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Entrevista Actor

Miguel Rellán: "Entendería que los saharauis dijeran: hasta aquí hemos llegado, se van a enterar de lo que es terrorismo"

Nacido en Tetuán hace 79 años, reflexiona sobre su profesión y recuerda los 23 días en los que estuvo ingresado por covid

Miguel Rellán, uno de los nombres propios del cine español, actuará en el Trui Teatre el 14 de mayo. |

Manda la actualidad. Como tetuaní, ¿qué opinión le merece el cambio de postura del gobierno español respecto al Sahara?

¡No se puede hacer eso con unos españoles! Yo conozco a algunos, tienen Documento Nacional de Identidad. Es como si lo hacen con Badajoz. No se puede entregar a Marruecos... entendería perfectamente que el pueblo saharaui, que es pacífico, dijera: hasta aquí hemos llegado, se van a enterar ustedes de lo que es terrorismo. O sea, que llevamos 50 años aquí, en el desierto, aguantando, y ahora resulta que nos hacen esto, a traición. La intrahistoria, como siempre, es económica. España tiene unas cuantas vergüenzas, como lo de Guinea y lo del Sahara. Yo me hago apátrida… ¡No me tientes!

El 14 de mayo actuará en Palma (Trui Teatre) con Una noche con los clásicos, montaje de Adolfo Marsillach, de quien se cumplen 20 años de su fallecimiento. ¿Qué reivindica de una figura como Marsillach?

En primer lugar denuncio la alarmante falta de memoria en este país. Lo de antes de ayer ya no cuenta, incluso en mi profesión. Adolfo Marsillach es una figura fundamental dentro de la cultura española. Fue un autor maravilloso, un director capital, actor, director del Teatro Español durante años, creó la Companía Nacional de Teatro Clásico, fundó el Centro Dramático Nacional, fue guionista de televisión, realizador de series de éxito, director de películas… El perfume, el eco de sus montajes, como Marat/Sade o Tartufo, todavía dura. Unos montajes modernísimos que se adelantaron a su tiempo. Así como Lawrence Olivier tiene una sala que lleva su nombre en el National Theatre, Marsillach debería tener un teatro con su nombre en España.

¿Por qué cree que España es un país desmemoriado?

En el campo cultural no solo somos desmemoriados, también descuidados. Y todo viene de tres cosas fundamentales que faltan en este país: educación, educación y educación. Poco antes de la pandemia estuve indagando en las preocupaciones de los españoles según el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), de los últimos quince años, y nunca figura la educación. Está el terrorismo, el paro, los políticos, el fútbol… pero nunca la educación. En vista de lo cual, los políticos, que van a lo suyo, salir en la foto, y la educación es algo a largo plazo, pues les trae sin cuidado. Así que están cambiando otra vez los planes, y quitan la filosofía, que es fundamental. La gente piensa que la filosofía habla del sexo de los ángeles, pues no señor, habla de la ética, del respeto, la libertad, la vida, la muerte… ¡No me cabree usted, hombre, que estoy de buen humor!

El teatro de Marsillach fue reivindicativo, adelantado a su tiempo, fascinante. ¿Encuentra muchas sorpresas en el teatro actual, como espectador?

No, quizá por una razón. Creo que está casi todo hecho, y es muy difícil innovar. En el pop, por ejemplo, qué van a hacer, si los muchachos de Liverpool [los Beatles] en diez años lo hicieron todo. ¿Qué hay que mezclar los fandangos de Huelva con los cantos regionales de los esquimales? Todos los sonidos y ritmos ya están investigados. ¿Y en pintura? ¿Qué tienen que exponer, una cabra disecada con un botijo al revés? Hace poco me decían: Miguel, nunca más habrá en literatura una obra maestra, como El Quijote, Madame Bovary o el Ulises de Joyce… En el fondo son cuatro cosas: la vida, la muerte, el sexo, el poder y lo que se deriva de eso, como los celos, el dinero… Dime en qué se diferencia la bestialidad de Putin y la guerra de Ucrania con las Guerras Médicas. Seguimos siendo igual de bestias, no ha cambiado nada, salvo que ahora la guerra se hace con misiles y drones, y antes con una lanza y a rajar cabezas. ¿A que tengo razón? Pues gracias, me quedo más contento.

Este proyecto surgió a partir de una idea de Blanca Marsillach. ¿Le costó convencerle, cuando le propuso embarcarse en esta aventura teatral?

