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«Los artistas de los años 30 en Mallorca asentaron la idea de paraíso que vende el turismo»

‘Diari d’un pintor a Mallorca’, de Francis Caron, se edita en catalán por primera vez desde su publicación en 1939 - Eduard Moyà es el traductor

El traductor de ‘Diari d’un pintor a Mallorca’, experto en literatura de viajes sobre la isla. | FRANCIS CARON

Para un experto en literatura de viajes sobre Mallorca en los siglos XIX y principios del XX, nombres como George Sand, el Arxiduc, Gertrude Stein, Albert Vigoleis y Georges Bernanos «están muy manidos». Eduard Moyà quería encontrar algo más para su tesis y recorrió infructuosamente todas las bibliotecas de la isla. Mucho más sencillo fue su hallazgo en la British Library (Londres), ya que escribiendo solo Majorca y travel, apareció en el catálogo el libro Majorca. Diary of a painter, de Francis Caron, publicado en 1939. «Fue como abrir el canterano de mi abuela, que vivía en El Terreno en aquella época, y descubrir el diario de un viajero que residió allí durante un tiempo hace 80 años», compara. De eso hace una década, pero recientemente llegó otra sorpresa cuando desde Moll Nova Editorial, Tomeu Canyelles le propuso traducirlo al catalán, porque él también lo conocía en inglés y veía «muy interesante» acercarlo al público isleño.

Diari d’un pintor a Mallorca será presentado el miércoles 15 en la librería Quars y los lectores encontrarán «un relato fresco con la mirada de un adolescente que muestra la transición de una isla visitada desde un punto de vista romántico a un entorno cada vez más turístico», afirma. Según el experto, «este libro es de los que tiene más enjundia del corpus de viajeros que escribieron sobre la isla», debido entre otras cosas a que «el mismo autor conjuga las dos miradas: el pintor que quiere retratar escenarios románticos, pintorescos, como en la tradición oriental; y que al mismo tiempo no quiere perderse el incipiente ambiente turístico que empieza a ofrecer El Terreno». Los artistas y viajeros que vinieron a Mallorca antes de la Guerra Civil «tenían sobre todo una visión utópica de la isla, era un lugar que reflejaba su fantasía de lo que es el paraíso, aunque el mundo se derrumbase a su alrededor, y sin darse cuenta, asentaron la idea de paraíso que vende el turismo».

La reflexión de Eduard Moyà llega hasta la actualidad, porque la industria del ocio «explota la ilusión de que aquí puedes hacer realidad tus sueños, bien seas un excursionista, un aficionado a la bicicleta, un cineasta o lo que sea. La semilla de que la isla tiene que ser un paraíso a tu disposición se gestó en los años 30, cuando los artistas venían a sitios como por ejemplo El Terreno, creaban y les dejaban hacer lo que quisieran», resume el doctor en Literatura y profesor de la UIB.

Francis Caron utilizó la Palma de intramuros y la rural «como fuente de inspiración» y por ello los numerosos dibujos del diario muestran callejuelas de la ciudad, la Catedral y casales del centro histórico, lugareñas y alguna que otra escena festiva; mientras que El Terreno era «el lugar de acción y diversión, donde experimentar y vivir de espaldas a la realidad circundante, en los albores de una Guerra Civil y otra Mundial», en palabras de Moyà. El traductor está muy sorprendido de que, «a diferencia de la narrativa de otros viajeros de esa época, donde hay una visión crítica o postura política de lo que está ocurriendo, Caron no pasa ni de puntillas por este tema. Lo único que parece interesarle es su aprendizaje artístico, sensual y sexual», añade sobre quien también retrató a numerosas mujeres desnudas.

El artista se mimetiza tanto con la cultura local que al final del libro aprende el idioma, viste con alpargatas y lleva una senalla. Sin embargo, llegó la guerra y nunca más se supo. Su editor fue Paul Frischauer, un judío que logró huir de los nazis, por lo que una teoría de Moyà es que Francis Caron es un pseudónimo, también tuvo que escapar y, tal vez, su vida acabó en un campo de concentración.

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