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Cómic

Ditko: más pequeño, más grande

Siguen llegando nuevos recopilatorios de Ditko que nos permiten revisar etapas poco conocidas de su carrera. Ahora se han agrupado sus primeras historias para Marvel, que pertenecen a dos periodos de tiempo bien diferenciados

Ditko

Primera etapa en Marvel

Ditko: “Estuve fuera de la escena del cómic durante un año y medio. Volví a finales de 1955 para trabajar con Stan Lee en Marvel”. En 1956 trabajó casi en exclusiva para Marvel. Todavía un veinteañero, tras un año en la profesión había caído enfermo, probablemente a causa de sus interminables jornadas laborales. ¿Qué sintió en aquella vuelta a casa? ¿Tuvo dudas respecto a la profesión a la que había decidido dedicar su vida? Sumen a ello la crisis industrial, con muchas editoriales al borde de la desaparición. El regreso a la gran ciudad debió de constituir un duro desafío para el joven Ditko. Lo habían tumbado en el primer asalto pero estaba de nuevo en pie, dispuesto a seguir luchando, en las peores condiciones.

Ditko

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Sus primeras entregas demostraron que tenía muchas ganas de dibujar. “Habrá algunos cambios” en Journey Into Mystery nº 33 (Abr. 1956) parecía un trabajo de Wally Wood, por su saturación y detallismo. “¡Los que desaparecen!”, en el nº 38 (Sep. 1956) era algo más contenida, pero iba cargada de líneas en comparación con obras posteriores. “Marzo tiene 32 días” en Mystery Tales nº 40 (Abr. 1956) contaba con viñetas barrocas y muchas sombras proyectadas.

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La sencillez regresó acompañada por unos precisos sombreados. Tanto en “El visitante nocturno” en Journey Into Unknown Worlds nº 45 (May. 1956) como en “El mayor experimento” en Strange Tales nº 46 (May. 1956) donde mantenía sus deudas con Wood al tiempo que señalaba sus propios territorios, sobre todo en cuanto a la arquitectura futurista y los vehículos. Sus diseños siempre eran orgánicos, con citas al expresionismo de Hermann Finsterlin, Erich Mendelsohn o Bruno Taut. Como puede observarse en la nave alienígena de “Los marcianos desaparecidos” en Marvel Tales nº 147 (Jun. 1956). Mi amigo Frédéric Manzano quiere ver en los científicos protagonistas de “El mayor experimento” un parecido con los editores de EC, Gaines y Feldstein. No discuto que fuera, como otros cómics de Ditko en ese momento, un sentido homenaje a las historias de ciencia-ficción de la mítica editorial. Pero a esas alturas pocas ilusiones podría hacerse ya de colaborar con ellos. Todas sus revistas habían ido cerrando y tan sólo Mad se mantenía en pie. En 1956 hasta su admirado Wood se había visto obligado a pedir trabajo en Atlas-Marvel. Así que, si se trataba de homenajes, eran más bien póstumos.

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Su primera colaboración con Stan Lee curiosamente no se dio en un cómic de fantasía sino en el western “¡Los malos!”, en Two-Gun Western nº 4 (Oct. 1956). Aunque las tarifas que pagaba Marvel eran más elevadas que las de Charlton, no solicitaban suficiente material. Así que en cuanto Charlton se puso en marcha otra vez, Ditko volvió con ellos.

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De su escasa producción de 1956 se pueden citar obras como “Quien acecha ahí abajo”, en World of Suspense nº 2 (Jun. 1956) o “¡El hombre misterioso!” en World of Mystery nº 3 (Oct. 1956), publicación donde compartía espacio con Torres, Davis, Marie Severin o Stallman.

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Atraído por las cualidades rítmicas de la línea, muchas de sus historias incluían personajes que parecían fluir, deslizarse por la plancha. Más cuando forzaba las proporciones, una característica de esos años. Pasó por una fase “manierista” que llenaría sus cómics de figuras apepinadas, con caras estilizadamente largas, enjutas, que recuerdan mucho al Kubert de aquellos años. Como el dictador que recibía al lector en la primera página de “¡Constrúyame una máquina!” en Astonishing nº 53 (Sep. 1956), todo el reparto de “¡El hombre sin rostro!” en Journey Into Unknown Worlds nº 51 (Nov. 1956) o los exploradores y los ancianos de “¡Cuando despierten!” en Mystery Tales nº 47 (Nov. 1956).

