Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El gallinero

Ecos de muerte y Lorca

En la celebración que supone el estreno a lo grande – producción del Principal y puesta de largo en la sala magna - de un dramaturgo local - Xavi Uriz - se cuela en Tanatologia una reflexión de fondo, densa en el planteamiento ético, sobre la muerte voluntaria, el suicidio consciente, racional; y la obsesión, sempiterna, de querer manejar la vida ajena; un temazo (o temazos) que te puede dejar tocado por poco que domines el arte de la observación o los códigos introspectivos.

Expuesta la advertencia, vamos al montaje que ha dirigido Carlota Ferrer, empezando por lo mejor de la propuesta: el casting. Miquel Aguiló, Xavi Frau, Núria Sbert, Aina Zanoguera y Eli Tulián (un descubrimiento) defienden con nota un trabajo nada fácil, repleto de minas interpretativas, texturas diversas; una suerte de circuito de crossfit que transita las inseguridades y la ciclotimia de la mente y que se traslada al escenario a través de coreografías, espasmos, hipérboles, caricaturas y también momentos de intenso drama. De Caterina Alorda, protagonista, tan solo decir que está como siempre, impecable. Y mención aparte merece Xisco Segura, una bestia que vuelve a demostrar que es de lo mejor que tenemos en nuestro entorno, esta vez desplegando un catálogo superlativo de recursos; bailando, corriendo o retorciéndose mientras juega a ser Dios, ahí es nada.

Más allá de las interpretaciones, me convenció, en general, la estética, futurista ma non troppo con toques ‘fucsia’ y algo kitsch; aunque relacionado con eso – y aquí vamos con lo que no acabé de encajar o entender -la pieza contiene elementos que se empiezan a ser insistentes en las producciones contemporáneas, a modo de tendencia o moda: el uso de la cámara y los travellings o la música en directo (casi siempre una guitarra eléctrica) por poner dos ejemplos. Tampoco acabé de captar la eficacia de mostrar el escenario desnudo y - apartando la forma y volviendo al fondo - reconozco incapacidad para aprehender el sentido de la escena final. Al respecto tengo una teoría, solo faltaría, pero no me atrevo a expresarla aquí.

Lo que está claro es que estamos ante una apuesta valiente, que se sale de pista y que merece ser contemplada, vivida, como algo más que una experiencia teatral.

Algo más canónica es la aportación de Alberto San Juan al universo-Lorca, también explorado en los últimos tiempos por Juan Diego Botto, Carmelo Gómez o Pep Tosar.

En Lorca en Nueva York, que recaló este fin de semana en el Teatre del Mar, el actor exhibe carisma, se disfraza de chansonnier, declama con precisión y se hace acompañar por unos músicos extraordinarios para recorrer la etapa americana del genio y, de paso, recordar, la vigencia de un discurso y un arte irrepetible. Belleza y oficio ante una sala a rebosar de gentes con buen gusto.

Compartir el artículo

stats