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LITERATURA

Pamuk, sin miedo a Erdogan

El premio Nobel de Literatura presenta su nueva novela, Las noches de la peste, por la que el fiscal turco le pide casi dos años de prisión

Omar Pamuk. EL PERIÓDICO

Pese a todo, “¡la vida es bella!”, asegura Orhan Pamuk desde su casa, en su natal Estambul, girando la pantalla hacia la ventana para mostrar el río Bósforo a los periodistas que lo siguen por videoconferencia. “Soy positivo respecto al futuro de la humanidad”, añade el premio Nobel de Literatura turco de 69 años tras opinar muy seriamente sobre Ucrania, la falta de libertad de expresión y los encarcelados en la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, la pandemia y la petición de casi tres años de prisión que pesa sobre él del fiscal del Gobierno por “insultar a Atatürk”, el fundador de la república turca, en su último libro, Las noches de la peste (Literatura Random House), que hace un mes llegó a las librerías.

Pamuk empezó a escribirlo cinco años antes del covid y llevaba 40 pensando en él. Nadie puede acusarlo de oportunismo al relatar en la novela la devastación que provoca en 1901 la peste bubónica en la isla ficticia de Minguer, perla del Mediterráneo oriental inspirada en Creta, y las medidas que se intentan aplicar, como el confinamiento, que implica el paro de la economía.

“Mis amigos me decían que por qué escribía sobre una pandemia si no las había en nuestro mundo. Y de repente estaba viviendo una pandemia como la que describía. Al final todas las pandemias se han superado y se han ido. La humanidad siempre sobrevive e inventa nuevos problemas. Sobrevivir está en nuestros genes, la resiliencia”, dice el autor de Nieve. “Es una vergüenza que se haya sacrificado a tantas personas mayores que han muerto porque los gobiernos estaban más preocupados por los negocios”.

“La humanidad se comportaba igual. Reduje mis descripciones de la cuarentena porque todo el mundo sabía ya cómo era. Y ante tantos elementos negativos introduje humor e ironía, y la belleza de la isla y de la vida. Pero vi que mi mundo de escritura se convertía en público y me sentí algo celoso de la realidad”, admite el Nobel de 2006, buen conocedor de la literatura sobre epidemias y, en especial, del Diario del año de la peste, de su admirado Daniel Defoe.

“No tengo miedo de ir a la cárcel”, asegura Pamuk, que va por la calle con protección, ante la petición del fiscal. “El ataque no tiene ningún fundamento. No es verdad que ataque a Atatürk, ni lo he pretendido. No hay ninguna alusión directa a él. Pero sí es una alegoría del alzamiento de nuevas naciones –Bulgaria, Turquía, Serbia…– tras la desintegración del Imperio otomano. Cuando me llamó la fiscalía, les pregunté en qué página me burlaba o insultaba a Atatürk. En ninguna. No pueden probar nada. Son acusaciones kafkianas. No me preocupa y no quiero ofrecerme como víctima. La experiencia me dice que todo esto se desvanecerá en los laberintos de la burocracia de Ankara. Forma parte de una lucha política: los enemigos nacionalistas islamistas se quejan de que mis libros se lean en las escuelas”.

No se muerde la lengua ante la situación en Turquía. “El Gobierno de Erdogan ha acabado en los últimos años con la libertad de expresión. Quienes tienen problemas no son los escritores de ficción, sino periodistas valientes que pasan dos años en la cárcel y al salir vuelven a escribir cosas valientes y vuelven a la cárcel”, lamenta. “Tenemos un ministro de Justicia que anuncia con orgullo que construyen nuevas prisiones, como si fueran hospitales. Esto ha sucedido en los últimos seis años, mientras la humanidad estaba mirando. Y, subrayo: sin libertad de expresión, no hay democracia. Tenemos una democracia falsa en el sentido de que la gente vota, y vota a Erdogan pese a que mete a gente en prisión solo por insultarle cuando solo lo criticaban”.

Pero también hay “algo bueno”: “Según las encuestas, su popularidad está cayendo y, si las elecciones son claras y justas, Erdogan caerá, créanme. En los últimos meses y años la economía se ha hundido, la pobreza es tremenda y la gente no tiene qué comer, hasta los periódicos pro Erdogan y los islamistas están enfadados con él. A la gente le importa comer, no los periodistas en prisión”.

Tampoco rehúye opinar sobre la guerra en Ucrania. “Es inmoral matar a los ucranianos e invadir un país solo porque no quiere formar parte del bloque de la antigua URSS, ni que Rusia lo controle. Invadir y matar a miles de personas, como hemos visto en las atrocidades del norte de Kiev, con ese pretexto es horrendo. Lo vergonzoso es que con internet podemos ver un montón de vídeos. Yo mismo lo hago y me siento culpable al ver esos cuerpos en las calles. El horror está tan cerca que no podemos decir que es una lucha entre la OTAN y Rusia. Sientes culpa y quieres hacer algo pero te frustras porque no sabes qué”.

Utiliza Pamuk a una historiadora que entrelaza testimonios e historia. “Es una decisión ética que me impongo el ver el mundo a través de la voz de una narradora femenina. Que la gente no piense que lo he escrito yo, sino una mujer. No es por corrección política, sino porque soy un hombre de Oriente Medio que conoce toda la estupidez de este mundo y quiero verlo a través de una mirada femenina”.

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