Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cuando el trabajo te manda al psicólogo

Se multiplican los estudios que señalan a los ritmos laborales de hoy en día como causa de los trastornos mentales que cada vez padecen más trabajadores

Ilustración: Cuando el trabajo te manda al psicólogo. DRYMVALO

El final de las vacaciones ha extendido entre la población una extraña sensación de ‘déjà vu’: tras dos años marcados por la pandemia, vuelve el frenesí de todos los 'septiembres' y la prisa por adaptarnos cuanto antes a los exigentes ritmos del curso. Sin embargo, este regreso no es como los de antes. Quien más quien menos, todos llevamos en la mochila la carga emocional del covid -tantos meses rodeados de mascarillas, precauciones y miedo a los contagios no se olvidan fácilmente-, y en muchos sectores de la economía ha cundido la urgencia por recuperar al galope la productividad y las ganancias perdidas en las dos últimas temporadas, sobre todo ahora que el otoño se anuncia cargado de nubarrones negros para los balances de las empresas y los bolsillos de los ciudadanos.

En este clima marcado por la máxima exigencia y los peores presagios, los entornos del trabajo se han convertido en una fuente de malestar, cuando no de enfermedad, para multitud de trabajadores que en el último año, sin apenas darse cuenta, han pasado de quejarse de estrés laboral a manifestar cuadros de ansiedad o depresión, y de rendir a buen ritmo en la oficina a encadenar bajas médicas o plantearse seriamente la renuncia al destino profesional.

Por su naturaleza íntima y delicada, los trastornos del ánimo suelen escapar al radar de la salud pública y acostumbran a llegan tarde al estudio de las grandes patologías sociales. Una plaga vírica se detecta rápido, pero los efectos psicológicos de tener que soportar infernales jornadas de trabajo y atender cargas laborales insufribles bajo la amenaza de perder el puesto y quedarse en paro son asuntos que raramente ocupan los grandes titulares de los noticiarios. Sin embargo, cada vez es más difícil encontrar a alguien que no conozca a alguien que de noche se atiborra a pastillas para alejar de su almohada los problemas del trabajo o que ha tenido que acudir al psicólogo para tratarse la fobia que ha desarrollado a la voz del jefe o a la silla de la oficina.

Ilustración: Cuando el trabajo te manda al psicólogo. EAMESBOT

En los últimos meses se han multiplicado los estudios que alertan de la peligrosa relación que se ha establecido entre el mundo del trabajo y las dolencias psicológicas. El último informe de salud mental elaborado por el portal de empleo Infojobs revela que durante el año pasado uno de cada cuatro trabajadores manifestó en algún momento trastornos mentales vinculados a su labor profesional y un tercio de ellos necesitó acudir al médico para tratarlo. De hecho, la última encuesta de condiciones de trabajo y salud que elabora la Universitat Autónoma de Barcelona y el sindicato CCOO advierte que el 24% de los trabajadores españoles toma sedantes o ansiolíticos habitualmente para poder seguir funcionando.

Según un sondeo de la consultora de recursos humanos Hays, el 64% de los empleados ha sufrido en los últimos 12 meses algún episodio de ansiedad, fatiga o agotamiento relacionado con la carga de trabajo que soportan, una pupa emocional que la firma de servicios empresariales Cobee diagnosticaba recientemente con más severidad en otro estudio, donde elevaba al 80% el número de trabajadores que dicen padecer estrés en la oficina habitualmente.

Invisibles

«Si te caes de un andamio y te haces una herida, todo el mundo ve la sangre. Pero los problemas de salud mental en el trabajo no se ven y esto impide que seamos conscientes de su magnitud, que es mayor del que habitualmente se cree», observa Joaquim Raduà, psiquiatra del hospital Clínic de Barcelona y coautor de un estudio internacional elaborado por el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer en coordinación con la Universidad de Linköping (Suecia) y el King's College de Londres que ha sacado a la luz un dato demoledor: el estrés laboral es el causante del 18% de casos de depresión que se diagnostican cada año.

«Es decir: si no hubiera estrés en el trabajo, casi uno de cada cinco trastornos depresivos no se desarrollaría», resume el psiquiatra, quien se declara «sorprendido» de que en las empresas se tomen decisiones que afectan a la psique de los trabajadores sin tener en cuenta su situación mental. «Es como si encargaran tareas físicas a unos operarios sin mirar cómo están de la espalda o las articulaciones», compara.

Bajo los porcentajes que aportan los estudios de salud laboral se esconden situaciones como las que han vivido en los últimos meses Carlos, Lucía y María. En realidad, ninguno de los tres se llama así. Por el estigma que hoy sigue persiguiendo a los problemas relacionados con la salud mental y para por proteger sus carreras, prefieren no revelar su identidad, pero sus batallas con la ansiedad laboral son tan reales como el desmayo que el primero de ellos sufrió en la oficina el pasado mes de febrero. «El cuerpo llevaba tiempo avisándome. Algunos días, de tanto estrés, había llegado a perder el habla. Pero esa mañana colapsé y perdí el conocimiento. Desperté en el hospital, donde me ingresaron durante tres días y me derivaron a la consulta del psiquiatra», relata Carlos.

