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Oblicuidad

Michael Jordan es la medida de todas las personas

Veo con retraso pero con aprovechamiento la serie en diez capítulos y casi otras tantas horas El último baile, consagrada por Netflix al último anillo de Michael Jordan para los Chicago Bulls. Me sobran buena parte de los fragmentos que no transcurren sobre una pista de baloncesto, que la corrección política me perdone el desinterés absoluto por la infancia de Scottie Pippen y las opiniones de sus hermanos. La desigual sensación final viene compartida por la contemplación de Salvar al Rey, de HBO. A pesar de que el primer serial le dio un vuelco al planeta y el segundo ha sacudido al país, se me quedó cara de ya lo sabíamos. Son compendios, no aportaciones estratosféricas.

Pese a su relativo interés, El último baile y Salvar al Rey consolidan la imagen de sus protagonistas, y comprenderán que la elección entre hablar de Juan Carlos I y de Michael Jordan se resuelve en un suspiro. Donde esté Dios, que se aparten los monarcas de Eméritos Árabes Unidos. Hemos agotado las comparaciones sobre la estrella de los Bulls, porque todas son insuficientes, pero el documental oceánico aporta una definición que casi logra comprimirlo. «Es la persona que mejor ha hecho su trabajo en toda la historia».

De eso se trata, de confinar a las estrellas deportivas en su pecera y de no preguntarles jamás por el resultado de las elecciones. De hecho, Jordan defraudó a su raza cuando se negó a endosar a candidatos Demócratas negros a las elecciones. Actuó con la misma lógica brutal que aplicaba de corto. Relentless se puede traducir por implacable o despiadado, pero equivale sobre todo a inexorable. El primero en rendirse al mejor jugador de cualquier deporte de todos los tiempos fue Bobby Knight en Los Angeles’84, donde Estados Unidos aplastó a la España de Díaz Miguel en la final. Más adelante se sumarían a la unanimidad Larry Bird, Magic Johnson, Pat Riley, Phil Jackson o Charles Barkley. Apuntamos al «gordo» con perdón porque destacó que no había deshonor sino naturalidad en la derrota ante el coloso.

Michael Jordan es la medida de todas las personas. En una valoración más inexacta que «el mejor del mundo en cualquier tipo de trabajo», el producto de Netflix también recoge la hipótesis de que solo puede equipararse a Babe Ruth o Muhammad Ali. Falso. Su hegemonía aplastante y asfixiante carece de precedentes o de continuadores. En la retirada de Roger Federer, te asaltará la tentación de equipararlo a Jordan. Y te equivocarás, claro.

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