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8 M

Según leamos, así de sanas estaremos

La biblioterapia como contención de la anorexia

Miranda Kenneally. LNE

En otras comunidades como Galicia y Cantabria, ya se ha empezado a recetar libros como terapia complementaria en los centros de salud. La biblioterapia, o la gestión clínica de lecturas con objetivo terapéutico, también deberá entrar, necesariamente, en otros lugares.

Hay una condición en la que resulta especialmente interesante implantar la biblioterapia. Siguiendo el cuadro clásico de perfeccionista y buena estudiante, resulta que las anoréxicas son también ávidas lectoras.

La anorexia es una enfermedad que afecta de manera rotunda a las mujeres, matando a decenas en el mundo cada año. Muchas de las que no lo hacen por inanición terminan en casos de suicidio. Entre quienes consiguen recuperarse, la estela del dolor permanece siempre dentro de sus familias.

Resulta sangrante adentrarse en las páginas web y redes sociales en las que se fomenta el mantenimiento de esta enfermedad, a la que cariñosamente llaman “Ana”. Como si de una amiga aplicada se tratase, la anorexia se infiltra en la vida de las adolescentes con más pinta de solución que de causa de problemas. Esto es, hay un grado de egosintonía con la enfermedad, por el que quienes la sufren no reconocen tenerla o bien no desean recibir tratamiento. De hecho, se da el fenómeno contrario, ya que se buscan estrategias a través de las cuales mantener y reforzar los síntomas. Y reforzar es aquí una palabra clave.

Si bien no podemos señalar a la sociedad y a la cultura como las únicas culpables de la prevalencia de los trastornos alimentarios, sí debemos analizarlas como factores que los refuerzan, contribuyendo a su incidencia. Hacerlo, además, desde un punto de vista feminista, nos informa de la relevancia crucial que tiene la socialización en estereotipos del cuerpo en el desarrollo de estas patologías.

Algunos de esos factores incluyen a las revistas de moda, los anuncios de perfumes y, ahora que la navidad ya pasó, a los propósitos de año nuevo. El feminismo viene alzándose en contra de la cultura de la búsqueda de un cuerpo imposible desde la década de los 1970. Es hora de que aprendamos a usar la cultura a favor, y no en contra, de nuestras adolescentes. Concretamente, la literatura puede cambiar el rumbo de una enfermedad como la anorexia, si sabemos cómo utilizarla.

Desde luego, no podemos caer en el error de recomendar libros sin ton ni son a una persona enferma. Esto puede, de hecho, provocarle un efecto nocivo, “iatrogénico”, más que terapéutico. Algo que puede resultar una obviedad es que no hay que animar a las anoréxicas a leer sobre anoréxicas. Con eso solo conseguimos reforzar sus lazos con Ana.

En la biblioterapia, no es tanto el a qué le damos voz, sino al cómo. Por eso es indispensable la investigación literaria sobre este tema, buscando qué novelas dan una visión alternativa a la que la anorexia les ofrece. Las protagonistas de la saga juvenil estadounidense de la autora Miranda Kenneally, en Breathe, Annie, breathe (Respira, Annie, respira) y Maggie en Coming Up for Air (Subiendo a tomar aire), llegaron al ejercicio con motivaciones distintas, pero ninguna, y esto es algo fundamental, con el objetivo de perder peso.

La práctica de deporte les brinda una oportunidad para habitar el cuerpo, algo que la anorexia cercena. Lograr una relación funcional con la comida, donde no se destruye, sino que se transforma en energía para el organismo, es lo que disfrutar del deporte otorga a Annie y a Maggie.

Vosotras todavía no sois lo que coméis, pero pronto podréis llegar a serlo, cuando llegue la biblioterapia, cuando llegue esa libertad y seáis lo que leáis.

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