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Cómic

Johnny Hazard, el goce de la aventura exótica

Dolmen edita la etapa más brillante del piloto que dibujó, con genio, Frank Robbins

Frank Robbins. WIKIPEDIA

Johnny Hazard es uno de los cómics más divertidos de todos los tiempos y formatos. El personaje es un aviador que encadena aventuras por todo el mundo, con algo de comedia y otro de melodrama y siempre una acción vertiginosa.

Su autor es Frank Robbins (Boston, EE.UU. 1917- San Miguel de Allende, México 1994) un dibujante que siguió el influyente estilo americano de Noel Sickles, llamado “impresionista” por el sombreado del pincel, y lo llevó más allá en la valentía del trazo y el derroche de la tinta y en el ingenio y gracia de la caricatura. Es el estilo en el que Milton Caniff gobernó durante medio siglo (de Terry and the Pirates a Steve Canyon), el que importó Jijé a Bélgica; Hugo Pratt a Italia y Jordi Bernet a España. Sigue una línea que llega a nuestros días en Estados Unidos. El trabajo de Robbins, de una ligereza y vivacidad que quisiera o debiera Caniff, está relativa e injustamente minusvalorado.

Robbins era un narrador en imágenes excepcional, capaz de situar el punto de vista en cualquier parte para que entrase todo lo que quería contar en sus viñetas cuadradas y pequeñas y favorecer la continuidad.

Sus argumentos tienen un ritmo y un interés gozoso que le hacen capaz de sostener una escena de lucha con armas medievales a lo largo de 16 tiras que, leídas en álbum son tres páginas, pero publicadas en periódico duraron 16 días.

Evocan las películas de más azares de Alfred Hitchcock (Con la muerte en los talones como paradigma) por la sucesión de sorpresas, casualidades increíbles, giros inesperados y de escenarios y situaciones espectaculares: un desfile, un teatro, unas atracciones de feria, unas alcantarillas, unas pistas de esquí, los aleros. Todo lo que atente contra el equilibrio y vaya a favor del riesgo (Hazard, en inglés) sirve.

Este piloto vagabundo, optimista, ingenioso y enamoradizo encuentra en el mundo un catálogo de secundarios de los que duele desprenderse (pienso en el reportero Snap Hunter), unas mujeres con encanto entre las que cuesta elegir y unos malos caricaturescos, crueles y duros que evocan a actores de carácter del cine clásico como Sydney Greenstreet o Peter Lorre.

El punto que ha alcanzado la edición cronológica de Dolmen ha llegado a los mejores años de la tira, de los cincuenta a finales de los sesenta.

Johnny Hazard empezó como serie bélicaen los diarios. Como debutó el 5 de junio de 1944, el Día D, a la vez que el masivo desembarco de los aliados en Normandía, el aviador combatiente quedó pronto sin guerra y su escenario siguiente, desde la iniciativa privada, fue la guerra fría.

En la segunda mitad de los cincuenta el gran enemigo del mundo libre (el cómic está escrito en esos términos) es China. En Johnny Hazard la cultura pop de Hearst Corporation se enfrenta a la revolución cultural de la China de Mao Tse-Tung desde Macao, Bangkok, Hong Kong. Pero el aventurero, como cuando no corre, vuela, es secuestrado en Venecia, pasa aventuras en París, recupera el cetro para la coronación de Isabel II en una aventura que termina en el día exacto de la ceremonia de la abadía de Westminster, busca un botín de robo en Lorient...

Como la dicha es buena, nunca es tarde para debutar, reincorporarse o releer estas historias que hace más de 50 años que no se publicaban en España y que son editadas con una fidelidad al original (que tiene pegas) pero que no se conocía.

Johnny Hazard, el goce de la aventura exótica

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