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ANÁLISIS

La religión en el horizonte

Rafael Ruiz Andrés hace un balance completo del proceso de secularización en España

Rafael Ruiz Andrés

El lugar que ocupa la religión en las sociedades humanas es una cuestión que promete acompañarnos a perpetuidad. Con la ciencia, la industria, las urbes y todos los cambios sociales venidos de la mano de la modernidad, durante el siglo pasado sociólogos e historiadores anunciaron la inminente pérdida de la dimensión religiosa de la existencia. Quedaría para siempre como un rasgo definitorio, exclusivo y perecedero, de la sociedad tradicional. Se concibió la muerte de Dios, la gente discrepó de los dogmas eclesiales y los ritos fueron cayendo en desuso. Pero el augurio se cumplió solo a medias. En las últimas décadas, el fenómeno religioso ha cobrado nueva vida. El misterio de su origen y su influencia es objeto de estudio científico. Algunas celebraciones han adquirido un significado distinto. Han surgido formas muy diversas de experiencia religiosa. Y las religiones mantienen una presencia destacada en el espacio público.

España no ha sido ajena al proceso histórico de la secularización de las sociedades modernas. El cambio religioso en nuestro país ha resultado conflictivo. Los españoles hemos sido declarados católicos por decreto y por decreto hemos dejado de serlo. Pocos años después de que Azaña proclamara solemnemente en un debate parlamentario sobre el artículo 26 de la Constitución republicana que España había sido católica en el siglo XVI, pero ya no lo era, Franco reafirmó en el segundo principio fundamental del Movimiento, en 1958, la doctrina de la iglesia católica, apostólica y romana, como la única fe verdadera e inseparable de la conciencia nacional. Sin embargo, el sueño del nacionalcatolicismo se desvaneció en la fase final del régimen franquista. El Concilio Vaticano II provocó una honda crisis interna en el catolicismo español y los españoles, en particular las generaciones jóvenes, tendieron a adoptar estilos de vida y actitudes independientes de la iglesia.

RAFAEL RUIZ ANDRÉS. La secularización en España. Cátedra, 322 páginas, 17 €.

RAFAEL RUIZ ANDRÉS. La secularización en España. Cátedra, 322 páginas, 17 €.

La Transición, a la que tanto contribuyeron amplios sectores de la iglesia católica, aceleró la transformación religiosa que se había iniciado en la segunda mitad del siglo XIX. La Constitución de 1978 separó a la iglesia del Estado. Desde aquellos años, los indicadores de adhesión a la iglesia católica han sufrido una caída pronunciada y rápida. El porcentaje de practicantes es cada vez más reducido. Apenas una pequeña minoría cumple con los sacramentos. En asuntos de moral, sea el aborto, el divorcio, la eutanasia o las prácticas sexuales, la pérdida de autoridad de la iglesia es manifiesta. La organización eclesial suscita desconfianza y obtiene una de las peores valoraciones entre las instituciones más relevantes. No obstante, para hacer una descripción más precisa del panorama religioso actual debe añadirse que la mayoría de los españoles se declaran creyentes, el pluralismo religioso es un rasgo imborrable de la sociedad española y, según algunas estimaciones, uno de cada diez habitantes de nuestro país es musulmán, evangélico u ortodoxo.

Rafael Ruiz Andrés ha participado en investigaciones internacionales y ofrece en este libro un balance completo del proceso de secularización en España, con explicaciones sencillas de este concepto y otros afines, como secularismo y laicismo, un relato histórico bien ordenado de sus hitos decisivos y abundancia de datos empíricos. Todo ello con el propósito, confesado en la última página, de introducir a la sociedad española en la era post secular. Ruiz Andrés está convencido de que la religión aporta una riqueza cultural, una tradición inigualable, expresiones innovadoras de la religiosidad, una reserva de sentido, que las sociedades secularizadas no deberían ignorar ni desaprovechar. Culminada la secularización, ante el fundamentalismo reaccionario y el ateísmo beligerante, la esperanza es que pueda abrirse paso un espíritu tolerante y cooperativo entre las diferentes iglesias, en el seno de cada comunidad religiosa y entre los seguidores de algún credo y los no creyentes.

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