¡¡Un monstruo espera ahí fuera!!

Con el final de la década aumentaron sus contribuciones para Marvel. Aunque esporádicamente transitó géneros como el bélico o el western, siguió centrado en la fantasía, con episodios breves para revistas como Tales of Suspense, Tales to Astonish, Strange Tales o Journey Into Mystery, entre otras. Al contrario que en su paseo de 1956, en aquella ocasión había llegado para quedarse.

Larry Hama: “Había una historia que realmente me produjo pesadillas, un tipo entra en otra dimensión y allí se topa con un extraño grupo de guerreros-gnomos sin piernas, sólo con unas bases redondeadas, flotando en el aire. (...) Cuando Stan y Steve hacían aquellas pequeñas historias de ocho páginas, que en general eran muy simples, siempre tenían algún giro sorprendente al final y el arte de Ditko marcaba la diferencia.”

Hama se refiere a “Yo entré en el... portal del destino” en Strange Tales nº 72 (Dic. 1959), que bien podría servir como ejemplo de esa etapa. Pocas páginas, dibujo tremendamente cuidado y con mucha personalidad, caracterizaciones sugerentes y un final inesperado. Aunque se habla de las “historias de monstruos” de Atlas, las facetas de la fantasía exploradas por Ditko y Lee fueron muy variadas. Genios que salían de la lámpara, puertas a otros universos, invasiones alienígenas...

Abundaron las que jugaban con la idea de galaxias en la palma de una mano o de tipos que veían reducidas o aumentadas sus dimensiones. El increíble hombre menguante se había estrenado en 1957 y las implicaciones filosóficas de la película de Jack Arnold todavía sugerían nuevas variantes a los guionistas en Charlton y Marvel. Se descubrían realidades alternativas al tiempo que los ingeniosos relatos señalaban nuestra ínfima importancia en el vasto campo de lo real, conservando el desasosiego existencial de la novela original de Matheson. Como en “¡Prisionero de los Satélites!” en Tales of Suspense nº 1 (Ene. 1959) o “¡Uno de nosotros es un marciano” en el nº 4 (Jul. 1959).

Una de las que más se parecieron al film fue “Querido lector ¿qué habrías hecho si fueras el... hombre gusano?” en Strange Tales nº 78 (Nov. 1960) y también debe citarse “¡La tierra será destruida!” en Tales of Suspense nº 9 (May. 1960) donde prácticamente se adelantaba el argumento de la posterior “Tim Boo Baa”.

Afinó y consolidó sus puntos fuertes incorporando nuevos recursos gráficos. Como sus splash, viñetas que crecieron hasta ocupar toda la primera plancha con un carácter cartelístico, de resumen y anticipación de lo que seguía. “Yo soy el hombre cambiante!” en Tales of Suspense nº 8 (Mar. 1960) empleaba una idea que, girando el punto de vista, volvía en “Yo me convertí en un... ¡marciano!” en Journey Into Mystery nº 60 (Sep. 1960), cómic en el que todas las páginas se cerraban con una viñeta panorámica.

Hay que decirlo: sus tintas eran impecables. Ante la perfección de esos años, no extrañan las quejas respecto a los posteriores cambios en sus acabados. Evolucionó y simplemente sus trazos se movieron con él de forma bastante natural. Pero no puedo reprochar a quienes admiran sus tintas precisas y elegantes de principios de los sesenta. Destacaban dos rasgos: un expresivo claroscuro y una particular volumetría del dibujo, que podía llegar a ser muy acentuada en el diseño de personajes, en los gestos, sobre todo de las manos, y en el movimiento de los ropajes. “¡Me atreví a desafiar la... magia negra de Merlín!” en Strange Tales nº 71 (Oct. 1959) era un buen ejemplo.

