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Retratar el vacío como ejercicio de denuncia

Una muestra fotográfica de Lluís Bort en el Col·legi d’Arquitectes pone de relieve la desidia de las instituciones que han abandonado edificios históricos que en otro tiempo fueron emblemáticos

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Retratar el vacío como ejercicio de denuncia

Lluís Bort es un arquitecto y fotógrafo cuya vida siempre ha estado ligada al mundo de la imagen debido a que «en casa siempre ha habido mucha afición y me he pasado muchas tardes encerrado en el laboratorio de revelado, bajo la luz roja y el olor a reactivos, ayudando con todo lo que me dejaban». (Vea aquí la galería).

De joven se incorporó a la agrupación de fotografía L’art de la llum, del pueblo castellonense de Onda, donde participó en algunos concursos fotográficos, realizó sus primeras exposiciones y obtuvo sus primeros premios.

Años después, al empezar a estudiar arquitectura, descubrió una disciplina de la fotografía que aún no estaba entre sus registros, la de fotografiar proyectos en construcción, así que, poco a poco, aprendió a captar la esencia de los edificios.

Colaborar con diferentes estudios de arquitectura le permitió fotografiar algunos de sus proyectos. De esta forma y con los años, Bort ha conseguido captar la esencia de los proyectos de despachos como El fabricante de Espheras, Grupo Aranea, Tabuenca & Leache y José María Sánchez García, entre otros. Más adelante también decidió emprender proyectos personales. «Como arquitecto siempre he defendido la importancia del patrimonio», afirma, «y la mayoría de proyectos que he realizado han estado relacionados con él», añade.

Años después se instaló en Mallorca, proponiendo un primer proyecto personal que tituló Visió d’un foraster, dedicado a mostrar imágenes de los molinos de extracción de agua que hay en la isla y que además quería servir para «llamar la atención a la población sobre el abandono y deterioro de esos elementos patrimoniales y que deberíamos recuperar», afirma. Esta serie de fotografías, que se mostró en el Col·legi d’Arquitectes de Balears y que antes estuvo en la cafetería La Molienda de Palma, podrá verse también en diversos espacios culturales de la isla.

«Cuando llegué a Mallorca», explica Bort, «me llamó mucho la atención el estado de deterioro en el que se encontraban los molinos cercanos al aeropuerto, así que empecé a investigar sobre ellos y descubrí la importancia que tuvieron a mediados del siglo XIX para desecar el Pla de Sant Jordi, convertido entonces en un foco de enfermedades; de ahí salió Visió d’un foraster, para fijar la atención sobre esos molinos, apostando por su rehabilitación y para que no cayeran en el olvido».

Ahora, Lluís Bort propone dar nuevamente en la llaga del deterioro que sufre parte de nuestro patrimonio, así que ha preparado la exposición Arquitectures buides, que él define como «un trabajo fotográfico sobre algunos edificios y construcciones abandonados a lo largo de todo el territorio de Mallorca».

No son construcciones antiguas, o al menos no todas, sino que la mayoría se edificaron para cumplir una función concreta pero que con los años han quedado obsoletas y sin uso. Para Lluís Bort: «Muchas de esas construcciones vacías podrían tener un uso y deberíamos rehabilitarlas para así ofrecerles una segunda vida, dotándolas de un nuevo uso para el vecindario o para la comunidad».

En este trabajo, que es también denuncia, Bort recoge diferentes tipologías, como un hospital que dejó de funcionar al construirse otro (naturalmente hablamos de Son Dureta), una fábrica textil que en su momento fue parte del motor económico de la isla durante la guerra civil (que no es otra que Sa Fàbrica Nova de Sóller), la bodega o cooperativa de vino más grande de Mallorca que cerró durante la década de los noventa del pasado siglo y que permanece cerrada (nos referimos al Celler Cooperatiu de Felanitx, conocido como Es Sindicat), un velódromo (el velódromo de Tirador), una discoteca futurista al aire libre pensada para 15.000 personas (se trata de la discoteca Dhraa que lleva cerrada desde 1993), incluso una cárcel así como otros edificios como la fábrica de licores conocida en Santa Margalida como Can Félix, abandonada y en estado ruinoso o el enorme recinto de la antigua posesión de Son Busquets, que fue sede de diferentes unidades militares, entre otros.

