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SEMBLANZA

Manifiestos personales

William Boyd es un escritor satírico, cómico, histórico, pero sólo hasta cierto punto para hacer que la línea entre realidad y ficción sea muy fina

William Boyd. LL.A

Es un día soleado. De hecho, es el primer día soleado después de jornadas de cielos grises y nubes de tormenta. Cuando salgo de la estación de metro en Sloane Square me invade una sensación de armonía. Las calles de Chelsea, una zona próspera de Londres conocida por sus elegantes boutiques y selectos restaurantes, están calmadas. Es un oasis de paz en medio del concurrido, ruidoso Londres.

Llego a mi destino, toco el timbre y a los pocos segundos la puerta negra brillante se abre. Me invita a entrar un hombre de ojos azules y media sonrisa. Es él: William Boyd. La entrevista transcurre en una sala de estar decorada con pinturas de varios estilos, ventanales altos, estanterías que cubren todas las paredes y una mesa de café repleta de libros, muchos libros. No hay televisión, pero si un reproductor de música. El británico nacido en Ghana en 1952 es un tipo de novelista peculiar. Amable, simpático y entusiasta, Boyd posee algunos de los atributos que se asocian con las grandes figuras literarias. Sin embargo, tanto en su prosa como en el cara a cara disimula su intelectualismo. En la medida de lo posible, dice encontrarse cómodo, feliz y satisfecho con su suerte y tiene muy claro que no es eterno. “Creo que a medida que envejezco y escribo más libros, el desafío es tratar de seguir en pie en lugar de conseguir buenas críticas o ganar premios, y la única forma de hacerlo es vendiendo libros”, afirma el autor. Quizás sus proyectos más ambiciosos hayan sido sus cuatro obras que de narran una vida entera, desde la niñez hasta la muerte. Esta categoría incluye su novela más celebrada, Las aventuras de un hombre cualquiera (Alfaguara, 2003), que sigue a Logan Mountstuart a través del caótico siglo XX, y la biografía ficticia de Nat Tate 1928-1960: El enigma de un artista americano (Malpaso, 2015) que publicó en 1998 gracias a David Bowie.

El William Boyd adolescente quería ser pintor pero su padre le dijo que lo olvidará y “Simplemente cambié el arte por literatura”. En la universidad de Glasgow ganó su primera competición con un relato corto “Que nunca he vuelto a publicar”. Ese concurso le demostró que no se estaba engañando a él mismo, que eso de escribir “No era una fantasía”. Su primera novela, Un buen hombre en África, salió en 1981 cuando él era profesor de Literatura Inglesa en la prestigiosa universidad de Oxford. “Mi primer libro en realidad fue mi tercero”, dice sentado en su salón, “Había escrito dos novelas que no se han publicado y me sirvieron como aprendizaje”. Escribió Un buen hombre en África en unos pocos meses “En una especie de resplandor de dinamismo y energía” ya que había dicho a su editor que la había completado cuando todavía ni había empezado. La novela publicada, hace 40 años e inspirada en sus vivencias y en su padre, no sólo ganó el premio Whitbread sino que también el Somerset Maugham y años después se llevaría al cine con Sean Connery. Desde entonces, ha publicado dieciséis novelas (y está trabajando en su decimoséptima), cinco colecciones de relatos cortos, dos trabajos de no-ficción y numerosos guiones para teatro, TV y cine. Explica esta diversidad como una manera de poder vivir de su oficio porque “Mucha gente que conocí en Oxford ahora trabaja de profesor. No es algo malo, pero me alegra no tener que hacerlo.” En Oxford, además de enseñar, Boyd empezó su tesis sobre el poeta romántico Percy Shelley y, aunque no la terminó, descubrió en un manuscrito “Un dibujo obsceno que Shelley había realizado de un pene erecto… y esa es mi única contribución a los estudios de Shelley, un poco de erotismo”, sonríe.

Entre sus publicaciones también destaca Solo: una novela de James Bond (Alfaguara, 2013), que cosechó el éxito de la crítica y los lectores. “El ejercicio valió la pena. Tenía carta blanca”, afirma señalando diferentes ediciones del libro en una estantería, “Había escrito mucho sobre el personaje. Tengo la sensación de que por eso me eligieron”. En las novelas originales se menciona que Bond vive en Chelsea, pero no se aclara la dirección exacta. Fue Boyd quien recientemente desveló el misterio: “Definitivamente es Wellington Square por la geografía y el análisis del texto. De todas las calles que dan a King’s Road, sólo puede ser el número 25”, a escasos metros de donde vive William Boyd con su esposa Susan, su amor de juventud a quien dedica todos sus tomos.

William Boyd es un escritor satírico, pero no a gran escala; es cómico, pero no exclusivamente; es un novelista histórico, pero sólo hasta cierto punto para hacer que la línea entre realidad y ficción sea muy fina. Entiende el humor como algo muy caprichoso que “Sólo depende de cómo ves el mundo, si es un lugar absurdo de comedia negra donde nada sale bien y lleno de frustraciones, eso afectará a tu forma de escribir”. De hecho, puede resultar gracioso saber que cuando mecanografiaba sus manuscritos los guardaba en el frigorífico porque “Escuché que después de la bomba atómica en Hiroshima encontraron entre las ruinas una nevera que contenía unos huevos intactos”. En 1990 compró su primer Mac y “Ahora escribo el primer borrador a mano, pero el mismo día lo paso al ordenador y me lo envío a mí mismo en un correo electrónico”.

WILLIAM BOYD. Trio. Alfaguara, 352 páginas, 20 €.

WILLIAM BOYD. Trio. Alfaguara, 352 páginas, 20 €.

Alfaguara ha publicado recientemente en español su extremadamente placentera última novela, Trio, sobre el agobiante negocio de escribir ficción, el enrevesado oficio de hacer una película y lo que supone ser actor. Elfrida Wing, uno de los personajes principales, sufre un bloqueo de escritor. Boyd, sin embargo, no ha padecido nunca dicha dolencia porque “Siempre tengo dos o tres ideas sólidas sobre libro será el siguiente y mientras escribo una novela ya hay un poco de mi cerebro pensando en la próxima”.

Mi hora con William Boyd llega a su final. Antes de irme me pregunta por Isabel Coixet. Le respondo que es una de las mejores directoras de cine de nuestro país. Boyd sonríe y menciona que están en contacto ya que la catalana está leyendo su guion “Cork”, basado en su historieta sobre el poeta portugués Fernando Pessoa. Hace unos días se anunció que en enero empezará en Portugal la grabación de Nobody’s Heart [“El corazón de nadie”] –la película basada en el libreto de Boyd, dirigida por Coixet y protagonizada por Gugu Mbatha-Raw y Edgar Ramírez. Isabel Coixet la ha descrito como “Una historia de amor fascinante, retorcida y cargada de sexualidad entre dos personajes que comparten una pasión única.” William Boyd es, afortunadamente, imparable.

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