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Ciencia ficción

Ciencia ficción en un escenario hobbesiano

El jurista Juan Luis Requejo publica El mundo de Norma, una novela para alertar a los jóvenes sobre el peligro que encierra el desapego hacia las leyes

Juan Luis Requejo. LNE

Según escribe el estudioso hobbesianista Miguel Ángel Rodilla, Thomas Hobbes, que como filósofo barroco gustaba de las alegorías, personificó en las obras sobre Leviatán y Behemot, los dos monstruos de la escatología judía, el conjunto de las condiciones del orden, por un lado, y la amenaza del desorden, por otro. Y así como en el primer libro llevó a cabo un análisis de las condiciones de la paz social y de la cooperación entre los hombres, el segundo viene a ser un análisis de la vulnerabilidad del orden. El Estado leviatánico es una construcción humana (no de Dios, por tanto) basada en la ficción del pacto que permite a los individuos superar las horribles circunstancias del estado de naturaleza.

Resulta muy conocido el pasaje del Leviatán en el que se asegura que puede percibirse «qué forma de vida habría allí donde no hubiera un poder común al que temer considerando la forma de vida en la que, en el seno de una guerra civil, suelen degenerar hombres que vivían bajo un gobierno pacífico». Es, en efecto, en la guerra civil donde se desatan todos los vínculos normativos y se regresa al estado de naturaleza, aquel en el que únicamente existe «miedo continuo y peligro de muerte violenta; y para el hombre una vida solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta».

Es cierto que, como observa Rodilla, Hobbes quedó atrapado en la alternativa «orden o caos», de modo que no llegó a vislumbrar el problema (que sí vería claramente Locke) de la limitación constitucional del Leviatán estatal, no sólo en defensa de la libertad de los ciudadanos, sino ante todo de la seguridad jurídica de éstos frente a la arbitrariedad del poder soberano presuntamente instituido convencionalmente por ellos al abandonar la sociedad natural. En todo caso, residuos importantísimos del hobbesiano estado de naturaleza se nos muestran a diario en los diversos Estados fallidos que pululan por el mundo y, sobre todo, en la inexistencia de un Leviatán internacional, como atestigua con toda crudeza la guerra de Ucrania que nos entra por los telediarios.

De la doctrina de Hobbes sobre el Estado ya no hablamos los constitucionalistas en las Facultades de Derecho, reducidos como estamos en el modelo boloñés a formar «profesionales» por un tubo. Pues bien, Juan Luis Requejo Pagés, ilustre jurista pero intelectual y científico también interesado en otros saberes, como la Filosofía, la Física y la Informática, acaba de publicar una novela de ciencia ficción destinada al público juvenil: El mundo de Norma. La amenaza de Behemot (edición primorosa de KRK con ilustraciones de Davinia Suárez Alonso).

La protagonista, premonitoriamente bautizada como Norma, es una chica de 14 años completamente harta de las innumerables prohibiciones que pesan sobre su ansiosa libertad de adolescente. Pero resulta que, para su mayúscula sorpresa, deberá convertirse en una audaz defensora de la Ley. Al poco de iniciar unas prometedoras vacaciones con sus amigos Alex y Caroline, mantiene una «alucinante » conversación con su abuelo Pío, que, enamorado del Derecho, «veía con desesperación cómo crecía el desapego hacia las leyes y se multiplicaban los demagogos que las calumniaban, haciendo creer a los ingenuos que las normas eran la causa de todas sus desventuras». ¿No opina precisamente esto acerca de las normas europeas ese gran demagogo llamado Jean-Luc Mélenchon?

Experto en «realidad aumentada», Pío inventó unas «gafas normativas» que le posibilitaban ver el fascinante ámbito de las normas como habitantes de una realidad paralela a la nuestra, con la que están unidas a través de unos corredores que les permiten llegar hasta nosotros y ayudarnos a construir un orden civilizado. Con ellas se podía ver el orden libre y armónico de una ciudad: Nomos, la capital del mundo de las leyes. En la Tierra, Leviatán había puesto fin al imperio de la ley del más fuerte otorgando al Estado el monopolio de la fuerza, administrada por las normas. Estas eran, al principio, muy elementales, pero con el tiempo se fueron perfeccionando hasta convertirse en normas democráticas y alzarse como la mejor garantía de la libertad. Behemot, el hermano de Leviatán, pretende, por el contrario, extender, a través de las antinormas, el desorden y el caos, restableciendo así el dominio brutal y arbitrario de los más poderosos. Pues bien, Behemot desencadena una nueva ofensiva. En suma, ha vuelto.

Para combatir a las antinormas, Norma y sus amigos son reclutados como cadetes en la Academia Defensorum Legum, dirigida por Aspasia de Mileto, con Erasmo de subdirector. El programa de estudios es muy apretado: Teoría de la norma, Nomogenética (asignatura impartida por Montesquieu), Patologías normativas, Epidemiología legislativa, Estrategia, Defensa y combate, Armamento (la asignatura de Nicolás Tesla)… Todos ellos son antroponormas. Tesla les explica que Behemot y las antinormas son pura antienergía, sólo neutralizable mediante energía magnética. En fin, el curso se ve de pronto interrumpido por un ataque de Behemot y los suyos. Los chicos son instruidos a toda prisa en el manejo de las armas antinormativas. ¡Y comienza una acción trepidante!

Se trata, pues, de una novela de aventuras cuyo trasfondo no puede ser más actual: la lucha contra los enemigos de la libertad, es decir, del Estado democrático de derecho, de nuestro paradigma de civilización.

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