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ANÁLISIS

Una buena pregunta

El filósofo francés André Comte-Sponville aborda la naturaleza moral del capitalismo

André Comte-Sponvilla. PLANETA

Tierno Galván, maestro en el arte de explicar el significado de las cosas, afirma en el más singular de sus libros, titulado Acotaciones a la historia de la cultura occidental en la edad moderna, que la tensión entre moral y eficacia tuvo su primera manifestación en la respuesta que recibió El príncipe de Maquiavelo, una descripción de la política libre de prejuicios, y obedecía al problema de convivencia que el naciente mundo burgués planteaba al cristianismo. Siguiendo esa estela, André Comte-Sponville considera que la cuestión de la naturaleza moral del capitalismo es ineludible y decidió enfrentarse a ella en una gira de conferencias que impartió en escuelas de negocios y otros foros empresariales. Luego, atendiendo las numerosas peticiones que le llegaron, explayó las ideas expuestas en un texto. El libro, además, recoge los coloquios que siguieron a las charlas, ocasión que el filósofo francés aprovechó para clarificar ciertos extremos y definir su identidad política. Al lector no le quedará ninguna duda al respecto, algo que a buen seguro agradecerá.

Sostiene el autor que en la realidad se pueden distinguir diferentes esferas, la economía, la política, la ética, cada una de las cuales se organiza alrededor de un principio particular. La moral es el ámbito de la realidad donde el individuo determina lo que debe hacer y lo que no. El capitalismo, basado en la propiedad privada y el mercado, ha sido creado para aumentar la riqueza. Está en un nivel distinto y, por tanto, no es moral ni inmoral, sino amoral. Mi tesis es radical, sentencia, «en el orden económico tecno-científico nada es nunca moral». Aunque entre el capitalismo y la moral puede haber interferencias, y de hecho se cruzan con frecuencia, provocando contradicciones o poniéndose límites, para comprender bien la relación entre ellos es preciso admitir que son órdenes específicos, con caracteres únicos.

Precisamente, apunta Comte-Sponville, este fue el error «simpático y nefasto» que condenó al marxismo. Su propósito de nutrir de moral la economía requería un individuo que no estuviera movido por el egoísmo. Chocaba con este rasgo antropológico universal que los líderes políticos revolucionarios quisieron doblegar, aunque fuera de forma violenta, empeño que dio como resultado el totalitarismo comunista. Los neoliberales cometen el mismo error, pero a la inversa, defendiendo una moral dictada por la economía. Han sido ambos, el comunismo totalitario y el ultraliberalismo, dos pasos en falso provocados por el empecinamiento en mezclar equivocadamente la economía y la moral.

ANDRÉ COMTE-SPONVILLA. El capitalismo, ¿es moral?. Paidós, 214 páginas, 18 €.

ANDRÉ COMTE-SPONVILLA. El capitalismo, ¿es moral?. Paidós, 214 páginas, 18 €.

Los excesos del capitalismo, concluye Comte-Sponville, solo pueden corregirse actuando desde otros niveles, el político y el moral, bien diferenciados del económico. Se declara un liberal de izquierdas, dispuesto a tomarse las enseñanzas de la historia en serio. Resignado a la demostración de eficacia del mercado, no renuncia a compensar su indiferencia moral desplegando todas las posibilidades del estado de bienestar. Si conviene que el capitalismo actúe a sus anchas para que alcance su objetivo, la democracia puede servir para enmendar las injusticias. Que el marxismo haya fracasado económica y políticamente, arruinando el crédito intelectual de Marx, no rebaja un ápice el fundamento de la lucha por una sociedad más igualitaria. Concede la razón económica a la derecha, pero reserva la razón política a la izquierda. Porque el capitalismo carece de moral, y comete desmanes inaceptables, la política es tan necesaria para Comte-Sponville. Hasta el punto de acabar clamando que el apoliticismo es un delito.

En algún momento de la lectura, se tiene la sensación de que el autor suscita una de esas cuestiones de la máxima categoría, pero con la intención final de hacer reflexionar a la izquierda con lucidez y pragmatismo sobre la realidad de la sociedad actual. El libro ofrece una respuesta rotunda a la pregunta que le da título, digna de una buena discusión, y en el desarrollo del argumento suscita muchas otras de igual interés, de un modo que no defrauda, sino que incita al lector a prolongar la reflexión.

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