No, y por varias razones. En primer lugar, yo el problema que tengo así a bote pronto para coger nuevos proyectos es que afortunadamente tengo menos fechas libres que Pavarotti en sus mejores tiempos. Hasta el 2024 tengo la agenda llena, sobre todo de cosas de teatro, pero tenía un hueco. En segundo lugar, yo solamente trabajé una vez con el señor Marsillach, brevemente, en una secuencia de una serie que protagonizaba él y realizaba el padre de Verónica Forqué, José María Forqué, que se llamaba Ramón y Cajal. Era un papel pequeñito. Y ahora gracias a Blanca, y a su empeño, tengo la oportunidad de trabajar con don Adolfo Marsillach, a título póstumo, porque estamos Blanca, unas proyecciones de Marsillach y yo, de manera que interactúo con él veinte años después de su muerte. Se me ponen los pelos de punta. Aparte de que recitamos unos versos clásicos inacabables, de Lope de Vega, Garcilaso, San Juan de la Cruz, unas coplillas anónimas del Siglo de Oro picantes, breves y graciosas…

Dice su compañera de reparto que «los clásicos son unos cachondos».

Pienso igual. Hay clásicos que eran unos siesos, pero concretamente estos eran unos golfos de mucho cuidado. Andaban todos de amores, poniéndose los cuernos, de duelos continuamente. Otra cosa es que se ponga místicos y maravillosos cuando llega la hora de hacer poesía. Los clásicos lo son porque nunca terminan de decir lo que tienen dentro. El Quijote es inacabable. Lo vuelves a leer y dices: por qué no me habré dado cuenta yo de esto. Shakespeare, como la Quinta de Beethoven, nunca saldrán del todo, por eso hay que repetirlos, a ver si de una puta vez salen. Es tanto lo que tienen dentro, se pueden hacer de tantas maneras… Homero lo contó todo y Shakespeare lo remató. Solo nos queda decirlo de otra manera, como hacía Chiquito de la Calzada con los chistes. Pero bueno, también está el mercado, y te dicen: no, tiene usted que contarlo para que tenga audiencia, como todo el mundo. Yo conozco a mucha gente de la música a la que el mercado les obliga. Lo que se lleva es esto, les recuerdan. El mercado impone las reglas.

¿Los índices de audiencia le estresan?

No, pero prefiero que las cosas que hago tengan audiencia. Me gustaría que una serie como Sentimos las molestias tuviera cinco temporadas pero no me juego el dinero. A veces soy coproductor de las funciones de teatro y entonces pues sí me interesa que se llene el teatro, para recuperar lo que hemos invertido. Por otra parte tengo que reconocer que tengo mucha suerte y nos metemos en proyectos teatrales en los que si está, por ejemplo, Julia Gutiérrez Caba, pues hay muy pocas posibilidades de que fracasemos. Pero bueno, como dice Woody Allen: si se supiera dónde está el éxito del cine o del teatro lo harían los bancos.

¿Cuáles son las principales armas de Blanca como actriz?

Blanca es una mujer encantadora, peleona, simpática, emprendedora. De casta le viene al galgo. Su padre hizo este espectáculo, que yo no llegué a verlo, con María Jesús Valdés y Amparo Rivelles. Lo que ha hecho ahora Mario Gas, que dice que esta es una obra sencilla, que no simple, es repartir lo que hacían las dos actrices entre Blanca y yo. Es emocionante ver a Blanca cuando se vuelve hacia la pantalla y habla con su padre. Yo sé cómo lo quería y le admiraba, y si no me pongo a llorar durante la representación es para no dar el espectáculo, porque es una cosa sobrecogedora. Además es elegante y guapa. Lo que pasa es que es mayor para mí, sino me casaba con ella (risas).

Su carrera contempla una larga lista de trabajos tanto para el cine, el teatro como la televisión. En cualquier caso, ¿puedo decir que el teatro es su ojito derecho?

Debes decirlo. El cine es el arte del director, que con el montador concluyen tu trabajo: te quitan, te manipulan, hacen lo que les da la gana y ahí no tienes nada que decir. Llevo 100 películas y tengo muchos ejemplos, como el de una coproducción con Checoslovaquia en la que el director quería que tocara el órgano, siendo mi personaje ciego. Me pusieron un profesor y estuve seis o siete meses ensayando para tocarlo, el órgano y también el clavecín. Lo toqué, eh, delante de la cámara, con unas lentillas blancas, pero la película quedaba larga. ¿Qué se fue al cubo de la basura? Pues mis conciertos.

¿No salió esa escena?

