Felanitx acogió ayer la decimotercera edición del festival 12 hores de glosa, un evento anual que reúne a glosadores de todo el territorio lingüístico catalán. Es el quinto que se celebra ya en la isla y el primero tras el surgimiento de la covid. El virus condicionó inevitablemente su desarrollo, forzando a dispersar a los más de setenta glosadores inscritos y a su público por diferentes bares del pueblo en la parte más popular del festival, el correbars. Había una línea muy fina entre la fiesta y el sentido de la responsabilidad, pero los asistentes la supieron navegar de forma ejemplar.

Durante todo el día, desde la primera actuación en la plaza de sa Font a las 11 de la mañana hasta el fin de fiesta en el parque municipal de sa Torre a las 11 de la noche, la glosa inundó calles y plazas y sobre todo los bares, adonde ríos de gente acudía durante la tarde siguiendo a los glosadores.

Las expectativas de la organización, a cargo de la asociación Glosadors de Mallorca, se colmaron con creces. «Estoy orgulloso del pueblo», declaraba Miquel Servera, ‘Boireta’, en los compases finales del festival. ‘Boireta’ es el glosador más destacado de Felanitx actualmente y un hombre muy comprometido con la promoción de la glosa en la isla en general y en su pueblo en particular. Parece que la intensa actividad llevada a cabo los últimos años –en ‘Boireta’ imparte un taller de glosa desde hace cinco en el llogaret de Cas Concos, además de escribir una glosa semanal en el Felanitx, el periódico local– y las últimas semanas llamando al pueblo a acudir al evento surtieron efecto. «Ha sido una fiesta sana y muy, muy guapa», dijo.

La actuación matinal con la que arrancó el festival –más sobria y formal de lo acostumbrado en las glosadas– sirvió como acto de bienvenida y como muestra de las diferentes formas de glosar de cada uno de los territorios, sorprendentemente diferentes pese a su proximidad geográfica. A diferencia de la glosa mallorquina, cantada a capella, los glosadores catalanes salieron al escenario en compañía de ukeleles, acordeones o flautas, ofreciendo un espectáculo marcadamente más musical que el mallorquín, cuyo encanto reside precisamente en su desnudez, la importancia de las letras y la agilidad mental requerida para pensarlas en pocos segundos.

Las menorquinas –se trataba de tres mujeres– ofrecieron un espectáculo a medio camino entre una y otra propuesta: glosaban acompañadas solamente de una guitarra que marcaba la tonada. Este primer recital fue una viva prueba de los profundos cambios que el mundo de la glosa viene experimentando. En un arte tradicionalmente masculino fueron las mujeres quienes acapararon el protagonismo: no solo fueron mayoría entre los glosadores sobre el escenario, sino que el feminismo fue uno de los temas recurrentes en las glosas de ellos y ellas. En Mallorca contamos con un ejemplo inmejorable de esta ola de glosadoras: la manacorina Maribel Servera, Servereta.

Precisamente sobre qué temas debe tratar la glosa y cómo aproximarse a ellos versó la mesa redonda Glosa i tabú, reunida en la Casa de Cultura al mediodía. El debate contó con la presencia del periodista y escritor valenciano Josep Vicent Frechina, experto en cultura mediterránea y especialmente en glosa, y de la bertsolari –así se denominan los glosadores en Euskal Herria– Maialen Akizu Bedigain, profesora de la Asociación Bertsozale de Guipúzcoa. En Euskadi los bertsolaris han sido capaces de congregar hasta 15.000 personas en sus glosadas y han logrado espacio para el bertso en el temario de muchos centros educativos, una idea que comparten ahora los glosadores mallorquines y que hace apenas dos décadas era del todo impensable.

Entonces, al inicio de este siglo, la glosa palidecía en Mallorca. La cadena de transmisión se había interrumpido, apenas quedaban unos pocos glosadores de picat –los que improvisan sobre el escenario– y todo apuntaba a una lenta agonía hasta su desaparición. Todo cambió con la irrupción de Mateu Xurí, un glosador de Santa Margalida que recogió la tradición directamente de la boca de los más mayores y se propuso, junto a otros glosadores de su generación, recuperar y prestigiar este viejo arte, uno de los que mejor definen la idiosincrasia y la cultura de la isla.

Los glosadores catalanes en el concierto de la mañana de ayer en Sa Font. | X.AGUILÓ

«La glosa tiene mucho camino»

Entre la multitud, tras haber glosado con su pequeña hija en brazos en el centro de un gran corro, preguntado por este diario si entonces, en la década del 2000, habría imaginado un acontecimiento como el de ayer, sacudía la cabeza y repetía: «La verdad es que no. No nos lo habríamos creído». ¿Puede la glosa recuperar su peso específico en la sociedad mallorquina? ¿Cuál es su techo? «No hay ningún techo», declaraba Mateu Xurí. «La glosa tiene mucho camino por hacer. Queda mucha gente a quien mostrarle todo este mundo, que al final es el de la palabra, el lenguaje y el acto comunicativo, una de las cosas que nos hace personas. Eso no puede tener techo».

Al cierre de esta edición, la gran glosada continuaba en el parque, donde las doce horas amenazaban convertirse en catorce o dieciséis.