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Con ciencia | Dimorfismo dental

Cráneo reconstruido de Ar. ramidus.

Los enormes caninos que exhiben los machos de casi todos los simios han sido interpretados como uno de los principales signos del dimorfismo —la diferencia— entre machos y hembras que sustentó el sistema social basado en un macho alfa, las hembras que le dan la descendencia y los pequeños que permanecen en el grupo hasta casi la edad adulta, cuando sus propias necesidades de apareamiento les llevan a formar nuevos grupos. Con numerosos matices —entre los más intrigantes están las alianzas entre chimpancés jóvenes para distraer al alfa y tener acceso a las hembras— ese modelo explica desde la diferencia de tamaño (y poder) entre sexos a la tendencia a la agresividad de los machos adultos.

Pero unos caninos muy grandes exigen estructuras del cráneo en las que se anclen los músculos maseteros capaces de mover esas mandíbulas gigantescas; algo que en un género en especial de los simios, el nuestro, Homo, desapareció con mucha rapidez permitiendo, en los cráneos no constreñidos por esa especie de viga superior en la que se insertan los músculos, que se expandiesen los cráneos y su contenido, el cerebro. Se explica el aumento de la encefalización por esa libertad para la expansión craneal. El cambio de dieta, el crecimiento cerebral y la talla de piedras se tienen por claves acompasadas que explican el rápido éxito adaptativo de unos simios tan inteligentes como para dar el paso al pensamiento simbólico y el lenguaje en Homo sapiens y, quizá, en los neandertales.

Un artículo publicado en la revista PNAS por el equipo de investigación dirigido por Glen Suwa, investigador de The University Museum (Universidad de Tokio, Japón), y colaboradores arroja ahora una nueva luz sobre las causas y consecuencias de la pérdida de los dimorfismos sexuales. El artículo presenta y defiende un nuevo método —pico de densidad posterior, pdPeak— para calcular dimorfismos en el registro fósil pero lo que más ha trascendido es su aplicación a una especie de más de 4 millones de años, Ardipithecus ramidus, propuesta por el grupo dirigido por Tim White al que pertenecía ya el propio Suwa.

Lo significativo de la aplicación del pdPeak al Ar. ramidus es que, al decir de los autores, sus caninos resultan ser muy parecidos en tamaño tanto en machos como en hembras. Y quizá también los de los Australopithecus posteriores, lo que sitúa la pérdida del dimorfismo sexual muy pronto en el linaje humano por más que géneros como Paranthropus alcanzasen el mayor grado de diferencias sexuales entre caninos de todos los simios, ya sean fósiles o actuales. En consecuencia la idea bien extendida, procedente de Darwin, de que el crecimiento del cerebro y la manufactura de herramientas surgieron al disminuir el tamaño de los caninos queda en entredicho. No es el primer dogma de la antropología que tenemos que dejar atrás.

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