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Cómic

Caníbales, vampiros y otros monstruos

Boucq lleva años trabajando con el escritor Jerôme Charyn, desde los lejanos tiempos de ‘La Mujer del mago’ y ‘Boca de Diablo’. Ahora vuelven a juntarse, recuperando al protagonista de ‘Little tulip’

Caníbales, vampiros y otros monstruos

Aquellas dos primeras colaboraciones habían permitido a Boucq escapar del género del humor grotesco en el que parecía haberse atascado, abordando tramas más dramáticas pero sin abandonar su gusto por lo bizarro. Lo mejor de Charyn eran aquellos momentos en que la realidad y la fantasía se desdibujaban hasta confundirse. Cuando le salía bien era surrealista y estremecedor, pero eran operaciones de riesgo con el ridículo como mayor amenaza. Hay una larga tradición de autores en los que la tendencia hacia lo estrafalario, lo peculiar, pesa más en ocasiones que la estructura dramática, que acaba abandonada, permitiendo que el relato se convierta en un desfile de freaks. En ese sentido, La mujer del mago era inferior a Boca de diablo donde el equilibrio entre un poderoso drama realista y lo delirante estaba más conseguido. Luego Boucq se pasó varias décadas ilustrando las fantasías de otro famoso iluminado, Jodorowsky, para quien la división entre el sueño y lo real no existe. Juntos levantaron «Cara de luna» primero y el western «Bouncer» después. Además, el dibujante seguía publicando sus propias invenciones cómicas sin descanso, mientras su arte se iba refinando y afianzando.

Hace poco sorprendió volviendo a reunirse con Charyn, retomando una colaboración interrumpida en los noventa del pasado siglo. Recuperaron algunos de los ambientes soviéticos ya transitados en su anterior trabajo, Boca de diablo. Como allí, viajábamos del infierno del gulag comunista a la ciudad de Nueva York, en una narración tensa y agria, que Boucq visualizaba con su destreza habitual. Aquí conviene hacer un inciso respecto a lo poco que el gulag y los excesos soviéticos han sido representados tanto en cine como en cómic. Recientemente, Agnieszka Holland se atrevía a contar las hambrunas de los años treinta, en un escalofriante paseo por la devastada Ucrania en Mr. Jones. Pero aportaciones como esa son más la excepción que la norma en una Europa empeñada en darle la espalda a uno de los totalitarismos más siniestros del siglo XX, que sigue muy vivo en el XXI. En New York Cannibals retoman al protagonista de Little Tulip, y a una de sus comparsas, para contar una trepidante aventura en la ciudad que nunca duerme. Como viene siendo habitual en él, el dibujante no decepciona. Encajona a sus personajes en sus especiales viñetas estrechas y alargadas, tanto vertical como horizontalmente, y los satura de trazos y tramados que nunca dificultan la lectura. Resulta tan eficaz en las escenas más descriptivas, que documentan a la perfección la ciudad de Nueva York, como en los pasajes oníricos, donde da rienda suelta a su lado más grotesco.

La trama de Charyn no es tan convincente. Llena la historia de personajes estrambóticos que en muchos casos parecen sacados del seminal Freaks de Browning o de alguna película mexicana de Buñuel. Los hay buenos y malos y constituyen un verdadero himno a la diversidad racial, sexual y lo que se les ocurra. Con ellos intenta construir un argumento muy elaborado donde las pasiones más primarias, incluyendo el canibalismo, se mezclan con juegos de poder que involucran a agencias gubernamentales, espías y millonarios. Corrupción policial, amores traicionados, maternidades, trata de blancas... Todo eso y más encaja en una trama que no acaba de interesar y que se diluye en un océano de secundarios con demasiada personalidad.

Un volumen con Boucq nunca decepciona del todo. Considero que esta no es la mejor obra de Charyn pero no es despreciable. De alguna forma los componentes, todos ellos muy interesantes por separado, no acaban de componer un buen plato. Es un proyecto ambicioso y desmesurado y aunque no del todo logrado, se trata de un fracaso muy respetable.

Caníbales, vampiros  y otros monstruos

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