Hace poco se armó una trifulca en España, tras echarle chorizo a la paella el mediático chef británico Jamie Oliver. Hubo rasgada general de vestiduras al haberse pasado por el forro las normas elementales de la paella auténtica, la de siempre, del plato valenciano esencia de los valores patrios.
Después de los anatemas de los guardianes del santo grial de la autenticidad paellera, con una lista inamovible de sus ingredientes, apareció un esclarecedor y documentado artículo, en El País, firmado por Ana Vega ´Biscayenne´, titulado "La paella sí llevaba chorizo". No tiene desperdicio. Es delicioso y además demuestra que la paella, en sus orígenes no muy lejanos, era sólo un arroz realizado "con cosas", incluido el chorizo.
No pude menos que pensar que con el "típico" arròs brut de Mallorca pasa algo similar: en su versión actual no existía hace tan solo décadas. Ni madò Coloma, ni mestre Tomeu Esteva le dedicaron una sola línea. ¿Por qué? La gente hacía un arròs o un arrosset, con lo que tenía a su alcance, sin más. El arroz brut era „como consta en el DCVB de Alcover y Moll„ simplemente el arroz hecho con liebre. Tal como se sirve hoy „convertido en plato de masas„ es un invento reciente, sin otra base histórica que la mencionada: arroz con liebre y su sangre, elementos de los que precisamente carece. Que nadie nos intente vender ahora una fórmula cerrada y eterna.
