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Música

Canciones de hace 50 años: El auge del rock progresivo

El rock sinfónico o progresivo fue un intento de conjugar elementos clásicos con el movimiento beat

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Canciones de hace 50 años: El auge del rock progresivo

En este tipo de rock, el llamado sinfónico o progresivo, no era necesario utilizar una orquesta, existían otros elementos que lo pueden delatar: unos arreglos complicados o recargados, letras basadas en la mitología clásica, referentes literarios, surrealismo, discos conceptuales y hasta una portada con un gran interés estético. Los cambios sociales y culturales de finales de los sesenta desencadenaron una voluntad de superar las fronteras convencionales del rock primigenio. Mientras en Estados Unidos se incorporaban elementos del jazz y surgen personajes eclécticos como Frank Zappa, en Europa se tenderá a la integración de los nuevos sonidos con la inmensa tradición cultural romántica de la música del siglo XIX además de la música contemporánea y electrónica. El denominador común de los europeos fue proporcionar al rock la categoría de arte con mayúsculas, buscar la trascendencia, en cualquier caso, no olvidando la procedencia de música popular. Los efectos de esta pretensión fueron la búsqueda de nuevas estructuras armónicas. Se pretendía que la música fuera escuchada, pensada e incluso visualizada, en detrimento de la meramente comercial y bailable. El instrumento igualaba o predominaba sobre la voz. Las estrellas de este universo fueron los grupos británicos: Pink Floyd, citado en los libros de texto de Secundaria, la introspección de King Crimson, la fantasía de Yes, el virtuosismo de Emerson, Lake y Palmer y el bucolismo de Genesis. Añadamos Jethro Tull, muy a su pesar.

La banda de rock progresivo requería un vocalista intelectualoide, un teclista que dominara el piano y los sintetizadores y un guitarrista solista. La parte rítmica no difiería de otras corrientes: un bajo y una batería. Solía haber, además, un productor y un ingeniero de sonido que se encargaban de crear las atmósferas que se persiguían. No había prisa y los discos tardaban meses en gestarse y grabarse. Otra característica era la existencia de temas a modo de suites que ocupan una cara del vinilo e incluso dos, como por ejemplo Atom Heart Mother (Pink Floyd, 1970), Relayer (Yes, 1974) o Thick as a brick (Jethro Tull, 1972). Se descartaba, pues, el disco sencillo, permitiendo sobrepasar los tres minutos de rigor de cada tema. Se buscaba también el virtuosismo y el reconocimiento artístico a la mayor complejidad compositiva, un notable despliegue de paisajes instrumentales y un mayor abanico temático en las letras, todo ello facilitado por la creciente perfección en los sistemas de grabación y una excelente perfección auditiva. Los shows en directo mostraban una profusión de efectos especiales y montajes costosos; el más difícil todavía para adornar visualmente un tipo de música ya de por si descriptiva. Su origen se remontaba a los Beatles, Beach Boys y The Moody Blues, con claras influencias de la psicodelia. Cronológicamente nos atrevemos a encuadrarlo entre 1967 y 1979, hasta que se produjo la irrupción del punk, que lo odiaba y repartía camisetas con el lema “I hate Pink Floyd”. A partir del nuevo empuje social de 1976, las ideas cayeron en una mediocre repetición y en una comercialidad impropia de sus orígenes, orientándose descaradamente hacia el consumo del público adulto sin demasiadas pretensiones y acercándose descaradamente a la forma más insustancial del pop, como fue el caso de Suppertramp, Alan Parsons Project y el Genesis de Phil Collins. Las nuevas generaciones los rechazaron totalmente e impondrían la simplicidad, la espontaneidad y una mayor agresividad en la llamada New Wave y sus ramificaciones.

De todas formas nos centraremos en los discos progresivos más importantes del año 1972. Y lo iniciamos con el Thick as brick de Jethro Tull es un claro ejemplo de tema repartido en ambas caras del vinilo. La portada, un periódico de verdad, irrepetible. Lo más curioso es que Ian Anderson, el flautista de Hamelín del rock, pretendió burlarse del género, tras calificar la crítica su anterior disco, Aqualung, como un disco conceptual. La letra era como si la hubiera escrito un niño expulsado de un certamen de poesía, un Milton en miniatura. Fue grabado a finales de 1971 y editado en marzo de 1972. En verano se editó Trilogy, de Emerson, Lake y Palmer, con pinceladas de Aaron Copland, un bolero a lo Ravel y la sintonía del Carrusel deportivo. El trío ya había triunfado con sus versiones de Mussorgsky y Grieg La portada del disco la había de diseñar Dalí, pero sus pretensiones económicas lo hicieron inviable. King Crimson editó Earthbound, un disco en directo pero mal grabado, con el repertorio de Islands y las letras de Pete Sinfield dedicadas a las Pitiusas. Llegó el otoño. Tras Fragile, Yes se incorporó a la moda de las canciones de veinte minutos como “Close to the Edge”, un soberbio y ampuloso tema de gran complejidad rítmica, inspirado en Siddartha, de Hermann Hesse, con un gran trabajo de Rick Wakeman al órgano y de Bill Bruford, unos de los mejores baterías de la historia. Su estructura nos recuerda el esquema clásico de la forma sonata. Por su parte, Peter Gabriel exhibió todas sus cualidades como letrista y cantante en Supper’s ready, del álbum Foxtrot del grupo Genesis. Pink Floyd se aventuraba en los estudios hacía la cara oculta de la Luna.

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