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HISTORIA

La Sección Femenina

Estudio sobre una organización que dirigió cuatro décadas la vida de “la mujer española”

Begoña Barrera. TWITTER

Begoña Barrera nos ofrece un libro de interesantísima lectura tras lo que claramente es una investigación pormenorizada y laboriosa de la fundación, desarrollo y disolución de la Sección Femenina. La obra está profusamente acreditada, con referencias bibliográficas completas de los periódicos, revistas, archivos y cartas personales de la época, y con una lista de estudios pertinentes al tema.

Pilar Primo de Rivera aparece como sinónimo de Sección Femenina. Ella la ideó, la llenó de ideología, la defendió y representó y murió socialmente con ella. Pilar tomó las riendas desde aquellos primeros tiempos en que su hermano José Antonio fundó la Falange, en octubre de 1933, y se propuso formar a “la mujer española” según su propia visión, como esposa y como madre de los futuros defensores de la Patria.

Si bien tuvo apoyos claros en su empeño, Barrera da clara cuenta de todos los obstáculos que Pilar Primo hubo de sortear hasta que Francisco Franco le brindó su apoyo. Con mano férrea y un control omnímodo de los medios de comunicación “femeninos”, la Jefe (sic) Nacional construyó un discurso que propugnaba única y exclusivamente a la mujer esposa abnegada y madre amantísima.

Durante la autarquía, cuando se fundó la ONU y se aisló a España, la Sección Femenina favoreció todo lo nacional y construyó a la mujer extranjera como una otredad pervertida; cuando Estados Unidos necesitó la posición estratégica de nuestro país, la organización dulcificó su discurso y encontró puntos favorables en la vida más allá de nuestras fronteras. A medida que España fue abriéndose a otros aires, Pilar Primo parecía abrirse también a que las mujeres españolas trabajasen fuera de casa y copiaran modas transpirenaicas dentro de un orden. Cuando la muerte del dictador dejó a la Sección Femenina a las puertas de la desaparición, algunas frases de su fundadora pudieran confundirse con el feminismo que llegaba entonces a España; así, en 1976, aparece en Teresa, una de sus publicaciones, que “el destape” contribuye “a seguir haciendo de la mujer una retrasada mental cuya misión es alegrar los ojitos a los hombres mostrando sus encantos y obedeciéndoles de forma ciega”.

Pero más de cuarenta años de prerrogativas políticas habían hecho de su discurso un fortín patriarcal que ya no podía disolverse con unas frases embaucadoras. No en vano, a través de sus sucesivas revistas “femeninas” y de los espacios radiofónicos con que contaban, la Sección Femenina había marcado un corsé emocional absolutamente pasivo para las mujeres y, lo que es peor, había exacerbado su sentido de la culpabilidad si no lo seguían. Su diatriba contra las “solteronas” es aterrador: “¿Soltera aún? ¿Por qué? ¿No estará el problema dentro de ti misma? Interrógate sin indulgencia. Te evitará en lo sucesivo caer en las mismas equivocaciones”.

Las mujeres que crecimos en España en las décadas de los 1960s y 1970s recordamos el órgano propagandístico del Servicio Social obligatorio; todas necesitábamos haber pasado por sus clases y seminarios, en que se nos enseñaba costura, cocina, puericultura y obediencia. Junto con el diploma acreditativo nos daban una chapa azul para lucir en la solapa con las siglas SS, que popularmente se interpretaban como Siempre Soltera.

Esta identidad femenina uniforme y estática se reforzaba con una apelación a las “tradiciones” del pueblo español, con el folklore, con los Coros y Danzas y con el deporte “femenino”, y se erigieron las figuras de Isabel I de Castilla y de Teresa de Jesús como ejemplos insignes de la mujer española. Constituye una buena paradoja que fueran mujeres activas, decisivas y poderosas quienes iluminaran el trabajo de las esposas y madres calladas y sin más voluntad propia que entregar su vida al cuidado de esposo e hijos. E, igualmente, que la Jefe y sus mandos fueran mujeres solteras y articuladas que viajaban constantemente por todo el territorio nacional.

Para paliar las dudas que surgieran, los medios de comunicación se llenaron de consultorios, auténticos laboratorios semióticos donde se fabricaba un discurso oficial elemental (cita Barrera a Gerard Imbert) pero efectivo para quien por aquel entonces carecía de él: la mujer española.

La Sección Femenina

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