Con 'Puta', su último disco de estudio, Zahara ha logrado remover conciencias como pocos álbumes lo logran hoy por hoy gracias a un valiente relato confesional de agresiones y vejaciones sufridos como mujer y como artista que la ha reconciliado con la música y, sobre todo, consigo misma.

"Este disco fue sanador, pero no tanto al componerlo. Al lanzar el primer tema, 'Merichane', empezaron a escribirme otras mujeres para decirme que también habían abusado de ellas. Lloré, me sentí comprendida y liberada de culpa. Y pasó porque, al leerlas, igual que no podía culparlas por lo sucedido, comprendí que ese ejercicio de compasión lo estaba haciendo conmigo misma", relata a Efe.

Zahara (Úbeda, 1983) recibió mensajes muy duros, pero empáticos. "Yo tenía 12 años cuando intenté suicidarme y al escucharte me siento reconfortada", recuerda orgullosa sobre algunos logros de su sexto álbum de estudio, en la calle desde este viernes bajo el mismo título que a ella le endosaron también a los 12 años: "Puta".

"Lo que hay aquí es lo más fuerte y lo más personal que he contado nunca", cosas que no había confesado a nadie, con la salvedad de su fiel compañero de andanzas musicales, amén de productor del álbum, Martí Perarnau, que fue quien la animó a dar el paso.

Cierra la trilogía iniciada (entonces sin esta intención) con 'Santa' (2015), que apelaba al imaginario religioso, y continuado con 'Astronauta' (2018), que abundaba en la idea del viaje y el espacio. Fue entonces cuando pensó que cerraría la serie con un tercero a modo de "descenso del plano celestial al terrenal, para hablar de la vida sin metáforas, de la carne".

"El propósito inicial era hablar de mujeres anónimas o famosas que habían sufrido vejaciones y maltratos, pero surgió de manera natural hacerlo de mí misma durante el confinamiento, cuando se me juntaron la tristeza absoluta por el encierro con el año y pico de terapia con mi psicóloga", cuenta.

El primer tema y el que más costó raspar fue 'Flotante'. "Hizo de corcho y empezó a brotar mierda guardada durante décadas. Luego no pude ponerle freno. Necesitaba convulsivamente seguir haciendo canciones, con una mezcla de vacío y a la vez de limpieza a medida que salía todo", afirma.

No borró ni un verso en el proceso, "consciente de que hacía un disco que escucharían muchas personas", pero libre en esa descarga emocional que en varios momentos apela directamente a los autores de las agresiones.

"No tengo la sensación de venganza. He intentado contar mi historia. No he podido evitar dirigirme a quienes me hicieron daño, porque mi relato requería hablarles, pero no necesito hacerlo en la vida real. Todo ese trabajo de colocar lo que me hace daño en un sitio en el que puedo vivir ya lo hice con mi psicóloga", precisa.

"Nos es un ataque a los hombres"

En 'Puta' habla de cómo hay silencios que "minan" más que un golpe físico ("No hay que menospreciar el daño que no se ve", apunta) y de una masculinidad tóxica que trasciende de lo personal a lo laboral, como le pasó en Universal Music, de la que salió tras un único álbum ('La fabulosa historia de la chica que perdió el avión', 2009).

"Esto no es un ataque a los hombres, es mi historia, la de una niña que ahora tiene 37 años. De hecho, quienes lo tienen que escuchar son los hombres. En las mujeres hará un ejercicio de empatía, pero lo interesante es que el cambio se produzca por parte de ellos", indica.

Musicalmente hablando, con su gusto por una electrónica a ratos asfixiante, a ratos liberadora, este trabajo es hijo tanto del proyecto musical previo que armó junto a Perarnau, Juno, como de la época en la que ha nacido, pues empezaron a darle forma durante el encierro con los instrumentos que tenían por casa: un sintetizador Moog, un Roland Juno y un ordenador portátil.

"Sabíamos que tenía que ser abrasivo, a veces porque la canción te llevara a eso, como en 'Joker' o el final de 'Sansa', otras porque la explosión musical te hiciera sentir una descarga", cuenta sobre un proceso en el que "los sonidos habían marcado tanto las canciones" que decidieron "no salir de allí" cuando llegaron al estudio.

A la búsqueda siempre de algo diferente, Zahara igual ha "ultrasusurrado", que ha gritado, que se ha atrevido con un fraseo a medias entre el rap y el recitado ("spoken word"), influida por los últimos discos de Kate Tempest.

"Me alucinó cómo narraba, dándole tanta importancia al texto, y en algunas de estas canciones me di cuenta de que no podía entonarlas con melodía, que solo podía contarlas", explica tras encontrar su "swag".

El final del viaje es quizás el más sorprendente en medio de esa electrónica a veces rabiosa: una copla llamada "Dolores", convencida de que la historia de este género "muy maltratado y asociado a algo casposo" es igualmente la historia de "todas las mujeres que, cuando son libres, son juzgadas, que han sido manoseadas, tachadas de histéricas y víctimas de su tiempo".

"Es de lo que más orgullosa me siento de este disco. Cada vez que la canto conecto con las cosas buenas de mi infancia: mi madre, mi tía, mi abuela, mi otra abuela que tocaba el piano... Y así, como con 'Merichane' hablo al inicio de toda la mierda de mi niñez, con esto acabo con lo más precioso", remacha.

Zahara presentará en directo el repertorio de su nuevo álbum el 12 de mayo en la sala La Riviera de Madrid, al que solo se podrá acceder a través de invitación que podrá obtener quien supere las pruebas que la artista y la plataforma de música de Mahou plantearán a lo largo de los próximos días en sus redes sociales.