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Bernardí Roig: «El arte consiste en esperar al otro que llega»

Es una oda a las cigarreras de Tabacalera, que representaron el primer colectivo sindical femenino en España

El artista mallorquín Bernardí Roig, en el Hotel Sant Francesc de Palma. Guillem Bosch

Son Susana, Ana, Tamara, Silvia y Sandra quienes conforman la videoinstalación Joie de Vivre que Bernardí Roig rodó en el interior de Tabacalera a principios de septiembre de 2018. Tabacalera es un centro de arte contemporáneo ligado al Ministerio de Cultura, coproductora de Films, la retrospectiva sobre los 20 años de trabajo audiovisual del artista que se expuso en Es Baluard Museu.

Esta es la primera vez que se presenta fuera de Tabacalera y a principios de octubre viajará a la galería Kewenig de Berlín.

«A partir de la idea de ocupar con cuerpos un espacio que simboliza una de las primeras arquitecturas industriales que se hicieron en España, se produce un acontecimiento no espectral, una convocatoria carnal, para narrar a través de esos cuerpos, el goce, el placer del encuentro. Son unos cuerpos vividos cargados de exceso de realidad, de vida y de sustancia vital».

Carlos III no pudo ver terminado el edificio de principios del siglo XVIII que mandó construir pero que sí inauguró su hijo, pasando a denominarse inicialmente Real Fábrica de Aguardientes y Naipes, para después convertirse en Fábrica de Tabacos tras la invasión de las tropas napoleónicas que lo utilizaron como cuartel general. En ese momento es cuando las «cigarreras» trabajaban en talleres clandestinos esparcidos por todo el barrio madrileño de Lavapiés. José Bonaparte contrató a 800 de ellas para sacarlas de la clandestinidad alcanzando la cifra de 6.000 mujeres trabajadoras en el periodo de un siglo, convirtiéndose en el primer colectivo sindical femenino que hubo en España, con una gran fuerza de movilización, de lucha obrera y de conciencia social.

«Esta obra está inspirada en el cuadro de Matisse Joie de vivre datado en 1906. Se grabó con un dron en una noche entera, tratando de ocupar el espacio con un grupo de mujeres rebosantes de cuerpo, pletóricas, con grafías y heridas que, montadas en sus zapatos de tacón, empezaran la correría, los empujones, las risas. Es un tipo de trabajo muy performático. Hay un momento en que uno no dirige nada, las cosas ocurren y se van sentenciando solas. Es una glorificación, una oda las cigarreras a través de una representación», explica.

En Tabacalera no parían pero había una sala de lactancia, apresando de esa forma a la mujer en su condición de madre. A pesar de ello, ese colectivo era rebelde y contestatario. «Es un tipo de mujer en el que reconozco de forma inevitable mi mirada heterodeseante. Normalmente trabajo con cuerpos de hombre y con mi rostro, pero con esta obra completaba un ciclo de trabajo donde depositar un exceso de deseo desafiante a la muerte, de insultar permanentemente nuestro fin trágico e insistir en lo carnal. A veces somos huéspedes indeseados de una carnalidad culpabilizada por las consignas neopuritanas, por eso he intentado abordar la representación de la mujer desde su cuerpo como presencia excesiva. No es un asunto feminista, es un acontecer. El arte es una pregunta necesaria y de calidad pero no una respuesta. El arte provoca emociones, pero hay una estructura lingüística donde saber leerlas. Un occidental blanco se puede emocionar delante de un cuadro de Velázquez, pero una tribu de bosquimanos puede usar el lienzo para hacerse una tienda con la que protegerse de la lluvia. Existe una mecánica de apreciación occidental que hemos exportado como universal al mundo, pero que es una imposición colonial». Lo curioso en el caso de esta obra es que se llevó a cabo en Tabacalera, un lugar de represión laboral, y ahora aparece en un hotel de lujo (el Sant Francesc de Palma), convirtiéndose en una contradicción inmensa con cierto componente de espectáculo.

El creador, con la videoinstalación ‘Joie de vivre’ al fondo.

Bernardí Roig se define como pintor a pesar de llevar 30 años sin hacerlo. «Mi madre pintaba en casa, olía mucho a óleo, a esa pintura de caballete. Es el recuerdo olfativo y busqué la figura que lo representase. Ser pintor es una indicación de la mirada y luego tú usas los soportes en función de tu necesidad poética», comenta y añade, «sigue dándome enorme placer la soledad, el lugar donde está el acontecimiento, confío mucho en el movimiento de la muñeca vinculada al brazo, codo y hombro y todavía me es muy rentable emocionalmente saber que tengo un cuerpo que se pudre pero que está galvanizado por el hecho de dibujar. La actualidad no es más que el vacío entre acontecimientos y el futuro no me interesa. El arte es esperar al otro que llega y que nunca llega, por eso a la mañana siguiente vuelves a ponerte en marcha».

Considera que la Nit de l’Art la deberíamos celebrar cada vez más. Un modelo tan inspirador que todas las ciudades la han replicado. Aquí empezó, fue la pionera por una batalla de los galeristas para que el arte ocupara el escenario de nuestras vidas al menos durante cinco días, a pesar de todas las dificultades de estos años pasados. «Debería haber una Nit de l’Art cada fin de semana para sacar a la gente de la anestesia. Una de la poesía, otra del cine y una nit contra los teléfonos».

Janis Dellarte expone sus obras de arte reciclado en la galería Serra

Convocada por las islas de basura flotante, Janis Dellarte se mudó a una pequeña cabaña junto a la playa en la costa de Alentejo, en Portugal. En sus maletas llevó consigo técnicas tradicionales aprendidas por el mundo, los residuos textiles de las fábricas del norte de Portugal y su gran colección de ganchillos. La artista portuguesa inaugura su proyecto Redes el próximo sábado día 18, en el marco de la Nit de l’Art.

Relacionándose con las aguas del Atlántico, Janis rescató los residuos marinos arrastrados a la orilla por las mareas. Lo que más le entregaba el mar eran los aparejos de pesca. «Son objetos que dan forma a las redes de pesca fantasma que cada día se hacen más grandes y capturan el mundo natural de nuestros océanos, matándolos, al mismo tiempo que se degradan para convertirse en microplásticos que tarde o temprano ingerimos», explica la artista. La muestra en la galería Serra de Palma, que se podrá ver hasta el 10 de octubre, reúne la instalación de Dellarte fotografiada por Ana Paganini.

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