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Reedición

Un romántico inglés imprescindible

La traducción del 'Endimión' de John Keats de hace unos años, es hoy muy vigente

John Keats. National portrait gallery

No escasean ediciones en español de la obra del poeta romántico inglés John Keats (1795-1821). De su Endymion (1818) hay al menos dos versiones completas y una docena de ediciones parciales (amén de una catalana y otra gallega), más fragmentos que circulan en antologías y en internet, como en blogs. Dicho esto, cabe preguntarse por qué la prestigiosa editorial Cátedra sacó a la luz una nueva edición en castellano de este romance de 4.050 versos, hace unos años.

Sería plausible si se tratara, por ejemplo, de la traducción en primicia de una obra del barroco alemán, o de un idioma menos accesible, como el esloveno o el danés. Pero Cátedra, como tantas editoriales, prioriza los beneficios.

El icónico Keats es tan renombrado que, en la introducción, la editora-traductora, Paula Olmos admite que “ahora ya no se trata de dar a conocer al poeta y su obra, sino de ofrecer un trabajo poético autónomo y personal en el que rivalizan diversos traductores de nuestro entorno lingüístico” (p. 76).

El romance constituye una variante personal de la leyenda de la diosa Cintia (o Selene, la luna) que se enamora del bello pastor Endimión (mito bucólico por excelencia), que queda sumido en un estado de duermevela.

La ambiciosa edición bilingüe va precedida de un Prólogo apologético, y de una muy trabajada y pertinente introducción que consta de los siguientes apartados: Vida y obra del poeta (1795- 1821), Tema y argumento, Valoraciones e interpretaciones, Fuentes temáticas y poéticas y una Nota bibliográfica: Keats en España.

Se echa en falta una (aunque fuera brevísima) nota bio-bibliográfica de la editora-traductora Paula Olmos y del encargado de las aclaradoras notas mitológicas y geográficas a pie del poema, Jorge Cano Cuenca. Nos ayudaría a valorar aún más esta su empresa, pues la filología inglesa no es su especialidad.

Las 82 páginas preliminares de esta edición de 432 páginas apenas ocupan el 20%, o el 47% si dividimos entre dos el corpus del texto en sí de 350 páginas, por tratarse de una edición bilingüe. A pesar de su carácter teórico y rigor académico, no resultan tediosas sino de ágil lectura (la editorial Cátedra es renombrada por los a veces excesivamente largos y plúmbeos estudios previos). Por ejemplo, la historia de la recepción de Keats en España (y en Latinoamérica, pues un principal valedor suyo fue Julio Cortázar) es referida de manera sucinta y entretenida. La investigadora rinde debido tributo a sus precursores en la tarea de abordar la figura del poeta y la traducción de su obra. Por otra parte, su propio bagaje filosófico y cultural es encomiable.

En su Prólogo apologético (sic), que precede a la introducción, Paula Olmos se escuda tras esta cita del traductor grecolatino renacentista Pedro Simón Abril: “(…) yo también quise divulgar mi traducción, graznando, como dicen, como ganso entre los cisnes” (p. 7). Luego solicita “la benevolencia del lector”, habla del “cierto atrevimiento” que supone “acometer la traducción al castellano del más largo de los poemas de John Keats” (p.7). Justifica su propia versión, que “no pretende ser sino una más”, porque una de las traducciones ya existentes “contiene algún pasaje algo equívoco” (sic, p. 9), pero sobre todo porque “han pasado ya unos cuarenta años desde la publicación de las dos” (p.9). Habría que debatir si es preciso realizar periódicamente nuevas traducciones de clásicos, cuáles y cada cuánto.

Eso sí: promete un nuevo enfoque formal al traducir el esforzado pentámetro yámbico de Keats. Sus criterios, su elección formal y su acercamiento al texto son muy respetables. Pues toda traducción es necesariamente una recreación, y cabe gran libertad a la hora de emprenderla. El resultado de su esmerado trabajo es, a grandes rasgos, válido, en muchas ocasiones, excelente. Con todo, el hecho de ofrecer el texto original en la página opuesta, máxime tratándose del idioma inglés, por lo manido que es, entraña sus riesgos. Más si nos dirigimos a un público con cierto nivel cultural y conocimientos idiomáticos.

Veamos una muestra de ejemplos, empezando por el “celebérrimo primer verso del poema” (según la propia traductora, p.13), la gloriosa afirmación con la que abre la obra: “A thing of beauty is a joy forever”. Después de muchas elucubraciones y comparaciones con nada menos que otras diez versiones (ps.13- 14), el resultado al que llega Paula Olmos es: “Siempre hallaremos dicha en algo bello” (p. 91). Nos guste más o menos, sin duda aquí podemos conceder la licencia poética a la traductora, más cuando se propuso romper deliberadamente con los esquemas. Como anticipaba en el prólogo: “a quienes no consideren acertada mi opción, solo les pido que no se queden ahí y sigan leyendo” (p.15).

Sigamos leyendo, pues. Entre grandes aciertos surgen, sin embargo, pasajes donde se altera la correcta recepción del enunciado de Keats. Así en los siguientes ejemplos (nada aislados, por otra parte): “Lily shells” (pp. 270-271) se convierte en “conchas color lila”, cuando “lily” es lirio, y representa el color blanco, o la pureza, por antonomasia. “Lily”, aunque sea sustantivo, aquí tiene función de adjetivo, y por tanto, habría que decir: “blancas conchas”, o acaso: “conchas blancas como lirios”. Más adelante nos encontramos con “an April rain” (pp. 336-337), traducido como “un abril lluvioso”, cuando no se refiere al mes entero, sino a un momento. Por ello procedería decir “una lluvia de abril”, o acaso más libremente: “un chubasco primaveral”.

En fin, recomendaría a los estudiosos del romántico inglés -y a cualquiera acudir a la fuente. Debido a (o: a pesar de) la enseñanza de inglés recibida a lo largo de doce años de escolarización, quien se interese por Keats, probablemente disponga del nivel suficiente como para poder leerlo en el original. Aunque fuera con la ayuda ocasional de un diccionario. Merece la pena.

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