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ENSAYO

No tan malvadas

Elisenda Julibert desmonta en Hombres fatales, uno de los ensayos del año, el mito de la mujer fatal en el cine y la literatura, y lo hace con argumentos nítidos y contundentes

Elisenda Julibert. ACANTILADO

Hombres fatales plantea la demolición de un mito de la ficción, el de la mujer fatal, sobre el que descansan el argumento de tantas pinturas, novelas y películas. La pieza es de caza mayor, y los argumentos son nítidos y contundentes. Escuchemos a Elisenda Julibert (Barcelona, 1974): «Hacer saltar por los aires el mito de la mujer fatal mostrando a la amada como la funesta invención de un individuo ensimismado y enajenado, para quien una simple contrariedad se convierte en tragedia universal […], una arraigada concepción del amor para la cual la enajenación es un signo inequívoco de afecto».

Todavía más interesante que el mito demolido es la calidad del desmontaje, proporciona un considerable placer intelectual ver desmoronarse al puñado de hombres de ficción aquí convocado a medida que se esfuma la presunta maldad de sus mujeres fatales. Julibert elude el abordaje social, la injusticia histórica y la confrontación de género, perspectivas legítimas y justas (y en cierto modo integradas), pero que tan a menudo se resuelven de manera recurrente y algo mecánica, por no decir previsible. La autora se inclina por examinar al detalle las emociones que se ponen en juego en las relaciones fatales (pasión, amor, celos, posesión, delirio, enajenación, dominio…), esta prolongada observación crítica (una vía mucho más difícil que la de proponer ejemplos para ilustrar una teoría previamente establecida) que la sitúa en la órbita de autores como René Girard, Roland Barthes y Clement Rosset.

Julibert desarrolla estos exámenes sobre el cortejo de emociones que escoltan al amor fatal acompasados a la lectura crítica de películas y novelas muy conocidas y de muy fácil acceso: Carmen, Ese oscuro objeto de deseo, Lolita, Vértigo, Bouvard y Pécuchet, Con faldas y a lo loco...

Se trata de piezas lúcidas que huyen del lugar común y hacen un gran esfuerzo de precisión, evitando los escondites de la jerga y de la ambigüedad. Una prosa muy sensible a los movimientos del pensamiento que tiende a concentrarse en elegantes aforismos.

ELISENDA JULIBERT. Hombres fatales. Acantilado, 176 páginas, 16 €.

ELISENDA JULIBERT. Hombres fatales. Acantilado, 176 páginas, 16 €.

Aunque los textos admiten ser leídos de manera independiente se aprecia cierta progresión desde la exposición ingenua (o poca vergüenza) de la mujer fatal que hace Prosper Mérimeé hasta la visión más compleja y crítica que Luis Buñuel tiene del mito. Los dos últimos movimientos del ensayo son más propositivos, contienen una refutación de la reducción propuesta por Sigmund Freud del deseo al instinto sexual, y un largo comentario de Bouvard y Pécuchet (la última e inconclusa obra maestra de Gustave Flaubert) que empieza como una exposición de lo inconducente del deseo y termina en una defensa del slow love («un modesto espacio donde descansar del ancho mundo, un simple fuego chico pero tenaz, tal vez a la intemperie. Pero junto a él cada cual puede participar al otro de sus deseos o de sus fobias sin temor, porque nadie culpa a la persona a quien dice querer de su insatisfacción»), emplazando de paso a una corrección en las perspectivas del deseo (las vividas y las representadas) que contribuya a diluir la expectativa de que la mitad de la población es un continente oscuro y un género maldito.

Si Hombres fatales no es uno de los ensayos del año pasado, es que estamos ante un curso literario dorado.

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