Diario de Mallorca

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NARRATIVA

Al final de la escapada

Dany Laferrière narra el último día de un perseguido antes de embarcarse hacia el exilio

Dany Laferrière. WIKIPEDIA

Muy al final de la novela, Huesos Viejos (sobrenombre con que denominan al protagonista y narrador de El grito de los pájaros locos) se dice a sí mismo lo siguiente: “Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que encuentre allí un sitio donde sepan cuántas cucharadas de azúcar tomo con el café”. Esta duda un tanto trivial expresa con mucha precisión lo que supondrá la nueva vida para un exiliado. Huesos Viejos se plantea esto después de un recorrido hipnótico, tierno y terrorífico por la ciudad de Puerto Príncipe, en una suerte de despedida antes de dejar definitivamente su país. Estamos, claro está, en Haití. El Haití de Papa y Baby Doc Duvalier; el de los “tontons macoutes”. Un horror sistémico, engendrado por los espasmos de la colonización que convertía a todo el país en sospechoso sólo por el hecho de querer vivir.

El autor de este brillante y profundo viaje al corazón de las tinieblas es el escritor canadiense de origen haitiano Dany Laferrière y lo que hace en su libro es novelar su propia experiencia biográfica: el periodista Gasner, amigo de Laferrière, aparece en una playa muerto, con el cráneo reventado, y Huesos Viejos, también periodista, no tarda en comprender que su vida corre serio peligro, siendo además, como es, hijo de un exiliado opositor al régimen de los Duvalier. Todo comienza a las 12.07 horas y terminará a las 6.58 horas del día siguiente. Es el periodo que abarca la novela, el tiempo que tiene Huesos Viejos para decir adiós y dejar las menos cuentas pendientes posibles. El carácter de dicha despedida vendrá determinado por el prolongado y lúcido monólogo que acompaña los pasos de Huesos Viejos.

Por momentos, El grito de los pájaros locos es una sucesión de epifanías cargadas de intensidad y simbolismo. En ese recorrido se invocan no pocos referentes de la literatura clásica (hasta un descenso final a los infiernos que contrastará con un posterior vuelo en avión) y se diseccionan a través de la literatura los rasgos de un país que poco tiene que agradecer a la Historia. Laferrière nos muestra Haití como un personaje más, sus contradicciones, sus pesadillas, sus virtudes. La personalidad compleja del país se mezcla con la ronda iniciática que lleva a Huesos Viejos a hacer coincidir el final de su periplo con el final de la novela.

El enfoque, desde la circunstancia del exilio exige, de alguna manera, la lectura del libro bajo su luz tenue. El grito de los pájaros locos se suma de esta forma al corpus de literatura del exilio que el lector en español puede tener a su alcance.

Celebro especialmente una novela como la de Laferrière por su aportación, por ser un suspiro de atención hacia lugares que, digámoslo así, apenas existen para nosotros. Laferrière sitúa la acción de su novela en un tiempo del que se habla menos: el previo a la marcha, cuando el tema más requerido suele ser: o el viaje o la nueva vida en el destierro.

En su incesante monólogo, Huesos Viejos, a pesar de su juventud e inexperiencia, se imbuye de una sabiduría más propia de sus mayores. Tanto vive en apenas veinticuatro horas que nos permite también una lectura en clave de novela de aprendizaje.

En ocasiones, nos cuesta definir ese concepto un tanto abstracto que se llama literatura universal. La tarea de editoriales como Pepitas de calabaza y la excelente traducción de Rubén Martín Giráldez nos permite verlo todo con mayor claridad.

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