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Judi Dench: "Acepté trabajar en 007 porque mi marido quería dormir con una chica Bond"

La actriz británica, que será galardonada hoy en la Misericòrdia, confiesa que desde su primera visita a Mallorca, en el año 1950, «el amor hacia esta isla no ha hecho más que crecer»

Judi Dench

En un intento por evitar cualquier tipo de subjetividad y favoritismo, declararé los hechos tal como los conocemos. Dame Judi Dench ha actuado profesionalmente durante 64 años, y sumando. Su trabajo abarca teatro, televisión y cine. Es Dama del Imperio Británico y Doctora honoris causa por las universidades de Oxford, Durham, St Andrew y Harvard entre otras. Si quiere comprarle un regalo, que no sea un tope para puertas. Tiene once Baftas, siete Oliviers, dos Globos de Oro, un Oscar y un galardón Donostia del Festival de San Sebastián. Este fin de semana está en la isla para recoger el Premio Masters of Cinema del Atlàntida Mallorca Film Fest. Recientemente la jerga callejera en inglés incorporó la palabra ‘Dench’ para describir algo que es particularmente genial, divertido. Al público le encanta mirarla y, por el contario, ella lo aborrece y nunca ha visto muchas de sus actuaciones más destacadas. ¿A qué atribuye su éxito? “Bueno”, dice sentada en un restaurante del casco antiguo de Palma, “El miedo genera una energía enorme que puedes utilizar cuando sientes esa angustia creciente. Es como gasolina”. Y la gasolina es, como ella, inflamable. Sin embargo, los premios y sus más de 200 nominaciones no capturan la esencia de una actriz que dejó de la escuela de teatro y subió al escenario del Old Vic por primera vez en 1957 y que hoy, a sus 86 años, parece tan activa y versátil como debía serlo entonces. Desde el escenario del aclamado National Theatre de Londres hasta las pantallas de los cines de todo el mundo, sutileza y humanidad caracterizan su trabajo.

En 1957 la desconocida actriz de Yorkshire se subió a las tablas del teatro Old Vic para interpretar Ophelia en una producción de Hamlet. Fue un sueño hecho realidad, pues “mi verdadera pasión es Shakespeare y lo único que quería hacer era actuar en Old Vic”. En 1961 la producción se trasladó a Estados Unidos pero ella fue remplazada. “Tuve que tirármelo a la espalda”, afirma. Después de seis meses, y ya en Yugoslavia, recuperó el papel, cuando “Había visto la obra muchas veces durante la gira americana y aprendí mucho. Creo que se trata de que se permita aprender. Me podrían haber despedido y eso habría sido todo, pero continué y me dieron otros papeles durante esa temporada”, reflexiona. En una casa de actores mayormente dedicados al teatro (su marido era el fallecido Michael Williams), Shakespeare se convirtió eventualmente en ‘el hombre que paga el alquiler’. Mientras tanto, también consiguió alguna audición para cine, pero no dio el saltó a la gran pantalla e incluso un conocido director cuyo nombre no quiere revelar le dijo que “jamás haría cine porque no había nada bueno en mi cara”.

Después de más de cien créditos en la pantalla, sigue prefiriendo el teatro porque “está en un cambio constante, mientras que cuando haces una película, la grabas y luego no hay nada que puedas hacer al respecto si hay algo de tu interpretación que no te guste”. En 1987 se puso en la piel de Cleopatra en Anthony y Cleopatra. Fueron cien representaciones, pero no fue hasta la última que no estuvo satisfecha: “Sabía que había una frase que decía que tenía que provocar la risa en el público. Estaba segura de que tenía que provocar un efecto distinto al que yo conseguía y tardé 99 representaciones, pero lo conseguí en la última”.

En 1995 su carrera dio un giro importante cuando le ofrecieron el papel de M, la jefa del espía al Servicio de Su Majestad James Bond. Aceptó porque “mi marido quería dormir con una Chica Bond” y ocho películas después y dos Bonds diferentes (Pierce Brosnan y Daniel Craig), su única queja es que ella no viajó a destinaciones “muy glamorosas” ya que en la mayoría de las escenas “yo sólo estaba sentada detrás de ese escritorio en esa pequeña habitación”.

La carrera cinematográfica de Dench es el resultado de la variedad en su trabajo. En una intérprete incomparable; una presencia imponente en la pantalla, tan cómoda en una película de Bond como en El exótico Hotel Marigold o El viaje de sus vidas, ahora en cines. ¿Su secreto? “Tienes que esperar hasta que te quieran para aparecer en algo, y si eso sucede tienes suerte”. Gracias a su larga trayectoria parece ser consciente de la irracionalidad de la industria porque “Mucha gente hace muy buenas películas y luego nunca más tienen la oportunidad de hacer otra cosa”.

El problema, sospecho, es que Dench es una adicta al trabajo. Una vez afirmó que dice que sí a todo, que nunca rechaza un guion. Imaginé que se trataba de una broma, pero ella insiste en que, en general, es cierto. Su agente lee los guiones, elimina los malos y le proporciona un breve resumen de lo que considera que son los buenos. Después de eso, la mayoría de las veces se trata de reorganizar su calendario. Ahora parece estar inquieta porque está pendiente de empezar tres proyectos que se posponen continuamente debido a la pandemia. Sin embargo, después de más de un año y medio si salir de la gris Inglaterra, agradece estar en Mallorca, “una isla donde vine por primera vez en 1950 y me enamoré, y el amor no ha hecho más que crecer”. Termina nuestro rato juntos y Dench se dispone a ascender las escaleras del restaurante para atender a otros medios, nunca sin perder esa media sonrisa. Dame Judi Dench es, ciertamente, inigualable. 

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