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Salud

Consentimiento informado

Consentimiento informado

La ética tiene reclamo, dice Victoria Camps en una conversación con Iñaki Gabilondo que tuvo lugar en la Fundación César Manrique, en Lanzarote. Camps empezó aclarando que ética y moral significan lo mismo, ética del griego, moral del latín. Sin embargo, la moral se refiere muchas veces a la religiosa mientras la ética es más laica. Que la ética despierte tanto interés se debe, en parte, a que en el tránsito de una sociedad que se fundamentaba en la moral católica a una sociedad democrática, la sociedad necesitó valores laicos. Ambas tratan de lo mismo: hacen referencia a la manera de ser, a las costumbres por las que se organiza una sociedad. La ética importa en el mundo actual porque va más allá de las leyes: es un compromiso individual que obliga en conciencia. Y a la vez es público: obliga a todos los miembros de esa sociedad.

No cumplir la ley sería fácil y, como dice Camps, se obtienen beneficios individuales y puede ser excitante. De ahí que tantas veces saltemos las normas. Necesitamos una conciencia ética fuerte para cumplir la ley.

De todas las éticas aplicadas, dice Camps, la primera que se desarrolló fue la médica. Sentí el orgullo de pertenecer a esa profesión que es, quizá, la que más se autoexamina. Desde hace mucho tiempo existen comités que evalúan diferentes aspectos de la práctica clínica con el fin de detectar desviaciones, sentar normas y proteger al paciente. En concreto, Victoria Camps habló de los comités de ética. Ella pertenece al nacional. Los comités de ética son una figura relativamente reciente y están regulados por ley. Existen dos. El comité de ética asistencial, cuyo objeto fundamental es asegurar los derechos de los pacientes y usuarios y velar por su respeto, dignidad e intimidad. Y el de ética de la investigación, que se ocupa de evaluar todos los estudios de investigación que se efectúen sobre seres humanos para garantizar la seguridad, fiabilidad y confidencialidad.

En este último, al que pertenecí algún tiempo, se discutían tres cosas: la pertinencia de la investigación, es decir, si los resultados que posiblemente obtuviera serían de utilidad para los ciudadanos, la calidad del diseño y, por último, el consentimiento informado. El consentimiento informado es un trámite extendido a muchos actos médicos. Victoria Camps lo personalizó en su marido. Previo a ser sometido a una intervención quirúrgica, una enfermera le mostró la hoja del consentimiento informado señalándole dónde tenía que firmar. Apenas medió explicación. El trámite estaba cumplido y los evaluadores certificarían ese aspecto de la calidad, pero de ninguna manera había cumplido su objetivo.

Casi toda la investigación mediante ensayos clínicos está promovida por la farmaindustria. Ella encarga a agencias especializadas el diseño que resulta en un largo informe muy completo y exhaustivo que suele ser de bastante calidad. Siempre incluye un minucioso y extenso documento de consentimiento informado para el paciente, muy defensivo y de difícil lectura. Ocurre entonces que el paciente está en manos del investigador que le propone participar en el ensayo. A él, o ella, le mueven intereses varios: el propio saber que podrá contribuir a descubrir, el prestigio de participar... y el beneficio económico. Porque la farmaindustria puede pagar varios miles de euros por cada paciente incluido. Algo puede repercutir en el bolsillo del investigador, directa o indirectamente. Así que es una parte interesada en convencer al candidato y, además, quién da la información digerida. Una ejemplar relación de agencia donde el que vende el producto es quien decide la compra. La solución no puede ser más regulación. Excesivas leyes y regulaciones coartan la libertad. La que hay puede ser suficiente, dice Camps. Ahí es donde la ética, el compromiso personal con unos valores, tiene un protagonismo fundamental. La ética como norma autoimpuesta que obliga en conciencia. Como un acuerdo de esa sociedad que va más allá de las leyes. Por eso es fundamental sentir la necesidad interior de comportarse de acuerdo a esa norma. Tenemos que asegurarnos de que ocurra. Quizá el camino sea la educación, además de reprobar las malas prácticas y celebrar las buenas.

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