Diario de Mallorca

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Entrevista
Josep Massot Autor de 'Joan Miro sota el franquisme'

«Joan Miró se refugió en Mallorca para ser invisible al franquismo»

«Es falso el cliché del pintor alejado de la realidad histórica y que no se implicaba» u «La exposición del MoMA le salvó, le hizo intocable»

El periodista e investigador Josep Massot, ayer, en la Fundació Miró de Palma. | MANU MIELNIEZUK

Tras la biografía Joan Miró. El niño que hablaba con los árboles, el periodista cultural Josep Massot (Palma, 1956) publica ahora Joan Miró sota el franquisme, donde narra «la lucha feroz del pintor por mantener su arte en la innovación permanente y esquivar las presiones del régimen franquista». Pero el investigador mallorquín no ha regresado a la isla solo para hablar de su libro, sino también porque le han nombrado patrono de la Fundació Miró y porque hoy da una charla en las Converses de Can Alluny sobre Robert Graves y su relación con el cine.

¿Vivir en Mallorca permitió a Miró alejarse del régimen?

Se refugió aquí porque tenía miedo de que se produjera una delación en Barcelona y acabar en un consejo de guerra por haber colaborado con la República. Él hizo el cartel de Aidez l’Espagne y el mural El Segador, que exhibió junto al Guernica de Picasso en el pabellón de la República durante la Exposición Internacional de París. Por algo así ya te hacían un consejo de guerra, como ocurrió con su amigo Joan Prats, que pasó ocho meses en la Modelo. En un principio, se refugió en la masía que tenía su hermana en Vic, pero después vino a Mallorca, donde podía ser invisible al régimen, ya que no le conocía nadie. Quería dejar pasar el tiempo hasta que se calmase el asunto y se olvidasen un poco de él. Aquí estaban sus suegros, que les alquilaron una casa en Cala Major, y durante los años 50 compraron Son Boter.

¿Le interesó vender la idea de ermitaño en su taller para que le dejasen en paz?

Él realmente era una persona introvertida, que hablaba poco y le costaba comunicarse. Siempre estaba concentrado en su trabajo. Sin embargo, es verdad que se aprovechó de ese hermetismo y aislamiento para que le dejasen en paz y evitar visitas inoportunas en aquella época. Eso no significa que no estuviese pendiente de lo que ocurría durante la dictadura. En el libro desmiento el cliché de Miró como una persona alejada de la realidad histórica y que no se implicaba. Fue todo lo contrario, desde el fusilamiento de Lluís Companys hasta el holocausto, mayo del 68, el asesinato de Puig Antich, el de Carrero Blanco...

¿A través de sus cuadros?

No son cuadros políticos, sino pasados por su tamiz. Lo que él hace es transmutar lo que ocurre en el exterior, que está presente en sus lienzos, incluido el baño de Fraga en Palomares. Lo refleja a su manera. Siempre decía que no era abstracto, sino que todo lo que pintaba existía. Cogía un detalle de la realidad que le llamaba la atención y lo trasladaba de forma particular a sus cuadros.

¿No se dejó instrumentalizar por la izquierda en el exilio?

Ni por la izquierda ni ninguna otra ideología, y mucho menos el franquismo, pese a las presiones. Pero sí participaba en la alianza antifascista y se llevaba bien con todo el espectro político, incluida la democracia cristiana, el comunismo y el anarquismo. Aunque hoy parezca mentira, en aquella época eran capaces de ponerse de acuerdo con rivales para lograr un objetivo común. Miró trabajó con artistas comunistas como Picasso y Tristan Tzara, trotskistas como Benjamin Péret y, en los años 70, cuando nació el sindicato CCOO y comenzaron a encarcelarlos, él les apoyó con sus cuadros. A los que estaban represaliados por la policía política del franquismo también les ayudaba vendiendo cuadros para pagarles las multas. Incluso hizo un cuadro a Allende.

«He sido honrado y no he sido una puta», respondió Miró a un periodista en una retrospectiva. ¿Resume lo que usted explica?

Exacto. Él buscaba ante todo la sinceridad y ser comprometido con el resto de la humanidad.

¿Sus marchantes y amigos extranjeros le permitieron salvar sus penurias económicas en los primeros años de dictadura?

Al principio fue terrible. Pilar Juncosa decía que hasta que no se abrió la frontera con Francia en 1948, no pudieron comprarse ni un traje. Miró no vendía ni un solo cuadro, ya que aquí sus obras no eran aceptadas en absoluto. Tenía incluso dificultades para comprar material de pintura, por lo que en aquellos años se dedicó mucho a la cerámica, aunque también por fatiga del lienzo. Vivía de lo que le daba su familia política y lo que le enviaban procedente de la masía. Cuando Hitler se suicidó en 1945, Franco comenzó a maquillar un poco su régimen para evitar ser derrocado por los americanos y las democracias europeas, por lo que el franquismo tentó a Miró para que expusiese en Madrid, aunque siempre se negó, pese a sus penurias económicas.

En el extranjero sí expuso.

Eso le salvó. En París conoció a James J. Sweeney, comisario del MoMA, y en 1941, un año después de que Miró se trasladase aquí, le organizó una antológica con los cuadros que había repartidos por EEUU, debido a que no podían usar los de Europa, ya que estaban en plena guerra. Los americanos no habían entrado en combate, pero estaban estupefactos al ver, entre otras muchas cosas, que Hitler quemaba los cuadros de los artistas de vanguardia. Era como los talibanes ahora. La exposición del MoMA provocó que Joan Miró fuese bastante intocable para el franquismo. Lo contrario hubiese sido un escándalo internacional, aunque en el 41 Franco todavía creía en la victoria de Hitler.

¿Los galeristas nazis que se refugiaron en España vendieron obra suya?

No. Miró no quiso participar ni en la Escuela de Altamira ni en las exposiciones de la galería de Karl Buchholz. Como en España no se ha realizado ninguna revisión de la memoria histórica del régimen, tampoco se ha dicho de dónde procedía el capital. Cuando los aliados ganaron, los falangistas más letrados, cansados del arte académico y simplón de la época, impulsaron un arte innovador, que fue galvanizado por un pintor llamado Mathias Goeritz. Llegó a Madrid en 1947 y decía que era un judío antinazi. Puedes creértelo, pero los servicios secretos aliados (la OSS y el Mi6) le investigaban, como a otros muchos nazis que se escondieron en España trayendo aquí su capital. Por su parte, Karl Buchholz fue comisionado de Goebbels para conseguir divisas vendiendo las obras de arte que habían expoliado en Alemania y montó su galería con capital de las empresas nazis protegidas por Franco. Su socio era Erich Gaebelt, antiguo responsable de la Legión Cóndor, la que masacró Guernica.

Reivindica la figura de Pilar Juncosa. ¿Está infravalorada?

Hay una visión misógina de ella, relacionada únicamente con las labores domésticas, pero era Pilar quien protegía a Joan Miró del mundo exterior, era su guardiana y su gran apoyo cuando el artista sufría depresiones. Se abismaba en estados de ánimo negativos y, si no hubiese sido por su mujer, él no hubiera tenido la estabilidad necesaria para pintar.

¿Qué admira más de Miró?

Su eterna juventud, su eterna voluntad de no estancarse, tratar de conquistar nuevos espacios creativos y, principalmente, su generosidad, su bondad y visión humanista, donde todas las razas y culturas son iguales, además de su amor a la naturaleza.

¿Qué fue Mallorca para él?

La tranquilidad, el mar y la luz. Trabajar en paz en un taller hecho a su medida, el taller Sert, lo que había soñado toda su vida.

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