Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

NOVELA

Aquel verano de 1968...

Pedro Zarraluki regresa a la novela de forma brillante con la excelente La curva del olvido

Pedro Zarraluki. diario de ibiza

Después de un “largo y reposado silencio” –demasiado largo para sus admiradores– Pedro Zarraluki regresa a la novela: “Tuve una idea que me pareció atractiva: encarar a dos generaciones muy distintas, una con un pie en la vejez y el lastre de un largo pasado, y otra con toda la vida por delante, con sus temores y expectativas”. En realidad, “se trataba de algo tan sencillo como basarme en mi propia experiencia. Qué era lo que me sostenía, qué cargas llevaba y cómo me las apañaba para ilusionarme con cualquier cosa disponiendo cada vez de menos tiempo. Y, por el otro lado, lo más importante: a qué futuro se enfrentaban mis hijos, los hijos de todos nosotros. Ese pozo profundo del que no puedes ver el fondo”. Así nació “La curva del olvido”: “Fue laborioso meterme en la cabeza de sus cuatro protagonistas. Pero eso es lo más bonito del oficio de escribir, ir conociendo a tus personajes. Llega un momento en que ya sabes cómo son, cómo piensan y sienten, sus sueños y sus miedos, de qué manera se expresan. También la facilidad que tienen para sorprenderte, sus múltiples facetas. He intentado transmitir todo eso, y también lo bien que lo pasé reviviendo con mis protagonistas la Ibiza de 1968, un año históricamente apasionante en el que, fogonazos de la memoria, yo andaba por allí correteando mi adolescencia”. Los años 60 fueron de transición, “o quizá de pretransición. Se respiraban aires nuevos, todavía lejanos. Los padres de mi novela habían vivido una guerra, mientras las hijas ya estaban mentalmente instaladas en un futuro distinto, todavía difuso. Yo todo eso lo viví. Tenía catorce años en el 68, y estaba en Ibiza. Recuerdo como algo increíble la mezcla que allí se daba entre el mundo rural de siempre, el rancio ambiente oficial franquista y la cada vez más refrescante invasión turística. Podías ver cómo cambiaba todo ante tus ojos”. Quería el autor que “la aparente placidez que envuelve la vida de mis personajes tuviera de fondo un mundo convulso. En realidad, el mundo siempre es convulso, pero el verano de 1968 fue un momento especialmente apasionante. Todas esas sacudidas históricas suceden muy lejos, aparecen en la novela como un eco. Y con ello pretendía dar el tono de la narración, que el lector percibiera que tampoco había calma en el interior de los personajes”. Todo en la novela trata “de lo que se esconde bajo la apariencia. La misma novela es en sí una apariencia. Un verano sosegado, una cala paradisíaca, casi ninguna acción. Pero hay ánforas en el fondo del mar, huevos de avestruz fenicios en las tumbas que quedan al aire al cavar los cimientos de los nuevos apartamentos para los turistas, nazis en fuga que toman apaciblemente el sol. Si lo piensas, descubres que a lo largo de la vida miras a tu alrededor y no te das cuenta de nada en absoluto. Nuestro mundo también es una apariencia. Escribir es intentar penetrar en ella y rebuscar en su interior”. Leamos cómo.

Compartir el artículo

stats