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CINE. CRÍTICA

Más locura (y temazos) todavía

El director, productor y actor británico Garth Jennings ha dirigido videoclips para músicos como Fatboy Slim, Blur, R.E.M. o Radiohead, ha salido de zombi en Zombie’s Party y ha firmado un par de películas de acción real en las que la que la mezcla de géneros resultaba fundamental (como ocurría en El hijo de Rambow o la difícil adaptación de Guía del autoestopista del espacio). Ahora, en una nueva vuelta de tuerca, se ha pasado a la animación con ¡Canta!, un musical de la factoría Ilumination (la de los Minions y GRU: Mi villano favorito ) que en su primera parte logró configurar una nómina de personajes de lo más entrañables a ritmo de populares canciones pop y rock. Ahora, en su segunda parte, se amplía todo el universo que se había construido alrededor del koala Buster Moon y la mítica iguana con el ojo de cristal la señorita Crawley para montar un espectáculo más grande, e incluso puede que mejor, pero no solo porque la parafernalia alcance límites insospechados en esta ocasión, sino porque todo funciona como un reloj, como una máquina bien engrasada en la que los gags caen en el momento oportuno, hay instantes para la ternura, la batería de hits resulta apabullante y la velocidad a la que ocurre todo, así como su explosión de colores y texturas, parece confeccionada para provocar casi un shock psicotrónico.

Afortunadamente, además de ser una película prefabricada, se guarda bajo la manga alguna sorpresa que sirve para demostrar que uno de los secretos para hacer una buena película de animación infantil es siempre dejar un pequeño espacio a la locura.

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