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Oblicuidad

Doña/Pedraz, la despareja de todos los veranos

No puedo dejar de leer sobre el matrimonio anunciado en falso del juez estrella Santiago Pedraz con la liante Esther Doña. Incluso devoraré este artículo en cuanto acabe de escribirlo, mi avidez por la despareja que se ha saltado todos los protocolos del hermetismo judicial no conoce límites. Mi propuesta a los novelistas españoles es que abandonen la venenosa autoficción, para recontar la historia de la España contemporánea a través de este dueto. Terrorismo, crimen organizado, aristocracia, Isabel Preysler, la mortífera covid, las locuras que se cometen por amor, no hay capítulo significativo sin un hueco en el romance.

Aunque Pedraz quedó incluido por fuerza en los elogios colectivos, el miércoles se echó de menos una mención explícita de Carlos Lesmes a la conquista por parte de su colega de la cima inaccesible de la portada de ¡Hola! Cuántos españoles no influencers estarían dispuestos a besar a una persona, a cualquier persona, con tal de merecer dicho honor. El clásico apunta que los jueces solo se expresan a través de sus resoluciones, pero no especificó nada respecto a los besos. A propósito, la ruptura fue notificada a la parte más afectada mediante un auto judicial transmitido vía WhatsApp, no cabe un ejemplo de mayor pertinencia sobre la adaptación de la Justicia a la era digital.

En un principio solo podía nutrir mi adicción al tándem Doña/Pedraz a través de ¡Hola!, pero hasta El País o La Vanguardia se han sumado al culebrón. Sin embargo, solo el semanario se atreve a llamar «Santi» en su interrogatorio afectuoso a quien posee el título inseparable de «Señoría Ilustrísima». El amor ahora disuelto debió ser muy profundo en un principio, porque ningún alma caritativa se encargó de avisar a los afectados de que ya nadie aparece besándose sobre el couché, por mucho que hayan sido proclamados la pareja de cada verano.

Santi o no, Pedraz continuará ejerciendo de juez inexpugnable, envidiado por las altas magistraturas de la nación que cambiarían sus aburridas existencias por un solo beso en público de Doña. Para los degustadores, la modelo o empresaria o influencer ha manipulado la situación con su habilidad característica, demostrando que las leyes de la popularidad no se corresponden con los códigos penales. Aquí ha habido una ganadora que, si mantiene el pulso, sucederá en el trono a otra de sus predecesoras como esposa del marqués de Griñón.

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