Ni esa ni otras. Pero eso es muy frecuente, como también lo es que desaparezcan personajes. Una vez estuve dos noches metido en un arroyo, pasando frío, y lo mismo, al final se quitó. Cuando fui a ver la película pregunté: ¿Y lo del arroyo? ¡Váyase usted a la porra! En el teatro el que manda soy. El teatro es verdad y el cine es mentira. La prueba es que hay muchos actores que no son actores, y chicas guapas que no son actrices. Repiten, repiten y repiten hasta que cuela. Lo hacen cromo a cromo. Si cine ha hecho hasta un perro, Rin Tin Tin, ¿te acuerdas?

¿El teatro debería ser obligatorio en los colegios?

Claro que sí, porque es la mayor escuela del mundo. Y lo es por un montón de razones: por el trabajo en equipo, te quita miedos, te obliga a aceptarte físicamente, a hablar en público, practicas la memoria, aprendes a equivocarte… Y no pasa nada, te equivocas y lo vuelves a hacer. Esto nunca sale, la mejor representación es la siguiente. Aparte de que te enseña quién era Sófocles y Chéjov, que no viene nada mal.

¿Qué miedos le quitó a usted?

Una patológica timidez. Yo era muy tímido, muy delgadillo, con gafas de culo de vaso, torpe, miedoso, retraído, en fin, una mierda de niño. ¡Qué pena me da aquella criatura! Y bueno, me subí al teatro siendo muy chiquitito, en el colegio, yo pensaba que se iban a reír, y no lo hicieron, con lo cual me puse más derecho. Cuando me aplaudieron dije: tan tonto no soy, en vista de lo cual me puse a gritar y al final me sacaron a hombros.

¿Qué buscaba en el teatro cuando empezó?

Empecé haciendo adaptaciones de los cuentos de Guillermo Brown en el recibidor de la casa de mi abuela, y no sé, buscaba divertirme. Me fascinaba el cine pero no podía hacerlo porque no tenía ni siquiera una cámara de súper 8, así que hacía adaptaciones con mis hermanos y mis primos. Cuando ya entré en la universidad y formé con otros insensatos un grupo de teatro independiente, en la época de Franco, buscaba cambiar el mundo. ¡Anda, desde el escenario! Tengo cara de idiota pero no lo soy, y me di cuenta hace mucho tiempo que el teatro, el arte, no cambia el mundo pero cambia personas, y estas cambian el mundo.

No le vendría mal un cambio a este mundo.

¿Y qué más podemos hacer, aparte de echar una mano, acoger a refugiados y denunciar la bestialidad de lo de Ucrania? Los políticos sensatos están haciendo lo que pueden.

Antes contó que en su agenda hay proyectos hasta 2024. Lleva un ritmo laboral que ya quisieran para sí muchos jóvenes.

Bueno, hay jóvenes que con 17 años los cogen en un casting y ya son estrellas mundiales. Suelen durar poco, porque si no hay mata no hay patata. Y sí, llevo un ritmo duro que muchos jóvenes no aguantarían, por flojos. Los veteranos somos mucho más duros. Lo veo en los rodajes. Los mayores estamos de pie y los jóvenes, cuando dicen ‘5 minutos’, se quejan: ay, qué cansado. Se quieren ir, se cansan, se aburren…

Muchos amigos suyos le recuerdan una de sus cualidades, la de desdoblarse, como hacía en Amanece, que no es poco. ¿Se divirtió en aquel rodaje?

Tengo amigos que dicen que soy capaz de estar en dos sitios a la vez y otros que afirman: sois trillizos. En Amanece, que no es poco me divertí, y además con un amigo como era José Luis Cuerda. Con él ya había hecho una película que me gusta más que Amanece…, que es Total, del mismo estilo. Cuando rodábamos, muchos que ya no están, como José Sazatornil, Rafael Alonso o Cassen, me preguntaban: oye, ¿a ti te pagan? No recuerdo quién decía: nos echan de España, nos echan de España. Creo que el actor que más trabajó con Cuerda he sido yo y lamentablemente no pude hacer La marrana o Así en el cielo como en la tierra, porque estaba con otras cosas.

Pocos actores pueden presumir haber trabajado con tantos grandes directores.

Tampoco me acuerdo...

Garci, Chávarri, Camus, Trueba, Borau, Fernando Fernán Gómez, Saura, Berlanga…

Aprendí de todos y de todo. Se aprende de todo, si quieres aprender. «En esta vida solo da tiempo a ser amateur», decía Chaplin. Cuando te crees que ya sabes tocar el acordeón tienes 97 años. Mi madre que era muy lista, y que murió hace poco, con 99 años, decía que este mundo está lleno de cerdos satisfechos, de gente que dice: a mí, qué me van a enseñar si ya lo sé todo. La sabiduría te la da el talento y la experiencia.

