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Series | 'Succession' Crueldad (y riqueza) intolerable

La celebrada serie de Jesse Armstrong sobre luchas de poder en la dinastía mediática de los Roy, tan drama cómico como comedia trágica, regresa mañana a HBO para una esperadísima tercera temporada

Jeremy Strong, en ‘Succession (T3)’.

Y pensar que, en un primer momento, Succession solo hizo gracia a unos pocos. Más que nada a los incondicionales de Jesse Armstrong, guionista británico (pero fascinado con Estados Unidos) con un currículo forjado en la exploración de la ridiculez humana. Series como Peep show, la delicia adolescente Fresh meat o Black mirror, en la que escribió Toda tu historia (el episodio sobre recuerdos rebobinados), solidificaron su estatus de observador irónico de la rareza de existir.

En honor a la verdad, Succession fue a más: hubo que esperar a la mitad de la primera temporada para que su imposible equilibrio entre drama y comedia, que la convierte en drama cómico y comedia trágica, alcanzara su óptimo punto de ebullición. Llegados a ese punto ya era difícil desentenderse de los Roy, esa dinastía mediática (muy Murdoch) en complicado proceso de sucesión.

El malhumorado patriarca Logan (Brian Cox) empieza a flaquear en salud y debe pensar en pasar el relevo, pero no está muy claro cuál de sus herederos sería su mejor sustituto, o de hecho, si alguno podría ser un sustituto decente. Kendall (Jeremy Strong) parece la opción lógica, pero es débil en más de un sentido. Quedan el malicioso Roman (Kieran Culkin), la determinada pero vulnerable Shiv (Sarah Snook) y el siempre torpe Connor (Alan Ruck), hijo este de un matrimonio anterior.

Episodio a episodio, más y más público se dejó fascinar por la incapacidad para querer del viejo Logan, y de sus hijos para ser verdaderas personas en lugar de solo aves predadoras. Era difícil identificarse con las costumbres descritas en pantalla, con todos esos lujos solo disfrutados por el 1%, pero no con esos vástagos desesperados por tener la validación del padre. Bajo su irresistible superficie de sátira, Succession es también una historia dolorosa sobre gente insegura y tocada por carencias universales: una serie compleja, completa e infinita. Lo supieron ver un público creciente, una crítica cada vez más convencida y, finalmente, también los premios: su segunda temporada fue distinguida el año pasado con siete Emmys, entre ellos el de mejor serie dramática.

Retrasos por el covid

Tras los retrasos a consecuencia del covid, muy previsibles para una serie tan trotamundos, mañana lunes llega por fin a HBO la tercera temporada. El anterior episodio se estrenó en octubre de 2019, pero fue bastante inolvidable. Por si acaso, sea como sea, toca recapitular por unas líneas.

Al final de la segunda temporada, Kendall era escogido como sacrificio de sangre para calmar a los inversores de Waystar Royco después del escándalo en la división de cruceros. «Los incas, en tiempos de grandes crisis, ofrecían a uno de sus hijos en sacrificio al sol», le decía Logan a su segundo hijo. «¿Qué puedes sacrificar que quieras tanto como para que el sol vuelva a salir?».

Kendall parecía aceptar su destino, pero poco después reaccionaba de forma relativamente inesperada: durante la rueda de prensa en Nueva York en la que debía autoinculparse por los horrores sucedidos y su posterior ocultación, señalaba al patriarca como el malo de la serie. «Pero creo que hoy termina su reinado», sentenciaba. Y mientras mira el livestream desde un yate en Croacia, Logan parecía esbozar una media sonrisa de pérfida aprobación, de orgullo (esta vez sí) de padre.

Sin embargo, en cuanto arranca la tercera temporada queda claro que Logan no piensa ceder y callar ante el golpe de efecto. Acompañado por el resto de la familia y algunos ejecutivos leales, se las ingenia para dar la réplica desde Europa a un Kendall feroz, decidido e imparable, hambriento de unas migas de dignidad. Mientras el padre despliega sus fuerzas en dos frentes, uno que volverá a Estados Unidos y otro que se repartirá en diferentes lugares (Logan se dirige a Sarajevo para esquivar la extradición), su hijo roto y recompuesto busca, con ayuda (es un decir) del Primo Greg (Nicholas Braun) en monitorización y seguimiento de medios, algo que rime con revolución. Una de sus primeras herramientas: «Tuits guays».

Si en anteriores temporadas, Succession era una serie que invitaba a repetir capítulos, por acabar de cazar matices y detalles perdidos en la vorágine, esta tercera entrega arranca todavía más veloz, feroz y eléctrica. Es una colección imparable de réplicas memorables y de esos pequeños chispazos de genio que surgen del hambre de sus actores por improvisar, por aprovechar su perfecta química para sorprenderse a sí mismos y sorprender al espectador. Lo vimos cuando visitamos el rodaje de la segunda temporada en Escocia: aquí el guion es el rey, pero Armstrong también está atento a todo lo que sus actores puedan ofrecer por el camino. Y la canción que se inventa Roman para dar a Shiv la peor noticia parece eso, un destello de delirio surgido en el momento. Depuración e inspiración obran la magia.

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