un periodo, de otro, tienes diferente comida, diferentes tradiciones, es algo bueno. Pero al mismo tiempo hay miedo y en vez de preocuparnos por combatir la pobreza, nos preocupamos por los pobres.

La extrema derecha y otros partidos presentan la inmigración como algo perjudicial.

Después de la guerra entre Turquía y Grecia, en 1920, un millón y medio de griegos tuvieron que abandonar Turquía, especialmente en la parte del Mar Negro y volvieron a Grecia. Fue una gran catástrofe y uno de ellos era mi padre. 20 años después vino el cambio: nuevas industrias, nuevas maneras de pensar, nuevas maneras de construir casas, de comercio, de educar... Y probablemente los mejores escritores de la literatura griega son de esa generación, yo crecí con esos libros. Lo que aporta la inmigración no lo puedes ver al día siguiente, necesita años. En Suecia, yo encontré trabajo al cabo de un mes, no porque fuera más inteligente, sino porque me necesitaban, aunque no lo admitieran.

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