Demostró su habilidad para sugerir con los rayados diversas superficies, como la burbujeante y hermosa bomba atómica de “El ser del planeta X” en Tales of Suspense nº 3 (May. 1959). Con cierta timidez encantadora, describió la piedra en “Vi la invasión de los hombres de piedra” en Tales to Astonish nº 6 (Nov. 1959). En el nº 13 (Nov. 1960) “¡Mi amigo no es... del todo humano!” probó que la madera tampoco se le resistía. En esa misma publicación incluyó dos historias en las que todo fluía y las actuaciones de unos personajes melodramáticos se perfilaban con pinceladas especialmente certeras y dinámicas. Por un lado “¡Yo llevé...la máscara de Drothor!” en el nº 11 (Sep. 1960), donde todo parecía estar en movimiento y cuya splash sirve como portada de este recopilatorio, y “Mirad! ¡soy el amo del tiempo!” en el nº 14 (Dic. 1960).

Lo plano, las líneas que se pegaban al papel negando la ilusión de profundidad, seguía fascinándole. Algunos de los relatos hablaban directamente de seres lisos que pretendían invadirnos, como en “¡La amenaza de la quinta dimensión!” en Strange Tales nº 69 (Jun. 1959) con monigotes que se plegaban amenazando nuestra realidad.

Sus planchas se inclinaron hacia el modelo de nueve viñetas regulares. Su forma de contar tendía a la invisibilidad, evitando efectos grandilocuentes y buscando una aparente neutralidad. Las viñetas verticales que habían dominado su etapa en Charlton se desvanecieron, aunque en algunos casos lo que hizo fue desplegar verticales por la fusión de viñetas que la retícula de 3x3 le permitía.

La niebla delataba su pasión por los elementos orgánicos, evanescentes, como en “La extraña magia del maestro Khan!” en Strange Tales nº 77 (Oct. 1960), una de las pocas historias de este tomo que conocíamos, gracias a las reediciones de los setenta. Poco después mutaba en fantasma en “¡El fantasma del castillo Grismore!” en el nº 79 (Dic. 1960). Su pasión por las formas irregulares se aplicó a otros elementos como la madera. Así, diseñó un atormentado y retorcido árbol gigante para “¡Los que reptan por la tierra!” en Journey Into Mystery nº 57 (Mar. 1960) y luego lo mejoró en el nº 62 (Nov. 1960) en “¡No puedo escapar de las cosas que se arrastran!”. Increíble la viñeta en que las ramas arrinconaban al personaje contra el borde de la plancha. A pesar del sombreado su textura las aplanaba. Esa ambigüedad espacial señalaba uno de los aspectos más explorados por Ditko, la capacidad de los trazos para fingir o mitigar el volumen.

Otro recurso eran los zooms, como el de la tercera plancha de “¡El secreto del planeta “X”!” en Tales of Suspense nº 2 (Mar. 1959); o el despliegue de picados, contrapicados y angulaciones laterales de “¡El hombre que flota en el espacio!” en Tales to Astonish nº 4 (Jul. 1959), una trepidante aventura a lo Flash Gordon.

Acabo citando “¡¡Un monstruo espera ahí fuera!!” en Tales to Astonish nº 12 (Oct. 1960), un episodio claustrofóbico cuyo protagonista viajaba en una diminuta cápsula espacial, atacada por un bicho de pesadilla. Gran parte del Ditko que maravillará a sus lectores en los próximos años estaba contenido en aquella pequeña joya, cuyos originales pudieron contemplarse en la muestra que dedicamos al autor en 2016 en el Palau Solleric de Palma, “Ditko Unleashed”. Una primera versión de este texto aparecía en el catálogo que publicamos con motivo de la exposición. Dos años después, Ditko fallecía en su casa de Nueva York. Al año siguiente, en 2019, Hector Caño publicaba “Del objetivismo de Ayn Rand a los cómics de Steve Ditko”. Recientemente se han sumado nuevos libros al corpus ditkiano, indicando que el interés por su trabajo no disminuye con el paso de los años.

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