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ECOLOGÍA

inSOStenible

Como isleños, sabemos que los excesos del turismo tienen efectos

Cristina Romera Castillo. ESPASA-CALPE

Hace años que reseño libros de ciencia y ecología. Por mi temperamento me cuesta no blasfemar como el capitán Haddock. Estas sinopsis me ayudan a canalizar esta ira intelectual. La estupidez que nos rodea es una horda de zombis que retrasmite al mundo sus miserias, egolatrías y mentiras. Hay mucho inconsciente y mucha falta de criterio, pero también muchas acciones para proteger y restaurar biodiversidad en los océanos, esa sopa primigenia donde surgió la vida. En esta sopa en la que nadamos, además de microplásticos hay algo de esperanza. Gracias a libros como el de Cristina Romera veo que la esperanza es fundada y tiene alguna probabilidad de prosperar. Pero tampoco nos pongamos exquisitos, la inercia global apunta al desastre. Ojalá cada año mejorase todo un poco. Como no lo hace, sólo nos queda mejorar nosotros. Por eso, estas reseñas buscan ser incomodas y reactivas. Espero ser un mosquito que les molesta.

Como isleños, sabemos que los excesos del turismo tienen efectos en las praderas de posidonia, las motos acuáticas, por ejemplo, ensordecen los giróscopos naturales de la posidonia, y esta fanerógama marina se estresa y crece mal, por decirlo de un modo sencillo. No es una opinión: es ciencia y ecología de campo. Y luego obviamente, los fondeos, los motores de miles de embarcaciones, y luego los plásticos, y las basuras, y bueno es un etcétera extenso. Pero hay esperanzas: cambiar el modelo productivo, dejar de depender de la masificación, transformarnos en un ejemplo de algo equilibrado, no en el paradigma soez de la antropización destructiva.

Volvamos al mar. Necesitamos ciencia, y si hay quien quiera apoyar el cambio debe invertir en laboratorios de innovación. Ciencia y conciencia ambiental, pero algo más serio que los Objetivos 2030, pues se han convertido en un lavado de imagen para repetir que viene el lobo, cuando el lobo parece ser que somos nosotros. Apliquemos una analogía, una sencilla metáfora, y seamos claros: que vengan fondos foráneos de filántropos a ayudar sin tener en cuenta al criterio creativo local es, primero, una falta de educación, y segundo, de visión estratégica. Los endemismos deben protegerse desde la propia lección que nos da el sistema reproductivo de la posidonia, que cuando florece permite que su mochila genética se prepare para un mar más cálido. No debe haber guetos, ni capillitas, ni gremios opacos o cerrados, eso es de licántropos, de personas que se aprovechan de personas que quizá sí tienen una preocupación y una sensibilidad real por lo que le pasa al mar. Es insostenible seguir apoyando maneras coloniales de salvar los ecosistemas, no es así como funciona… necesitamos sumar, y para sumar hay que abrazar toda idea brillante.

El trabajo que ha hecho Cristina es el ejemplo de lo que necesitamos: rigor y creatividad. Esa mezcla no es común en muchos foros o gabinetes, a veces por ignorancia, ignominia o puro interés. La gravedad climática sólo es puesta en duda por ‘encefalogramaplanistas’ y nos tiene con la espada de Damocles sobre la cabeza.

Cristina Romera Castillo es oceanógrafa y trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar-CSIC de Barcelona, licenciada en Química y doctora en Ciencias del Mar, sus investigaciones se han centrado en el ciclo del carbono oceánico. Actualmente estudia el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos y en el clima, y las bacterias capaces de degradarlos. Ha recibido varios premios nacionales e internacionales por su trabajo, entre otros el For Women in Science 2019, de L’Oreal-UNESCO; el Raymond L. Lindeman Award 2020, de la Association for the Sciences of Limnology and Oceanography y el International Rising Talents 2020. Y, además, ha publicado este maravilloso ensayo “antropOcéano” sobre cómo cuidar los mares para salvar la vida.

CRISTINA ROMERA. CASTILLO. Antropocéano: Cuidar Los Mares Para Salvar La Vida. Espasa-Calpe, 256 páginas, 19 €.

CRISTINA ROMERA. CASTILLO. Antropocéano: Cuidar Los Mares Para Salvar La Vida. Espasa-Calpe, 256 páginas, 19 €. Marc Masmiquel Mendiara

En una reciente entrevista se le preguntaba acerca de las consecuencias para el medio ambiente del plástico en el mar. Ella, no podía ocultar lo que sus investigaciones le han desvelado: “Consecuencias hay muchas. Por ejemplo, animales que quedan atrapados en plástico, otros que lo ingieren con consecuencias negativas para su reproducción y otras funciones fisiológicas. Hay animales que, al tener parte de su estómago lleno de plástico, no les queda mucho espacio para digerir los alimentos y al final acaban muriendo. Luego está el problema de que el plástico pase a la cadena trófica y acabe en el pescado que consumimos. El plástico también actúa como un medio de transporte de microorganismos. Viaja de unas zonas a otras junto con los organismos que lo habitan. Estos organismos pueden llegar a zonas que no son su hábitat natural y proliferar en ellas como especies invasoras. También hemos visto que puede alterar el ecosistema marino al liberar compuestos orgánicos al agua de mar con consecuencias para los organismos. Por ejemplo, hemos visto que las bacterias marinas son capaces de consumir estos compuestos y reproducirse más rápidamente por ello. Además, el plástico tiene también la capacidad de absorber compuestos orgánicos contaminantes que estén presentes en el agua. Actúa como una esponja y los concentra. Cuando las condiciones del medio cambian, estos compuestos podrían volver a liberarse al medio donde se encuentren, ya sea otra zona del océano o el estómago de un animal.”

Y así, es como está el asunto, el océano tiene en su seno -literal- las consecuencias del metabolismo capitalista sin filtros, el Mediterráneo en nuestro caso además de observar impertérrito pateras semanales surcando sus aguas, se calienta, ya no está en silencio y cada vez más especies desaparecen.

Como la crisis climática es un tema candente en todos los aspectos, hemos llegado a inmunizarnos, pero nuestra huella en los ecosistemas debe modificarse, es una huella con enormes consecuencias para las generaciones vivas y futuras. Necesitamos soluciones y hace décadas que se está mareando la perdiz con grandilocuencias.

¡Actuemos ya mismo! Proteger es preservar. Las virtudes ecológicas que alberga el mar y los desafíos enormes que describe este libro merecen nuestra atención. Y esto es ética ambiental, sencillamente.

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