El pasado viernes se estrenó la serie Sentimos las molestias (lo nuevo de Movistar+), que coprotagoniza junto a Antonio Resines. ¿Qué le enganchó a este proyecto?

Es un proyecto que nace de mi afición a la música. En Vergüenza (2017), serie en la que hacía el padre de Malena Alterio, daba la lata con la música, porque tenía entradas para la ópera y conciertos. No hagáis más planos porque no llegaré, les decía. Entonces los dos directores, Juan Cavestany y Fernández Armero, los mismos de Sentimos las molestias, me mandaban alguna secuencia para que les sugiriera algunos temas de música clásica poco conocidos. A partir de ahí un día me llaman: Se nos ha ocurrido una idea de un director de orquesta que… ¡Qué bien, por fin voy a dirigir una orquesta! Un sueño mío es dirigir una orquesta en el cine. No, no, eso sería lo lógico, tú vas a ser el viejo rockero. Me cago en la leche. El director de orquesta es Resines. Y claro, trabajar en una serie en la que uno sin querer forma parte del germen… La serie está llena de cosas de nuestras relaciones con los ligues, con nuestras parejas, el paso del tiempo…

¿Qué supone para usted el paso del tiempo?

Ahora todo se ha prolongado. Hasta los 40 años los chicos no se van de casa de sus padres. Yo tengo 79 tacos. Voy a correr por las mañanas, con pantalón corto y una camiseta que pone I love New York, y nadie dice adónde va ese viejo, entre otras cosas porque también hay un montón de gente mayor corriendo. ¿Es un viejo Mick Jagger? Pues tiene 80 tacos. ¿Y Paul McCartney? ¿Pepe Sacristán? Esto ha cambiado. La única manera de tener una larga vida es envejeciendo. Eso de quitarte la cara y ponerte botox es una gilipollez. Lo importante es tener salud. Lo único jodido es que sabes que te queda poco de estar aquí. Hace dos años pasé el covid y lo pasé muy mal, no tanto como Antonio Resines, pero estuve muy mal dos o tres días. Es la primera vez que enfermaba, tengo una salud de hierro, y algunos periodistas me preguntan: ¿Qué ha significado para ti?, ¿te ha modificado la visión de la vida? Vamos a ver, si yo hace mucho tiempo que sé que me voy a morir. No me pilla de sorpresa, es más, sé que estoy más o menos en la edad. No pasa nada aunque prefiero estar aquí dando el coñazo. Sé que me moriré y que, como decía Juan Ramón Jiménez, los pajarillos seguirán cantando. Mientras tanto a dar la lata, a vivir como si fuera inmortal y que la muerte me pille viviendo.

Su colega Antonio Resines, en su primera entrevista en televisión tras salir del hospital, ha confesado los terribles delirios que sufrió mientras estuvo ingresado por coronavirus. Luchó contra los franceses, le enterraron en la Puerta de Alcalá y llegó a pedir que le mataran. ¿Usted también vivió episodios similares?

No, lo mío fueron dos días, que estuve fuera de combate, con mucha fiebre. Me desperté en el hospital y pedí si me estaba muriendo. Cogí una neumonía y estuve 23 días ingresado hasta recuperarme del todo. Lo único que me quedó fue una especie de extraño cansancio. Tuve que echarle ovarios, porque con esa fatiga, parecida a si me hubieran inyectado un relajante, tuve que ponerme a ensayar Los asquerosos.

¿Alguno de sus amigos se ha declarado negacionista?

Dejaría de ser amigo. Conozco a alguien negacionista, y no me entra en el coco. Yo estudié Medicina, y qué quieren, que vuelva otra vez la lepra. ¿No hay que vacunarse? Discutir esto a estas alturas, en el siglo XXI. Y qué decir de los terraplanistas. Hombre blanco no entender.

¿Sigue el culebrón de Will Smith, que empezó con el bofetón y ha acabado con su ingreso en una clínica por estrés y una sanción de 10 años de la Academia ?

Lo he seguido desde lejos. La verdad que me da igual, como si se operan todos. Pero bueno, muchacho, habrías quedado mucho mejor si cuando sales a recoger el muñeco dices: por cierto, que conste que el chiste que ha hecho sobre mi mujer es de un mal gusto… Rogaría que no se vuelva a repetir ni con ella ni con nadie. Hubiera quedado como un señor, con todo el mundo en pie aplaudiendo. Hay tontos por todas partes, uno diciendo un chiste inapropiado y el otro haciendo lo que hizo. ¡Que se vayan a la porra!

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