Profesional del sector del calzado de Valencia de larga trayectoria, tiene claro que su condena la firmó el día que fichó por la multinacional que acabó enfermándole, y de la que no quiere volver a oír hablar. «Te ofrecen mucho dinero para que aceptes, pero lo que encuentras al llegar a la oficina es la esclavitud del siglo XXI. Llevo 30 años trabajando, sé lo que es dejarme la piel en los proyectos, pero esto es otra cosa. Aquí no tienes tiempo ni vida propia, para ellos solo eres una máquina que ha de hacer realidad objetivos imposibles a diario. Hasta que revientas y te sustituyen por otro», cuenta con desgarro.

A Lucía fue un pésimo jefe, incapaz para ajustar la carga laboral de sus equipos, el que acabó llevándola a terapia. «Adoro mi trabajo, pero aquel coordinador empezó a encargarme tareas y responsabilidades que me excedían y para las que no estaba preparada», recuerda.

Aquella situación desembocó en una situación de moobing con insultos y vejaciones en público. «Cada día volvía a casa llorando y solo conseguía desahogarme en la consulta de la psicóloga, pero me resistía a pedir una baja por temor a perder el trabajo. Al final, que me despidieran lo sentí como un respiro», cuenta esta diseñadora de moda de Alicante que ha acabado creando su propia firma para poder seguir viviendo de su trabajo. «Después de aquella experiencia, me aterra la idea de volver a una empresa y ponerme de nuevo a las órdenes de un jefe», confiesa.

En el caso de María, periodista de Barcelona, lo que la mantiene actualmente de baja no es la carga laboral que solía atender en el medio en el que trabajaba, sino la resaca de la tempestad emocional vivida en estos dos años de pandemia. «Pensaba que estaba bien, pero este invierno, entre la sexta ola de covid y la guerra de Ucrania, me bloqueé. De repente, me vi incapaz para preparar una entrevista, me entaban sudores cuando tenía que hacer una llamada. Tras sufrir un ataque de pánico en la redacción, dejé el trabajo», recuerda. Ahora, a la dificultad para vencer su fobia laboral se añade el «sentimiento de culpa» por estar en casa. «Es como si todos aceptáramos, yo la primera, que una baja está solo justificada si te partes una pierna, pero no si sufres un problema mental. Como si esto fuera menos importante, aunque a mí me anule más para trabajar», reconoce.

Enfermedad

Algo falla cuando aquello que nos ocupa la mayor parte del tiempo, nos da sustento económico y nos sitúa en la sociedad, al final nos acaba enfermando. «El error es haber asumido que si no estamos estresados, no trabajamos bien. El estrés es útil, porque nos pone alerta y nos hace ser productivos, pero se vuelve peligroso si se hace crónico. Porque hay un mecanismo que nunca falla: cuando el estrés no se corta, tiende a ir a más y acaba convertido en ansiedad», explica Dolors Liria, vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya y especialista en salud mental en el trabajo.

Según su experiencia, detrás de estas situaciones suele haber múltiples causas. “A veces, por autoexigencia, exceso de responsabilidad o temor, el trabajador no se atreve a decir ‘no’ a ciertas tareas que le sobrepasan. Pero en otras ocasiones son los jefes o la propia organización quienes funcionan sin reparar en el estado mental de sus empleados. La terapia puede recuperar a la persona, pero cuando el problema está en la empresa, hay que cambiar la forma de trabajar», distingue la psicóloga.

La asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT) calcula que el estrés es responsable de una de cada cuatro bajas laborales que se solicitan en España, un contratiempo que tiene un coste estimado de 80.000 euros para las empresas y la Seguridad Social. Al final, forzar la máquina más allá de lo soportable acaba saliendo caro. «Muchas compañías no ven el capital humano como un activo, sino como algo que deben exprimir al máximo. A la larga, esa cultura laboral que promueve la adicción al trabajo y no respeta el tiempo libre ni el derecho al descanso del empleado, solo genera absentismo y rotación del personal», avisa Francisco Trujillo, doctor en derecho laboral y experto en prevención de riesgos laborales.

La gran dimisión

En el sector de los recursos humanos, una de las noticias inesperadas surgidas al calor de la pandemia la protagonizó la avalancha de profesionales, sobre todo en Estados Unidos pero también en varios países europeos, que decidieron renunciar a sus puestos para emplearse en otros destinos menos exigentes, aunque de menor salario. En España, la great resignation -o gran dimisión, nombre con el que ha sido identificado este fenómeno- no ha calado tanto porque, según los expertos en mercado laboral, la dificultad para encontrar un nuevo trabajo en nuestro país actúa como freno. Pero ese reparo podría estar dejando de ser efectivo: una reciente encuesta realizada por Infojobs entre sus usuarios revelaba que el 27% de los trabajadores con contrato vigente se estaba planteando buscar otro destino laboral. Entre las razones alegadas para dar ese paso, la más nombrada (32% de veces) era la salud mental, por encima del salario (27% de las respuestas).

«Este malestar responde a una concepción de la economía orientada exclusivamente al ahorro de costes. Detrás del low cost hay esto: inhumanas condiciones laborales, precariedad y desarraigo», entiende el economista Jordi Alberich. La pandemia ha puesto sobre la mesa la salud mental con una urgencia inusitada. En opinión de este experto en organizaciones empresariales, que cada vez se hable más de este tipo de dolencias es una señal que invita a la esperanza. «Ahora falta que empecemos a hablar de salud mental en el trabajo y que las empresas entiendan que la mayor inversión que pueden hacer es cuidar del equilibrio anímico de sus empleados», concluye.

Compartir el artículo

stats