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Opinión

Arte más arte es un plus, no un perjuicio

La fachada del hotel Artmadams pintada por el artista José Luis Mesas.

Vamos a jugar a la historiaficción. ¿Qué hubiera pasado si a Gaudí le hubieran hecho derribar la Pedrera, la Sagrada Familia o la Casa Batló bajo el argumento de que sus fachadas no se adaptan al decoro marcado por el entorno en donde se encuentran ubicadas? ¿Qué hubiera pasado si a Renzo Piano y a Richard Rogers no les hubieran dejado construir uno de los edificios modernos más emblemáticos de París, el museo Pompidou, situado en Beaubourg, por cierto, uno de los barrios más antiguos del centro de la capital? ¿O si a Ieoh Ming Pei le hubieran tirado por tierra su idea de construir una innovadora pirámide de cristal en el patio del antiquísimo y supuestamente conservador Museo del Louvre? Me atrevo a afirmar que seguramente estas ciudades, por poner solo dos ejemplos cercanos, no serían vistas como las urbes cosmopolitas, abiertas y modernas que son ahora.

Volvamos a Mallorca, febrero de 2022. Un edificio, no catalogado porque en su momento no se consideró con el valor patrimonial suficiente para serlo (por esto o por ineptitud, que cada uno elija el motivo que mejor considere), intervenido arquitectónicamente en años anteriores bajo las correspondientes licencias otorgadas por el Ayuntamiento de Palma, muestra con orgullo en su fachada un mural colorido realizado por un autor de reconocido prestigio en medio de un entorno lejos del casco histórico, vecino de los yates del cercano puerto, marcado por la presencia de edificios de notable diversidad estilística. Resulta que el edificio es un hotel en el que se decide, además, apostar por el arte y la cultura, mostrando en sus interiores una considerable colección de pintura. Los propietarios le cambian incluso el nombre, más acorde con su nueva declaración de intenciones, y lo rebautizan como Hotel Artmadams.

Ojalá pudiera acabar aquí la historia. Hubiera sido una bonita historia, a mi parecer. Hubiera sido, de hecho, la historia de cómo Palma comienza su camino para alejarse del provincianismo que no le permite avanzar al paso que una ciudad como ella debería. De una Palma que apuesta por la innovación y vence los miedos del «qué dirán». Una Palma con el valor suficiente para apostar por el arte, por la cultura, por los nuevos creadores, por la creatividad sin cortapisas. Una Palma que deja de perderse en la redacción de planes estratégicos teóricos y pasa de una vez a la acción.

Lamentablemente esto no es el final de la historia, sino el principio de la polémica. El Ayuntamiento de Palma, ese que tanto dice luchar por el fomento del turismo cultural, la desestacionalización y la cultura, considera que dicha intervención colorida en la fachada contraviene la normativa urbanística y por lo tanto se tiene que quitar.

No niego que es una situación controvertida y que hay argumentos válidos para cada una de las partes. No querría simplificar la dificultad del conflicto, pero sí intentar poner el foco en aquello que creo importante. El edificio no está protegido de manera específica. El argumento esgrimido por el Ayuntamiento de Palma hace referencia a una ley genérica que indica que en una intervención arquitectónica se tiene que guardar el ornato para no representar un perjuicio estético respecto al entorno urbano. ¿Quién dice que el mural de José Luis Mesas representa un perjuicio respecto a su entorno urbano? Entramos, por tanto, en el terreno de la interpretación subjetiva. Es evidente que se trata de un mural llamativo, pero dentro de la normativa también está contemplada la posibilidad de hacer excepciones siempre y cuando las intervenciones impliquen un incremento del valor patrimonial de la zona en cuestión. Es este el principio por el cual arquitecturas extravagantes como el puente de Calatrava en Bilbao pueden ubicarse en plenos centros urbanos.

El quid de la cuestión, por tanto, es si la intervención artística de José Luis Mesas le quita o le añade valor al edificio de Guillem Forteza, un edificio que por cierto no es ni el más significativo ni el más representativo de su estilo. Para mí no hay duda: sumar arte al arte es un plus, no un perjuicio. En mi opinión, el Ayuntamiento de Palma no solo debería permitir que el mural de Mesas pudiera quedarse, sino que además debería agradecer al hotel su iniciativa y ayudar a su conservación futura.

Desearía que la historia de una Palma sin complejos, abierta de miras, que sabe reconocer una oportunidad en lugar de tirarle piedras dejara de ser una fantasía. El talento no es solo de quien lo tiene, sino a veces, también, de quien sabe reconocerlo. Rectificar es de sabios, dicen. Ojalá que el Ayuntamiento de Palma recapacite y demuestre que lo es.

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