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Los puntos sobre las uves | No habrá ni funerales

Supongo yo, reconozco que es mucho suponer, que en esos países que tienen armas nucleares capaces de mandarnos a todos al guano en dos minutos, la decisión práctica final de lanzarlos no depende solamente de un individuo, sino que una numerosa cohorte de personas de moral irreprochable y contrastada sensatez deben intervenir inexcusablemente para que esos cohetes inicien su mortífero vuelo. Claro que si pensamos en que Rusia tiene desplegados, listos para usar en cualquier momento, mil trescientos misiles nucleares y que los yanquis aseguran tener aún más, mis esperanzas de que la sensatez presida ese ámbito de decisiones comienzan a desvanecerse. De todos modos, no hay nada que temer: hasta el momento de la gran explosión la vida seguirá siendo maravillosa y, total, después del bombazo no habrá ni funerales. 

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