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CINE CRÍTICA

Un homenaje inconveniente

Andra Day caracterizada como Lady Day.

Lee Daniels suele hacer películas terribles que, eso sí, al menos derrochan carácter. Y por eso resulta doblemente llamativo que su retrato de Billie Holiday, cuya vida estuvo tan llena de momentos memorables, sea tan gris e inexpresivo. Como sucede con otros tantos biopics musicales, por su intento de abarcar demasiado se convierte en una tediosa sucesión de episodios en su mayoría carentes de personalidad -la excepción más notoria es su alucinatoria secuencia central- que logran cohesionar únicamente gracias al estupendo trabajo actoral de Andra Day, que recrea a la perfección tanto la mezcla de fiereza y fragilidad de Holiday como su voz tan agrietada como cálida.

La película intenta combinar un relato lineal de la trágica vida de la artista con una reconstrucción del acoso al que fue sometida por el FBI a causa de su versión de la canción Strange Fruit -considerada un himno antirracista- y de su adicción a las drogas, y en ningún momento logra hacerlo de forma equilibrada. A lo largo de sus 130 minutos de metraje aqueja tal tosquedad estructural y narrativa que, pese a contar una historia de lo más simple y a estar llena de diálogos empeñados en dar explicaciones, por momentos resulta francamente confusa. Y entretanto, sin duda en busca del tremendismo melodramático que sustenta su cine previo, Daniels se muestra menos interesado en el talento artístico de Holiday que en su adicción y la autodestrucción derivada de ella, y no duda en resumir su figura en una colección de planos cortos de jeringuillas. Con el fin de denunciar los abusos de los que Holiday fue víctima en su día, acaba sometiéndola a otra forma de maltrato.

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