Bort presenta cada edificio como si fuera, que muchos lo son, una joya arquitectónica, situándolo, cuando esto es posible, sobre un fondo de cielo azul intenso y degradado «que permite reflejar la belleza de cada uno de ellos», puntualiza el artista. Y es que muchas de esas construcciones, ahora vacías, se ubican en localizaciones privilegiadas, donde tendrían muchas garantías de éxito si se convirtieran en nuevos equipamientos para las ciudades. Para Lluís Bort, «prácticamente todas estas construcciones fueron muy importantes para la historia de Mallorca».

Son fotografías artísticas, sin duda, pero que tienen ese sabor agridulce que proporciona la añoranza, pues no deja de conmover el hecho de contemplar espacios que fueron referentes en una época no tan lejana y que ahora están dejados de la mano de Dios.

Preguntado sobre cuándo inició este proyecto, Bort responde que «fue en 2019 cuando empecé a darle forma, fotografiando edificios abandonados sobre algunos de los cuales, afortunadamente, se han iniciado trabajos de adecuación, que esperemos que permitan recuperarlos y enriquecer las ciudades con nuevas ofertas culturales». De hecho, todo empezó al contemplar el edificio de Gesa en el Paseo Marítimo de Palma: «Un día fui a fotografiar ese edificio, lo que me llevó a descubrir toda su historia, así que me interesé por otros edificios abandonados, fotografiándolos y analizando lo que hay tras cada uno. Tardé dos años localizando y buscando su historia y una vez acabado este proceso fue cuando los fotografié, buscando una hora concreta, la que mejor permitía mostrarlos como pequeñas joyas arquitectónicas».

No todo está perdido, Bort quiere enviar un mensaje en cierta manera optimista ya que con este trabajo de denuncia «quiero mostrar la oportunidad de rehabilitación de estas arquitecturas estratégicas y abandonadas del territorio mallorquín para nuevos usos como museos, salas de exposiciones o casales de barrio, entre otros».

Y es que Lluís Bort ya tiene a sus espaldas un precedente. En Onda, su pueblo natal, en la provincia de Castellón, había una fábrica de cerámica que estaba abandonada desde principios de los años 90 y que el ayuntamiento estaba a punto de demoler para construir edificios de pisos. «Yo entonces trabajaba en un despacho de arquitectura y junto con algunos compañeros nos colamos dentro del edificio en ruinas, lo fotografiamos y elaboramos un proyecto de rehabilitación que presentamos a las instituciones, que decidieron salvar esa histórica fábrica para darle un uso según las necesidades expresadas por el vecindario», explica Bort.

El trabajo sobre edificios abandonados de Mallorca consta de una serie de quince fotografías, montadas sobre marcos blancos y que actualmente puede contemplarse en el Col·legi d’Arquitectes de les Illes Balears, en la calle Portella de Palma, en cuya sede, según afirma Guiem Tomàs, vocal de Cultura del Col·legi, «contamos con un valiosos archivo de aproximadamente ocho mil fotografías históricas de edificios emblemáticos, que se inició en los años cuarenta cuando el entonces presidente, Carlos Garau, encargó el trabajo de recopilación a Antonio Gineves y a Jeroni Juan Tous».

Según afirma Tomás, esta exposición «pone en diálogo las fotografías con el espacio expositivo que por su singularidad realza el recorrido por las diferentes imágenes como si de un carrete en proceso de revelado se tratara».

La exposición ha coincidido con la segunda edición del Curso de Fotografía de Arquitectura y Paisaje, que Lluís Bort ha impartido en la sede del mismo colegio y que «ha tenido una muy buena acogida», añade el miembro de la junta directiva.

Hay que señalar que, debido al éxito de la muestra, ésta permanecerá abierta hasta el próximo 30 de septiembre.

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