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Una segunda vida para la lana mallorquina

Diseñadores, artistas, particulares y reconocidas empresas locales empiezan a utilizar la materia prima procedente de ovejas autóctonas, una factoría natural con mucho que ofrecer. Sin embargo, el Govern no mueve ficha para crear un centro de procesado

Gemma Salvador y Eugenia Marcote, de Llanatura, con un huso de hilar lana Alejandro Crespí

Las nubes en el campo que son las ovejas mallorquinas y, sobre todo, su «factoría natural de lana», como dice Llanatura, comienzan a ser valoradas por diseñadores, artistas, particulares y empresas locales muy reconocidas a nivel internacional en el sector de la moda y el calzado. Las dos razas autóctonas, la blanca y la rotja, habían sido olvidadas durante las últimas décadas debido a que la consolidada industria textil fue relegada en beneficio del turismo, por lo que fabricar mantas y otras manufacturas dejó de interesar. El nuevo impulso viene dado por la pequeña productora Llanatura, formada por la ambientóloga Gemma Salvador y la artesana Eugenia Marcote; y gracias a la difusión de la activista y creativa Tatiana Sarasa (OS79) y quienes recuperan los antiguos oficios, como La Escuela Artesana, de la mano de Araceli Iranzo.

Se han sumado entusiastas a la utilización de la lana producida en Mallorca las artistas Adriana Meunié y Regina Dejiménez, los creadores de la residencia Casa Balandra, las diseñadoras de moda Cecilia Sorensen, Gaadart (Gabriela Sans) y Accidente con Flores y las tiendas de artesanía de Son Moragues, La Pecera, Just Sant Elm y Kimaya. Adquieren a Llanatura la materia prima o los productos ya elaborados, como por ejemplo las porqueres que el zapatero Toni Reynés fabrica en su taller de sa Pobla, alfombras, tulipas para lámparas y fundas térmicas para botellas; y muchos particulares les compran fieltro de diferentes grosores para hacer sus propias creaciones.

En Open Studio 79 también hay demanda, principalmente de ovillos de lana mallorquina para tejer, la especialidad de Tatiana Sarasa. «Los hago por encargo, a muy pequeña escala, y el último ha sido una lana hilada y teñida por mí de forma natural con hoja de olivo, que he mezclado con un poco de seda». Se lo ha pedido una diseñadora, que convertirá este hilo en un vestido de novia. La artesana cuyo taller se ubica en Santa Catalina tiene en marcha además una «precolaboración con la firma de moda Datura, que quiere fabricar prendas con lana autóctona»; y le gustaría «poder teñir más ovillos hechos aquí».

Sus clientas los prefieren porque «poco a poco, hay cada vez una mayor concienciación sobre la necesidad de recuperar valores y técnicas tradicionales que están perdiéndose». Y quienes buscan este producto, ya sea la materia prima o procesado, saben que la lana natural «tiene beneficios que no ofrece la acrílica o mezclada, como que es antibacteriana, por lo que no huele, y autorregula la temperatura corporal».

No obstante, la administración «no otorga a la lana mallorquina la importancia que merece, como sí ha hecho a nivel gastronómico», según compara en referencia a la existencia de las denominaciones de origen de vino y aceite, que son promocionados desde el ámbito público. Sarasa destaca que «el momento actual es idóneo para apostar por la economía circular en el ámbito textil. Ya sabemos lo insostenible que es producir tan lejos como en los países asiáticos, pero en los últimos tiempos se ha añadido el aumento del coste del combustible para el transporte», argumenta.

E incide en que la isla tiene la oportunidad de recuperar y potenciar «un recurso que está siendo quemado en las fincas agrícolas debido a que no le dan el valor que tiene», lamenta sobre el final de los vellones de ovejas tras el periodo de la esquila, que empieza el próximo mes.

«Vuelva usted mañana»

Las impulsoras de Llanatura, un proyecto que nació durante el confinamiento por la pandemia, han llamado a todas las puertas de la administración autonómica. «Presentamos nuestra propuesta de crear un centro de procesado de lana a los departamentos del Govern involucrados y todo el mundo nos dijo: ‘qué bonito, pero no puedo hacer nada porque se escapa de mis competencias’», cuenta Gemma Salvador. Ni tan solo han recibido por respuesta el clásico «vuelva usted mañana».

«Tendría que solucionarse con una visión interdisciplinar, ya que están implicadas las conselleries de Agricultura, Medio Ambiente e Industria. Incluso hay un área de Economía Circular, aunque cada una va por su lado», reprocha la ambientóloga. Y está segura de que «si el proyecto fuese para montar una empresa tecnológica o algo así, no habría problemas. Por 50 euros al mes tendríamos un despacho en Palma Activa, pero Llanatura va sobre cambiar el sistema productivo y eso aquí es la excepción».

