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Cómic

Muerte entre los pinos

Conocimos a Kriek con sus adaptaciones de Lovecraft. Ahora vuelve con varias historias cortas, aun más terroríficas

Muerte entre los pinos

Lo cierto es que la edición es estupenda, comenzando por una gran portada, con el título barnizado, unas atractivas guardas y unas encantadoras páginas de introducción. Solo echo en falta el lomo entelado. Kriek es más ilustrador que dibujante de cómics y se le nota. En ocasiones no atina con la narrativa y cuesta distinguir a quién representa, estropeando el ritmo de lo que cuenta. Pero en general su aproximación más «artística» aporta un extra de frescura y novedad a las planchas, juega a su favor. Nada de soluciones estereotipadas, las sombras nunca hacen lo que se espera de ellas e incluso sus deslices con las figuras resultan agradables, en un contexto que convierte las torpezas en rasgos de una personalidad arrolladora. Salvando las distancias algunas volumetrías recuerdan al primer Corben, el creador underground de las historias cortas y las iluminaciones siempre sorprendentes.

El dibujo, además, se realza con una segunda tinta muy bien usada por Kriek, que le permite simplificar algunos aspectos del entintado, sin perder las necesarias atmósferas que requieren relatos como estos. Los tonos, que cambian de un capítulo al siguiente, también se ajustan a las historias. Más verdoso en el episodio marino, violáceo en el de la adúltera, un apagado cálido en el del chico del sur, azul lavado en el del bosque y casi rosa en el capítulo de las rosas. En un proyecto como éste el color adquiere un gran protagonismo, ayuda a completar unos paisajes que son casi un personaje más, definiendo a los héroes y sus pasiones. Por supuesto, tan importante como esos tonos planos son las grandes masas negras. Kriek siempre añade algún negro de más, en caras, en arrugas o fondos. Todo carga con un peso extra, aportando densidad a la textura visual.

Ha ido a lo más básico, canciones tradicionales que cuentan historias terribles, sobre asesinatos, abusos y otros «actos innombrables». Situadas en diferentes etapas históricas, tienen sentido por separado pero también como conjunto. En cada una de ellas se desarrolla una pequeña novela, con protagonistas que se esfuerzan por sobrevivir o, llegado el caso, vengarse desde la otra vida de quienes les ofendieron. El primer episodio recuerda a un conocido relato marinero de Hodgson pero Kriek enseguida señala su propio territorio, que es muy siniestro y dramático y donde nada es lo que parece. Por el camino encuentra tiempo para denunciar el racismo y violencias contra la mujer. Pero lo cierto es que sus señoras también tienen mucho peligro. Hay algo que llama la atención, que supongo se deriva del carácter popular de los textos originales. Al lado de grandes villanos, imprescindibles en un cómic de terror como éste, también encontramos a inocentes, personajes buenos que o bien no se enteran de nada o bien pagan las consecuencias de su ingenuidad. Repito: no se fíen de las apariencias.

Una nueva y muy sugestiva muestra del arte de un autor inclasificable, con eso que se llama «un mundo propio». Dejarse llevar por su narración supone hundirse en un pantano tan negros como cenagoso. Están avisados, si les arrastra hacia el fondo, quizás luego no consigan salir.

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