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Qué es cultura

Ruanda inefable

Yoan Smadja indaga en la perspectiva colonial del genocidio ruandés

Aunque no todos los especialistas están de acuerdo, pues el concepto es resbaladizo, una amplia mayoría de la comunidad de historiadores acepta que en Ruanda, en 1994, tuvo lugar, tras el asesinato del presidente Juvénal Habyarimana, el último genocidio del ominoso siglo pasado. Entre abril y julio de aquel año, en apenas cien días de devastación y furia, 800.000 tutsis y hutus moderados fueron asesinados. La huella del desastre fue muy profunda y sobrevive aún hoy en el ánimo de toda una generación, entre la que me incluyo, pues abundó el material gráfico y las matanzas fueron registradas por la televisión. Contrariamente a lo que suele ser norma en los genocidios, Occidente y su proverbial, tantas veces hipócrita conciencia kantiana, pudo asistir en vivo y en directo al devenir de las atrocidades. Fue un fin del mundo con testigos en forma de lente, un apocalipsis documentado.

Ruanda y su triste sino han sido abordados desde el ensayo en libros rotundos, como el angustioso Una temporada de machetes, del maestro de reporteros Jean Hatzfeld, o como el insuperable Las cataratas, de Eliot Weinberger, uno de los mejores textos que se han escrito en las últimas décadas para explicar la fuente de todos los desastres, eso que Rafael Argullol ha definido como “la inquietante frontera en la que la afirmación de lo propio converge con el terror a lo ajeno”. También la ficción se ha acercado al desastre de Ruanda, aunque sus resultados no han sido tan memorables. El escritor y músico Gaël Faye lo hizo en 2016 con Pequeño país, una novela bien escrita aunque algo blanda, que rescataba para el lector la sensación de paraíso perdido que el genocidio arrebató a Ruanda, y que guarda puntos de contacto con la novela que hoy comentamos, Creí que borraban todo rastro de ti, del franco-israelí Yoan Smadja, sobre todo en lo que atañe a lo que podría denominarse la perspectiva colonial del asunto, esto es, la certeza de que Ruanda no se puede explicar sin apelar al legado europeo, alemán, belga y francés, que determinó la historia del país y sentó las bases del vendaval que lo arrasó en 1994.

Creí que borraban todo rastro de ti es una novela de buenas intenciones y sin duda emocionante, en especial por lo que compete al personaje de Rose, la mujer muda que escribe cartas de amor y desolación al marido perdido, al hijo lejano y a la madre postiza, pero que evidencia los límites de la ficción a la hora de abordar la textura del horror. Hay en efecto una inefabilidad en ciertos acontecimientos que obliga al lenguaje a mostrarse pudoroso, vacilante a la hora de aprehender ese río de imágenes abrumadoras que la Historia deja tras de sí, imágenes de las que esta novela imperfecta pero atractiva logra rescatar una de enorme poder y sugestión: la del genocidio de Ruanda como una gigantesca sartén de aceite a la que fueron arrojados hombres, mujeres y niños que eran gotas de agua.

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