Además de los impedimentos administrativos, están los legales a nivel europeo, que «dificultan mucho el procesado de la lana», ya que la normativa considera este recurso como «subproducto de origen animal no destinado al consumo humano», Sandach, en sus siglas en inglés. A pesar de que hay diferentes categorías, según la citada ley son residuos, por lo que la asociación Atelier Laines d’Europe, con 250 socios y de la que es miembro Llanatura, está luchando para cambiarla y «crear un nuevo sector más artesanal, menos industrial, pero activo y más viable en el actual contexto». En estos momentos, la normativa iguala el procesado de fábricas que manufacturan 70 toneladas de lana al día con empresas que hacen dos toneladas al año.

Fundació Es Garrover

La única puerta que se abrió para Salvador y Marcote fue la de la Fundació Es Garrover. «Estamos colaborando desde hace un año con Pere Quetgles, el gerente, y el resultado es muy satisfactorio porque nos beneficiamos todos», dice la primera sobre el trabajo que llevan a cabo en el espacio de esta entidad sin ánimo de lucro centrada en la inserción social y laboral de personas con trastorno de salud mental en la zona del Raiguer. En la fundación explican que participan en este proyecto piloto dándoles «apoyo tanto en infraestructuras como a través de la implicación de tres usuarias en todos los procesos: desde la recogida hasta la elaboración final de fieltros».

La socia de Llanatura añade que «el trabajo artesanal que realizan tiene un ritmo más pausado que el de otros empleos más estresantes para personas con este tipo de trastornos, por lo que los beneficios también son terapéuticos», destaca Salvador.

En la Universitat de les Illes Balears, la doctora en Fisioterapia Berta Paz se suma al interés por esta materia prima en el ámbito de la salud, ya que el equipamiento sanitario usado por los profesionales del ramo, como por ejemplo las escayolas y vendas, se fabrica con plásticos, compuestos y otros productos no naturales. La lana podría ser un sustituto perfecto, pero para ello hay que invertir en investigación y desarrollo. Quien aplica con éxito las propiedades naturales de la lanolina (la cera derivada de la lana) es la industria farmacéutica, que la utiliza como hidratante y en pomadas.

Por ahora, la Universitat balear ha colaborado con Llanatura en la exposición La llana: patrimoni, sostenibilitat i salut. De residu a recurs. Los que no la conozcan, podrán visitarla en la Diada de l’Agricultura Ecológica el 24 de abril en Porreres. La divulgación es un paso imprescindible para «dar a conocer y sensibilizar sobre este recurso, ya que hay gente que ni se plantea que podemos hacer lana en la isla», como afirma Araceli Iranzo. Aunque La Escuela Artesana que dirige va más allá de los conocimientos teóricos, porque los asistentes a sus talleres aprenden a fieltrar lana virgen mallorquina, como harán el 14 de mayo.

Seis fincas colaboran

La sensibilización también debe ir enfocada a los ganaderos para que dejen de quemar los vellones de las ovejas recién esquiladas. Los payeses que colaboran con Llanatura «están encantados al ver que la lana se aprovecha», pero por ahora son pocos, «seis fincas con entre 100 y 150 ovejas cada una». Necesitan más, solo de razas autóctonas y la poco común oveja negra, debido a que el color es muy apreciado en el mundo del diseño. Aún no les pueden pagar por la materia prima, ya que el proyecto lleva poco tiempo en marcha y no es rentable.

En cambio, hay una iniciativa similar en la península, aunque con una trayectoria más larga, que está «pagando un precio justo a los ganaderos». Se trata de Wool Dreamers, dedicados a la oveja merina de Castilla La Mancha, y Tatiana Sarasa los menciona para señalar que «cuando cada uno pone de su parte, todos acaban ganando». La empresa «procede de la antigua industria lanera del abuelo del fundador», cuenta la creadora de Open Studio 79, por lo que tiene las instalaciones que se necesitan para sacar adelante el proyecto artesanal, como por ejemplo una planta de lavado y procesado con una hilatura.

En Mallorca, los interesados en crear su propia lana lo hacen en sus modestos talleres y sin todas las herramientas adecuadas o acaban enviando a la península y el extranjero la materia prima para convertirla en ovillos. Está ocurriendo con la lana de oveja rotja, porque quienes valoran su calidad no quieren esperar de brazos cruzados a que el Govern empiece a mover la rueca.

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