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Muchas voces y un niño prodigio

El recorrido alternativo de la Nit de l’Art supo jugar sus cartas y presentó algunas exposiciones que sorprendieron al público - Las obras de Leon Löwentraut en la Gerhardt Braun y la escultura de Amparo Sard fueron los principales atractivos de la noche

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La Nit de l'Art recupera su público Manu Mielniezuk

La conversación apasionada volvió a las calles de Palma. Algunas sobre arte; la gran mayoría, sobre el reencuentro. Los visitantes iban llegando a las galerías a medida que caía la noche, conocedores de los límites del horario establecido.

La primera visita obligatoria era la escultura Autonomía de Amparo Sard, situada en el Passeig del Born, que congregó a un gran número de personas que no acababan de entender lo que veían. El texto explicativo ubicado a pocos metros facilitó el proceso de inmersión.

Una de las grandes sorpresas fue la exposición de Leon Löwentraut. El niño prodigio alemán —pinta desde los 7 años de forma compulsiva— ya tiene 23 años, pero «hace tiempo que alcanzó la madurez», explicaba una galerista. Sus obras convirtieron la galería Gerhardt Braun en una de las paradas obligatorias.

El colectivo Arte Visión fue el encargado de llenar los escaparates de la ciudad con obras de arte, principalmente Jaime III y Paseo Mallorca.

La Nit de l'Art recupera su público

La Nit de l'Art recupera su público Manu Mielniezuk

Mariana Sarraute, ausente en la noche de ayer, exponía su trabajo Updates en Kaplan Projects. Se trataba de una serie de pinturas surgidas de sus constantes investigaciones sobre el color.

Las obras de Bartolomé Sastre sobre el jazz en el Hotel Saratoga, con Buddy Bolden y Chet Baker como protagonistas, impresionaron a más de uno. «Pensaba que sería más simple. No esperaba tanta belleza», se atrevió a confesar uno de los visitantes.

Las obras con materiales reciclados de Janis Dellarte atrajeron a todo aquel que pasaba por La Rambla. De igual forma, la Nidus d’Art reunía obras de más de 20 artistas en un espacio donde la conversación era el máximo reclamo. La ubicación, frente a la plaza Mayor, propiciaba el intercambio verbal.

El Parlament abrió sus puertas con una exposición de Ritch Miller, una reivindicación del artista con ocho obras a carboncillo creadas en 1981.

Entrada la noche, el brasileño Juan Narowé llegó con su particular estilo experimental al espacio TACA, donde exponía sus obras sobre la mesa como lugar de convivencia.

Fernando Suárez en la galería Gabriel Vanrell y la exposición Els ODS dels Baleàrics en el Arxiu del Regne pusieron la guinda a una noche donde la conversación fue la gran protagonista.

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